En las primeras semanas del año escolar hasta el niño con más confianza puede sentirse inseguro: tantas clases, maestros y grupos nuevos, además de la presión para probar nuevas actividades extracurriculares, deportivas y hasta distintas personalidades.

La pubertad es un tiempo agitado para ambos géneros, pero las niñas viven una baja mucho más pronunciada en esos niveles.

En el libro The Confidence Code for Girls (El código para la confianza de las niñas), las autoras Claire Shipman, Katty Kay y Jill Ellyn Riley trabajaron con la encuestadora Ypulse para realizar un sondeo de más de 1.300 niñas de entre 8 y 18 años, así como de sus padres. “Encontramos que los niveles de confianza en sí mismas se desploman 30 por ciento entre los 8 y 14 años. A esta edad, cuando las niñas se aproximan a su nivel más bajo, la confianza de los varones es 27 por ciento mayor”. Los efectos son duraderos.

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Señales de inseguridad
Así que ¿cómo puede uno notar las señales de ese desplome en una hija o ser querido?

• Menos disposición a tomar riesgos, a intentar cosas nuevas o a fracasar.

• Renuencia a hablar durante sus clases, a practicar un nuevo deporte o a entrar en contacto con un compañero nuevo.

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• Empiezan a sobrepensar cada acción, a querer satisfacer a los demás y a buscar la perfección.

Lo bueno es que la confianza también puede ser incentivada y nutrida –incluso creada– en estos años de turbulencia. La dieta diaria debe incluir una porción de riesgo y del fracaso.

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No es fácil convencer a las niñas de que se lancen hacia lo riesgoso cuando hay posibilidad de fallar y de que apaguen esa banda sonora constante en sus cabezas que dice cosas negativas. Así que aquí van algunas recomendaciones:

• Hagan una lista en conjunto de qué es lo peor que podría pasar. Acompañarla a revisar los miedos que ella tenga deja en claro que es muy poco probable que suceda algo catastrófico y que ella podría manejarlo si es que sucede.

• Anoten también los riesgos que ha tomado antes para hablar sobre qué aprendió de ellos: recordar esas experiencias muy probablemente la hará sentirse más valiente.

• Fomente que ella sea su propia entrenadora: encuentren frases positivas que pueda usar para motivarse. “¡Ya has hecho algo así antes!”, “¡Sí puedes!”. Con el tiempo pensar en estas motivaciones se vuelve casi automático cuando está en situaciones temerosas.

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Habrá fracasos, eso es algo inevitable, sobre todo si primero se asumen riesgos. Es clave que ella aprenda a sobrellevarlo, a normalizarlo y recuperarse para que esté lista cuando vuelva a suceder. Para que todo esto cale en nuestras hijas y jóvenes, debemos ser modelos al tomar riesgos y asumir los fracasos.

Interactúe con su hija
• Discuta qué tantos nervios tiene usted: ella debe saber cuando le preocupa un nuevo reto o hay algo que teme probar. Incluso es mejor volverla a ella parte del proceso al preguntarle su opinión al respecto; se sentirá como la experta porque ella misma interiorizará el consejo que dé.

• Acumule historias de fracaso. Mientras más, mejor. Hable sobre qué pasó para que ella sepa qué significa equivocarse y recuperarse. Si nosotros también estamos obsesionados con ser perfectos las niñas lo absorberán de manera poco saludable, sin importar si les damos muchos libros o listas sobre incentivar la confianza.

• Reconozca las fallas. Cuando usted también tiene una obsesión con algo o solo imagina el peor escenario, admítalo y exhíbase así con ella. Reconocer sus propios patrones tóxicos la ayudará a reconocerlos en ella misma.

Esto es particularmente importante para los padres: si el año escolar es complicado, no entre en pánico e intente solucionar los retos en su camino. Mejor recuerde que ella se beneficia al enfrentarlos. Librar un camino con muchos topes y baches genera más confianza en uno mismo que superar un camino sin problemas. Fuente: NYT