En estos tiempos de pandemia, con sus encierros, miedos, soledad, incertidumbre y desconexión -teniendo a la muerte rondando en puntilla día y noche-, la angustia y depresión, la falta de sueño, la tristeza y otros males del alma han hecho presa de millones de personas. En estas circunstancias de tragedia personal ¿a quién se le ocurría consultar a un filósofo para buscar una cura? Probablemente a nadie, o a pocas personas. Si la filosofía es fundamentalmente un intento por investigar y comprender como son las cosas, ¿qué beneficios podría traer semejante tarea a nuestro bienestar psicológico? Es más, el propio Nietzsche tenía sus dudas sobre la viabilidad de la filosofía para enfrentar las verdades profundas de la realidad que tan arrogantemente dice buscar y algunos creen haber encontrado.