Querida Quiela:He leído las cartas que le escribiste a tu esposo Diego. Me entristece profundamente el fallecimiento de tu hijo. También tu vana esperanza de amor. Me duele, asimismo, la autodescalificación que te inflinges. Eres una de las miles de víctimas de la educación sentimental que recibimos las mujeres. Ni tú te salvas de esta idea de amor sacrificado. Tú, magnífica pintora y grabadora; tú, educada aparentemente de otro modo, piensas, sin embargo, que solo Diego puede llenar tu mundo y que eres poquita cosa comparada con él. No es así, Quiela. Tú eres brillante. Por lo demás, él podrá ser buen pintor, pero leyendo tus cartas deduzco que no conoce sentimientos clave como la empatía y la solidaridad. Quizá tampoco la gratitud. Cultiva tu talento. Vive. Pronto pasará este trance amargo, si así tú lo decides. Te envío mi afecto.Te abraza, Clara.

(La carta surge de la lectura de la novela Querido Diego, te abraza Quiela, de la mexicana Elena Poniatowska). Esta obra, de 1978, está estructurada de manera epistolar. Es un libro que se nutre de la realidad. La historia de la pintora y grabadora rusa Angelina Beloff (Quiela) y del pintor mexicano Diego Rivera, da origen a esta pieza de ficción.

En la obra, Quiela, quien se casó con Rivera durante la estancia de este en Europa (luego él tendría como esposas a Lupe Marín y a Frida Kahlo), está sola. Tras de 10 años de matrimonio y de un hijo en común –que falleció de un año y dos meses de nacido–, Diego abandona Europa y regresa a su México natal. Es 1921. Quiela se queda esperándolo y aquilatando la ilusión de algún día juntarse con él en Latinoamérica. Y hasta tanto, le escribe cartas, que él nunca contesta. Es una pieza que puede leerse como un monólogo interior, en el que emerge el yo íntimo de Quiela. A la par que conocemos a la protagonista, vemos otra faceta del hombre al que van dirigidas las cartas. Es una obra breve e intensa.