Mi madre tiene 88 años, el cuerpo frágil, la voz firme y la mente poderosa. Es esa mente poderosa la que hace que aún camine, pese a su artrosis, o la que le permite entusiasmarse con la lectura del diario de papel y con los libros que llegan a casa. Si es por servicio de entrega, es la primera que abre el sobre para descubrir ese objeto que de manera pronta toma en sus manos y lee. Cuando el libro lo llevo yo, curiosa indaga: “¿Quién es el autor? ¿Sabes de qué trata? ¿Me lo puedes prestar?”. En ocasiones, ella misma busca en nuestra biblioteca y se provee de libros. Así se asegura lecturas para cada día.