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Miles de niños y adolescentes cambiaron su rutina durante estos meses. La pandemia los obligó a confinarse para evitar contagios, reemplazando las clases presenciales por las virtuales y reduciendo drásticamente el tiempo que invierten en caminar, correr, practicar deporte o jugar con sus amigos en la escuela o el barrio.


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Yarima, su madre, es una indígena de la etnia Yanomami, una población distribuida entre las selvas y montañas del norte de Brasil y del sur de Venezuela.
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