Msc. Rafael Montalván Barerra
Especialista en lengua y literatura

El último sabio de la literatura vivo estuvo de paso por Guayaquil: creador nato y riguroso académico, discurso claro y contundente, memoria prodigiosa y certera.

En un primer momento me siento atraído por buscar su docta crítica acerca del vicio de escribir, de sus innumerables ensayos y novelas, de sus miles de libros leídos, de la lectura y sus demonios personales, culturales e históricos, de sus más de veinte doctorados otorgados por universidades europeas y estadounidenses, de sus centenares de reconocimientos y premios mundiales que le crearon una estela mítica y octogenaria de erudición. Reflexiono sobre qué le podría preguntar si todo en torno a esa temática que nos atrae a los lectores lo ha expresado ya, y con mucha autoridad: contenidos científicos, ficcionales, éticos e ideológicos que se encuentran por millones en la web. Quizá le escriba una carta pública que no leerá, pero que permitirá demostrar que soy tan inteligente como él, pero que soy muy ocupado como para hacerle saber en persona mis opiniones sobre sus obras literarias que me las he leído todititas, y cuyos juicios de valor se podrán advertir a lo largo de la misiva.

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¡Lea, por favor! Sus referentes teóricos son también los míos. O tal vez le indague de su incursión en la farándula rosa internacional o de sus exhibiciones políticas en contra de lo que él llama ‘populismo’.

Quizá me filtre en la rueda de prensa que convocó, tal vez me cuele en la conferencia de superación que se anuncia en una universidad de élite. O, si tengo suerte, buscaré un auspiciante para el almuerzo humanitario. Admiro el arte de Vargas Llosa (Varguitas), su literatura. (O)