Querida Quiela:He leído las cartas que le escribiste a tu esposo Diego. Me entristece profundamente el fallecimiento de tu hijo. También tu vana esperanza de amor. Me duele, asimismo, la autodescalificación que te inflinges. Eres una de las miles de víctimas de la educación sentimental que recibimos las mujeres. Ni tú te salvas de esta idea de amor sacrificado. Tú, magnífica pintora y grabadora; tú, educada aparentemente de otro modo, piensas, sin embargo, que solo Diego puede llenar tu mundo y que eres poquita cosa comparada con él. No es así, Quiela. Tú eres brillante. Por lo demás, él podrá ser buen pintor, pero leyendo tus cartas deduzco que no conoce sentimientos clave como la empatía y la solidaridad. Quizá tampoco la gratitud. Cultiva tu talento. Vive. Pronto pasará este trance amargo, si así tú lo decides. Te envío mi afecto.Te abraza, Clara.