En estos tiempos en que tenemos que enfrentar a un mortal enemigo invisible, nuestros mejores aliados, además de la distancia social y profilaxis física, son nuestro sistema inmunológico y nuestro estado mental. Si hemos permanecido puertas adentro por tantos días, y tal vez este confinamiento se prolongue algo más, tendremos que diseñar recursos para mantenernos en control y sentir que, pese a las restricciones actuales, seguimos al timón de nuestras vidas.

El sistema inmunológico se fortalece con nuestra disposición positiva, y es en esa interacción entre la psicología y la fisiología donde radica la clave de nuestro triunfo sobre esta calamidad".

Lo que primero debemos hacer es convencernos, porque es la verdad, de que esta calamidad pasará, quedará atrás, la superaremos, como hemos prevalecido frente a otras desgracias de diversa naturaleza que nos ha tocado vivir. La presencia de ánimo es vital, la voluntad de seguir viviendo, manteniendo siempre la guardia en alto, es como decirle a la enfermedad: “¡Tú a mí no me invadirás!”. El sistema inmunológico se fortalece con nuestra disposición positiva, y es en esa interacción entre la psicología y la fisiología donde radica la clave de nuestro triunfo sobre esta calamidad. Es la unión de la fe, la paciencia y la prudencia. Es lo más cercano a una vacuna, y todos podemos activarla.
Lo que nos está pasando hoy ciertamente terminará en algún momento, y Dios querrá que esto sea pronto. Mientras tanto, tenemos que ingeniárnoslas para que los días transcurran sin sentir que estamos siendo empujados al límite. No debemos permitir que esta plaga nos controle, más bien debemos imponernos a nosotros mismos tareas que nos exijan un esfuerzo disciplinado (empezar a aprender en línea un idioma o una habilidad, hacer una dieta, mejorar la relación con los que compartimos esta convivencia, leer cumpliendo horarios, dar apoyo en los grupos de chat) y demostrarnos que somos nosotros los que estamos en control de nuestras vidas.
A estas alturas todos sabemos lo que se espera de nosotros; lo que debemos hacer es cumplirlo. Si podemos ayudar a alguien, hagámoslo con prudencia, sin arriesgarnos a contaminarnos y contagiar a los que viven con nosotros. Llamemos a nuestros familiares y allegados, interesémonos en su situación, démosles todo el apoyo moral que requiera su realidad. Esta presencia es invalorable.
De esta crisis saldremos con más sabiduría. La humillación que nos está propinando la madre naturaleza sin duda nos enseñará a ser más sencillos (miren que la vida simple que ahora llevamos es la que nos va a salvar). Seremos más reflexivos, menos soberbios (‘sobrados’), y seremos más solidarios con nuestros semejantes. Al terminar esta odisea seremos una versión mejorada de nosotros. (O)