El tiempo es veloz, dice el verso de una canción. Y es cierto. Parece que hace poco nos enfrentábamos al cambio de milenio y a la algarabía e incertidumbre que este hecho trajo. Visto desde el 2000, el 2020 nos parecía lejano, un futuro que demoraría en llegar. Hoy ese futuro ha llegado. Estamos en 2020, un año que para quienes habitamos en Guayaquil reviste especial significación, pues conmemoramos el bicentenario de la fecha de independencia de la ciudad.

¿Cómo tenemos que celebrar este acontecimiento? Cada institución, cada persona, seguramente lo hará a su manera, desde su campo de acción específico. Desde la literatura, el espacio que me interesa, lo celebraré leyendo o revisitando narrativas que hablan de Guayaquil o que tienen a la ciudad como escenario, que son muchas, como las ya clásicas novelas Las cruces sobre el agua, de Joaquín Gallegos Lara, y Baldomera, de Alfredo Pareja Diezcanseco, obras que las personas de mi generación y de otras generaciones, probablemente leyeron cuando cursaban el bachillerato.

A más de estos dos títulos clave, escritos por autores del Grupo de Guayaquil, existen novelas de años más recientes. Las de Jorge Velasco Mackenzie, por ejemplo, uno de los escritores cuya narrativa transcurre en esta urbe. A este autor bien podría catalogárselo como el gran narrador de la ciudad. De su prolífica imaginación nació El rincón de los justos. Esta ficción, la historia de Fuvio Reyes, Leopita, Sebas, entre otros personajes, se desarrolla en Matavilela, un barrio marginal de una ciudad que a todas luces es Guayaquil. En esta novela está la ciudad de la década de los 70, con su cultura popular, con sus vicios y virtudes. El Guasmo está formándose y Julio Jaramillo fallece.

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¿Cómo tenemos que celebrar este acontecimiento? Cada institución, cada persona, seguramente lo hará a su manera, desde su campo de acción específico. Desde la literatura, el espacio que me interesa, lo celebraré leyendo o revisitando narrativas que hablan de Guayaquil o que tienen a la ciudad como escenario, que son muchas...".

Guayaquil de la regeneración urbana, del nuevo siglo, aparece en Descartable, la primera novela escrita por Andrés Emilio León. Es un libro en el que se retrata a Guayaquil con esa visión de desarrollo y progreso que se tiene desde el poder, en contraposición a otras miradas, como la de los artistas y gestores culturales. El protagonista, un aspirante a escritor que se desempeña como asesor del alcalde, lee a sus contemporáneos, escucha las canciones de bandas locales, va a lugares como Diva Nicotina, o camina por el Malecón y otras calles. La novela dialoga con la producción cultural contemporánea de Guayaquil y el país. Y dialoga con la ciudad.

En la novela El buen ladrón, de Marcelo Báez, una ficción de corte detectivesco, aparece también Guayaquil, la ciudad de invierno, húmeda y calurosa. Y sobre todo, el malecón Simón Bolívar, el de la regeneración urbana. Y en la novela El libro flotante de Caytran Dölphin, de Leonardo Valencia, vemos a Guayaquil sumergida. La ciudad sufre una inundación y su gente se refugia en los cerros.

Estos son solo unos pocos títulos y brevísimos datos de escritores ecuatorianos que han situado sus ficciones en Guayaquil. Hay muchos otros títulos. También en poesía y en crónica. Los invito a explorarlos en el año del bicentenario de la ciudad y a mirar con renovados ojos esta Guayaquil nuestra de cada día. ¡Feliz 2020! (O)