Entre la infinidad de temas que debemos enseñar a nuestros niños está el saludo. Es el acto social más básico de convivencia, recalca la educadora Marcela Frugone, PHD en Psicología Educativa.
“Es una práctica fundamental de la convivencia, que nos ayuda a construirnos como comunidad, que se aprende desde lo cotidiano y se cultiva con el modelado, es decir, lo modelan los adultos, y con la práctica”, ilustra la docente e investigadora.
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De igual modo se observa el saludo como un acto de respeto a los demás, a los que no son cercanos a nosotros y los de nuestros círculos íntimos. “El saludo que hacemos al ciudadano común como característica siempre debe tener una cuota de amabilidad. Los saludos familiares deberían tener una cuota también de afectividad, hacia los adultos que sean significativos para los niños”, explica Frugone.
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En ese sentido, deberíamos educar a los pequeños en que el saludo no es una opción. “La crianza tiene que enfocarse en el acto de hacernos seres sociables, de responder a las normas de convivencia que nos hacen agradables, respetuosos con los demás. La crianza no se enfatiza en la individualidad únicamente”.
¿Cómo deben saludar los niños a los demás ?
Lo cierto es que desde muy pequeños, incluso antes de cumplir un año, los pequeños ya han aprendido que ciertos gestos funcionan como saludos, y que ciertas personas son significativas, por lo que hay que saludarlas. Es decir, desde que son bebés y tienen conciencia de las personas que ven a su alrededor, resalta Nadia Díaz Bajaña, experta en etiqueta y protocolo.
“Los hábitos son imprescindibles formarlos con pequeños pasos como mover la manito cuando llega y sale de un lugar hasta la repetición de palabras que luego se cultivan como rutinas y compresión de la importancia del respeto”, argumenta esta especialista, que está segura que desde muy pequeños se puede instruir la cortesía y respeto en los niños.
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“Siempre es importante recordarles que deben saludar con palabras mágicas que le abrirán puertas a un mundo de actitudes positivas: ‘buenos días’, ‘hola’, ‘un gusto, mi nombre es’”, destaca Díaz, quien además es educadora infantil en temas de etiqueta, y conocida en redes sociales como Miss Right.
En cuanto a la convivencia entre niños y adultos, la Miss Right recomienda que en el saludo siempre se aplique el contacto visual, una sonrisa amable, una palabra cortés como buenos días. El contacto físico, como la mano o beso en la mejilla, depende del grado de cercanía. “Siempre podemos resaltar el respeto que implica no tutear a un adulto, sobre todo a las personas de la tercera edad”, agrega.
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La mejor forma de enseñar es dando el ejemplo. Por eso, dice la instructora, si los padres no saludamos cuando entramos a un centro comercial, a una tienda o al personal de seguridad de nuestras urbanizaciones, es muy baja la probabilidad de que nuestros hijos generen esta costumbre.
“La infancia es una época de constante aprendizaje, y lógicamente de errores, por ende, debemos evitar corregir con estrictez o dureza, más bien podemos usar frases como ‘¿Recuerdas cómo saludamos a los adultos? Vamos a intentarlo de nuevo’. Así mismo, cuando lo realicen podemos reconocerlos con cariño y alegría: ‘¡Qué bien saludaste! Seguro hiciste sentir bien a esa persona’“, ilustra Nadia Díaz.
En la actualidad, se promueve que todos deben practicar la cortesía sin importar la edad. El objetivo es que cuando una persona llega a un lugar debe saludar a pequeños y grandes. Lo que sí podemos promover en nuestros niños es que se paren cuando alguien los saluda para mostrar su consideración.
¿Los niños deben saludar con besos a los adultos?
En la actualidad persiste un debate: ¿deben saludar los niños con beso a los demás, otros niños y adultos? Y el consenso es: no, si no quieren.
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Culturalmente en América Latina y en Ecuador nos saludamos con beso, casi siempre y en la mayoría de los contextos. Entonces, el beso o el alcance del contacto físico tiene que ver con la cultura de la que el niño hace parte, pero siempre y cuando respete su autonomía y su cuerpo. Es decir, no se puede forzarlos a situaciones en las que se sientan incómodos.
“El beso no tiene que ser obligatorio para los niños ni para todos. Los papás pueden generar alternativas de saludo, que sean agradables, que no necesariamente pasen por un contacto físico, pero siempre enfatizando que saludar es importante y que es parte de la cultura y su educación”, resalta Frugone.
Díaz se suma con una posición similar: “No es obligatorio (que el niño salude con beso al adulto), de hecho, siempre debemos repetir a nuestros niños que, si no sienten la confianza de dar un beso en la mejilla a un adulto o amigo, no deben hacerlo y con dar la mano o decir un ‘Hola’ es suficiente”.
En ese marco, sostiene la catedrática Frugone, los adultos deberían ser un poco más sensibles con los deseos de los niños y sus percepciones. “A veces el adulto se deja llevar por una presión social, cuando debería ser protector del niño, no de otros adultos y cómo esperan que los saluden”, añade Frugone. “Así le está enseñando a su hijo a decir que no, cuando otro adulto le quiera tocar su cuerpo”.
La capacitadora Díaz propone educar sin presionar. “Podemos usar frases como ‘¿Quieres saludar con un beso, con la mano o solo diciendo hola?’, esto genera respeto por su propio cuerpo y aprender a poner límites personales".
De ninguna manera están exentos de encontrar alternativas al saludo, insiste Frugone. “Cuando yo le digo a mi hijo que él tiene el derecho a no saludar a los demás, también le estoy diciendo que él tiene el derecho de comportarse de una manera indiferente en la sociedad y, peor, de una manera indiferente ante la familia”. El niño va a saludar, pero de una manera adecuada, respetuosa, y que lo respete a él mismo. Y, de ser necesario, sus padres acompañarlo en ese proceso.
Educación para toda la vida
La educadora Marcela Frugone reflexiona que este tema podría parecer muy sutil, trivial o banal, pero en realidad cada elemento en la formación de nuestros hijos es una inversión a largo plazo. “No los estamos formando para este momento, sino para hacerlos buenos ciudadanos a futuro”.
Al igual que el saludo, repetar el orden, cuidar su entorno, atender a las normas, y otros valores sociales, son cruciales para que el niño no se convierta en un adulto con dificultades de convivencia.
“Cuando educamos a nuestros hijos, estamos haciéndolo alrededor del ser humano, del ciudadano que queremos que sea a futuro. Que sea alguien que participa en la comunidad, y que cumpla con sus normas”, opina Frugone.
Y aunque suene disparatado, todo bien empieza por enseñar a saludar. “Uno puede decir ‘si quiere saludar, bien, y si no quiere saludar, también. Pero no hay nada más feo en una ciudad la gente que no saluda. Somos parte de una sociedad y nuestra convivencia tiene que ser agradable”. (F)