La conocida leyenda mexicana acerca de una mujer que en un arranque de celos y locura asesinó a sus propios hijos y ahora pasa la eternidad llorando por ellos, llega a Hollywood gracias a los mismos productores del universo cinematográfico de El conjuro, que incluye otras cintas como Anabelle y La monja.

La llorona empieza contando la leyenda antes de dar un salto a Los Ángeles, década del 70. Ahí conocemos a Anna (Linda Cardellini), una trabajadora social que recientemente ha quedado viuda con dos pequeños hijos. Como parte de su trabajo debe investigar lo que parece ser un caso de abuso hacia dos pequeños niños de la comunidad mexicana.

Cuando Anna los encuentra, están encerrados en un clóset y tienen marcas de quemaduras en los brazos, todo parece apuntar hacia su madre, Patricia, y nadie les cree cuando dicen que solo se están protegiendo de la llorona. ¿Y qué pasa cuándo en las películas de terror los personajes se niegan a creer en lo sobrenatural? Se convierten en las próximas víctimas.  A partir de este momento, Anna y sus hijos serán aterrorizados y perseguidos por la llorona y su única esperanza reside en la ayuda de un curandero para combatir a este espíritu.

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Como cinta de terror, La maldición de la llorona cumple de manera bastante aceptable con las convenciones del género: oscuridad, sensación de claustrofobia, sorpresas, un ente aterrador, el uso del silencio y la cámara subjetiva. Pero todos estos aciertos son, al mismo tiempo, sus defectos. La película si bien es cierto tiene algunos sustos decentes, no es más que la repetición de una fórmula que hemos visto muchas veces en otras de su tipo. Menos mal que los niños interpretados por Roman Christou y Jayne-Lynne Kinchen sacan adelante su papel con mucha naturalidad y química entre ambos, logrando que simpaticemos con ellos y suframos cada vez que la llorona los acecha.

Más allá de los sustos bien logrados, como historia, la película no profundiza. Se queda en la superficie de la leyenda y sus orígenes. Esta no es la llorona mexicana, esta es una apropiación de una historia que está adecuada para que cumpla con las expectativas del público habitual de las cintas de terror, aderezada con una que otra palabra en español, para recordar eventualmente cuál es el origen de este relato. Algo así como la apropiación cultural que han hecho los estadounidenses de los tacos, al convertirlos en comida rápida gracias a cadenas multinacionales. No son los tacos originales, pero de alguna manera nos recuerdan a los tradicionales.

La maldición de la llorona cumple con su cometido de entregarnos sustos y sobresaltos, y el diseño del monstruo es aterrador, pero no propone nada nuevo. No es que no van a disfrutar de esta cinta, el verdadero problema es que después de salir del cine, la película quedará como una más entre todas aquellos filmes de terror que se producen en grandes cantidades todos los años. Mucho más memorable es ese pequeño momento en el que el Chavo y la Chilindrina confunden a doña Florinda con la llorona. Eso es más inolvidable que esta película. (O)