El cambio afecta a ambas partes. A los padres, que por lo general desean ser quienes cuiden de sus hijos todo el tiempo posible, y tal vez no estaban listos para una fluctuación en los roles, y a los hijos, que enfrentan sus propias problemáticas.

Unos se dividen entre el trabajo, el cuidado de los niños, la escuela en casa, las medidas de bioseguridad y que tienen que extender muchos de esos cuidados al hogar de los padres, para evitar que tengan que salir de casa.

También está el hijo que vive solo con uno de sus padres mayores, o con los dos, y llevará la responsabilidad de atender a una persona de salud delicada o edad avanzada. Y quienes comparten la casa con una familia más numerosa, incluyendo a los padres.

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Solos con nuestros padres

Claudia (33) enumera lo positivo de haber pasado (y seguir) la cuarentena junto con su madre de 73 años. En lo económico, dice, ha tenido suerte, porque su trabajo no se vio afectado, y el de sus hermanos que no viven con ellas, tampoco. Su salud física ha mejorado, pues al estar en casa hace más ejercicio y eso la ayuda a mantener a raya los problemas de la columna.

Ha descubierto que le gusta limpiar “siempre y cuando mi mamá no esté en la misma habitación”, porque le es difícil responder a sus continuas preguntas y mantener la paciencia. Y lo laboral se ha complicado, porque ahora tiene que cocinar, y porque la mamá (paciente de alzhéimer) no sabe lo que Claudia está haciendo y por qué no pueden pasar el día sentadas juntas conversando.

Este encierro en épocas de menor comunicación podría muy bien haber sido insoportable.

¿Y la salud mental? “Honestamente, no lo sé”. Está esperando a que la atención se normalice para ir a consulta psicoterapéutica. “Me cuido extra porque no quiero traerle el virus a mi mamá. Me siento estable porque aún tengo medicamentos, y eso me ayuda muchísimo”.

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Aunque usualmente no sale mucho, estar todo el tiempo en casa le ha permitido notar los cambios en su madre. Alucina un poco más, está perdiendo el vocabulario. “Sí necesito salir de casa pronto, aunque sea a no hacer nada, porque ya son casi 3 meses con ella, sin que mis hermanos se hagan cargo. A veces solo quiero estar en silencio”.

En todo esto, internet ha sido como la línea de cordura. “No sé cómo estuviera sin mantenerme conectada al resto del mundo. Este encierro en épocas de menor comunicación podría muy bien haber sido insoportable”.

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Efectos del encierro sobre ellos

Las personas mayores con padecimientos médicos subyacentes están expuestas a un riesgo particularmente alto, mientras se mantenga la alerta sanitaria debido a la pandemia. Los expertos le atribuyen parte de ese riesgo a un debilitamiento del sistema inmune debido a la edad.

Ese hecho hizo que sus familiares se pregunten cuáles son las precauciones adicionales que debían tomar para preservar y fortalecer la salud de sus padres. Pero además de las consideraciones médicas, el verse privados de realizar su rutina diaria para cumplir con la cuarentena, también tuvo efectos sobre ellos y sobre la dinámica con sus cuidadores. Por ejemplo, para muchos quedaron prohibidas las visitas incluso a sus nietos y tuvieron que cancelar sus citas médicas no esenciales.

Este giro en su día a día, advierten los expertos, puede acentuar su aislamiento, que ya es un problema en la población de la tercera edad. De acuerdo con un estudio reciente del Centro de Investigaciones Pew en más de 130 países y territorios, el 16 % de las personas de 60 años o más viven solas. La soledad, según hallazgos de los investigadores, implica su propio conjunto de riesgos de salud.

Una de las soluciones que hallaron sus cuidadores fue dedicar gran parte de su tiempo y, con mucha paciencia, guiarlos en el uso de más funciones de sus dispositivos digitales, especialmente las videollamadas. Otra de sus tareas ha sido mantenerlos activos para evitar que la cuarentena afecte su vitalidad. La práctica de ejercicio moderado y de acuerdo con las circunstancias personales les aporta bienestar, además de poner en movimientos sus músculos y activar sus sentidos y cerebro.

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Límites, ayuda y conexión

“Cada uno, dentro de su situación, puede llegar a sentirse abrumado, temeroso, con ansiedad o estrés, y esto es totalmente normal, porque nadie estaba preparado”, dice la orientadora familiar y juvenil Daniela Villacís García.

