Hablo por primera vez con Paola y Ricardo en 2016. Aunque creo que entiendo lo que quieren decir, pronto me doy cuenta de que no. Sé muy poco, casi nada. Percibo su indignación, su dolor, su convicción. Han llevado una carga muy grande desde la infancia y han decidido abrirse para ayudar a otros que llevan pesos similares, pero sobre todo, a las potenciales víctimas de la misma injusticia: el abuso sexual a niños y niñas.














