Lavar la vajilla es, obviamente, una cuestión de aseo, pero los alcances de este tipo de higiene van mucho más allá, y es que no se trata solo de lavar y enjuagar, el aseo correcto consta de tres fases: eliminar residuos, uso de detergentes y desinfectar las piezas.

De no llevarse a cabo este proceso puede poner en riesgo la salud de quien los usa, ya que los microorganismos, como hongos o bacterias de todo tipo se multiplicarán.

A la hora de elegir el lavavajillas o detergente para platos, se deben optar por los que poseen sustancias capaces de eliminar suciedad y grasa.

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Y sobre la desinfección, que es la que eliminará todo rastro de bacterias, se puede utilizar temperaturas altas (más de 65°C), radiación ultravioleta o elementos químicos, como los biocidas, que sean estrictamente destinados a este uso para evitar problemas posteriores.

Lleno de gérmenes

Varios estudios han demostrado que la esponja que se utiliza para lavar la vajilla es un cultivo de bacterias, por los residuos y suciedad con los que entra en contacto y por la humedad permanente.

Una forma de desinfección es usar un poco de lejía para lavar platos. Se prepara una mezcla de nueve partes de agua y una de lejía, y se aplica a la esponja y se la deja actuar unos 20 segundos, para después enjuagar.

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Otra sugerencia es cambiarla de manera regular, para evitar la acumulación de bacterias u otros microorganismos. (I)