Es necesario encontrar un equilibrio para el bienestar de todos, por lo que brinda algunas recomendaciones para los hijos que están asumiendo en estos últimos meses el rol de cuidadores.

1. Establezca límites necesarios. Podrá hacer mucho, pero no todo. “No somos máquinas. Decir no será necesario, a veces, para mantener la calma durante este tiempo. Establezca prioridades y saque de la vista las cosas que no son esenciales”.

No es el momento para presionarnos más. Las crisis las sobreviven las personas que se adaptan a los cambios. Mire lo positivo, siempre lo hay.

2. Pida ayuda, cree una red. ¿Quién puede ayudarle a comprar medicinas o alimentos? Recuerde que siempre hay alguien que puede dar la mano, aunque no sea de la propia familia.

3. Aprenda a delegar. Va a ser de gran ayuda distribuir las tareas e involucrar a todos los miembros de la familia. Los niños pueden hacer tareas domésticas de acuerdo con su edad. Enseñe que todos podemos colaborar y ser útiles en diferentes maneras.

4. Tómese un tiempo personal. Encuentre un espacio para sus necesidades, que también son importantes. Aliméntese bien, descanse, haga ejercicio, mantenga el contacto con los amigos, cultive sus pasatiempos. Relajarse y disipar la mente ayuda a ver las cosas con claridad.

5. Mantenga la conexión con el resto de la familia y amigos, valiéndose de la tecnología. Disfrute de una comida virtual, cumpleaños y juegos. No es lo mismo, pero es mucho mejor que no hacer nada. “La actitud juega un papel importante para ver oportunidades y herramientas en medio de esta situación”, expresa Villacís.

6. Baje las revoluciones. Sea amable con los suyos y consigo mismo. Aprenda a ser flexible. “No es el momento para presionarnos más”, recuerda la orientadora. “Las crisis las sobreviven las personas que se adaptan a los cambios. Mire lo positivo, siempre lo hay”.

Si bien es normal sentirse tenso por momentos, preocuparse en exceso no va a solucionar el problema ni trae bienestar. Tampoco cambia la situación. “No gastemos energía en cosas que no vamos a poder controlar”.

Villacís (en Instagram @danielavillacisdepineda) invita también a dar apertura para que los padres expresen sus necesidades y sus sentimientos. “Escúchelos y respete los límites de lo que puede y no puede hacer por ellos. No es bueno reprimir. Abra el diálogo y la escucha, así como la expresión respetuosa para llegar a acuerdos”.

No sobreprotegerlos y transmitirles respeto

Quienes fueron desvinculados de su trabajo o se vieron afectados en su salud experimentan una sensación de pérdida de imagen ante el núcleo familiar y social. Como si hubieran dejado de ser el jefe de la familia, explica Aldo Guevara D’Aniello, geriatra y gerontólogo. “Opinan que los han dejado de lado. Es como pérdida de poder (adquisitivo, moral, comunitario). En pocas palabras: sentimientos de impotencia, inutilidad”.

Reconozca las potencialidades residuales de sus padres. Mírelos como un vaso de agua lleno a mitad, que ha consumido una parte de sus posibilidades, pero que le queda el 50 % por explorar y explotar.

La reacción más común es el cambio de carácter, ya que serán muy pocos los que acogerán el retiro o el cambio de vida como una oportunidad para desarrollar otras habilidades. “Algunos se tornan taciturnos y retraídos. Otros serán agresivos en sus respuestas. O se sentarán a ver televisión durante horas”.

El primer paso es esforzarse por comprender y mostrar empatía por sus emociones, para luego reintegrarlos a la rutina de la vida familiar. Tomar en cuenta sus opiniones en distintos temas sin originar controversia y también elevar su autoestima resaltando sus virtudes y las posibilidades de un futuro pleno no limitado. “Hacerles sentir que son parte importante del núcleo y parte de la colectividad por sus contribuciones en ambas esferas”, subraya.

Es fundamental que sus familiares lo ayuden a visualizar nuevas oportunidades de desarrollo personal como aprender a tocar un instrumento o a pintar. “Reconociendo sus potencialidades residuales. Mirarlos como un vaso de agua lleno a mitad, que ha consumido una parte de sus posibilidades, pero que le queda el 50 % por explorar y explotar”.

(D. J. L., D. V.)