Algunos niños necesitan más que reconocimiento y felicitaciones. Los premios pueden ser eficaces en la edad escolar (usualmente entre los 6 y 12 años), siempre y cuando los padres hayan definido con claridad las metas de comportamiento que esperan.

La Academia Estadounidense de Pediatría recomienda hacer un cuadro sencillo que especifique el comportamiento deseado, así como el momento (horarios) y la situación en la cual debe ser demostrado.

Este calendario debería cubrir la semana o más. Debería marcarse el progreso diario, para mantener el nivel de entusiasmo. Decidan cuántos puntos amerita la incidencia de conducta positiva. En una columna de totales, sume los puntos. Símbolos como estrellas o caras felices funcionan mejor para los más pequeños.

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Premios apropiados

Los pequeños premios se entregan al lograr una cantidad predeterminada de puntos al final de cada semana, con recompensas mayores al cumplirse un periodo mayor o al alcanzar un gran puntaje. Mantenga el cuadro en un lugar visible para la familia, de modo que pueda servir como una fuente de motivación y refuerzo.

Haga una lista de los premios que su hijo recibirá por un determinado número de puntos. Deben ser premios significativos para sus hijos y ellos deberían participar en la selección. No se fijen solamente en qué quieren en ese momento o qué está de moda. Consideren sus intereses permanentes, lo que aman.

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Evite las humillaciones

Este cuadro es una medida de éxito, no de fracaso. Evite las penitencias y humillaciones, que solo harán que los niños desistan antes de intentarlo. Use otras formas de hacerlos reflexionar, como el tiempo fuera.

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El punto de la AAP es que, gradualmente, este programa perderá vigencia a medida que sus hijos internalicen el comportamiento, al finalizar la niñez. Con la adolescencia perderán el interés de estar al tanto de sus puntos.

Empiece sin prejuicios

Nadie quiere que los niños solo hagan caso cuando les ofrecen helados. Se supone que los padres quieren que sean personas que aprecien vivir en un ambiente limpio y ordenado. En otras palabras, que el comportamiento deseable quede instalado de forma permanente. ¿Será que los premios arruinan esto?

En 2001, la psicóloga Judy Cameron, del Departamento de Psicología Educativa de la Universidad de Alberta, en Canadá, repasó los efectos de los premios en la motivación para diferentes tareas, y concluyó que los premios estimulan la cantidad de tiempo que alguien pasa en una labor poco atractiva.

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Haciendo un metaanálisis de 96 estudios previos sobre el tema, resumió que “la gente que recibió un premio no está menos dispuesta a estudiar o trabajar ni tiene una actitud desfavorable hacia las tareas que la gente que no fue recompensada”.

La naturaleza del niño

Los premios facilitan lo que el doctor Alan Kazdin, director del Centro de Crianza de Yale y autor del método Kazdin para criar al niño desafiante, llama “práctica repetida”. Mientras más el niño hace aquello por lo que usted lo incentiva (limpiar, comer con cubiertos, dominarse antes de una rabieta), ese comportamiento se vuelve rutina y, eventualmente, se convertirá en parte de quien es.

Los padres asumen que conocimiento y entendimiento son suficientes para cambiar la conducta, pero la verdad que los adultos sabemos que debemos ejercitarnos a diario y comer cinco porciones de frutas y vegetales, pero pocos lo hacemos. La gente que lo logra, es porque se esfuerza hasta crearse el hábito.

¿Cuándo parar los premios?

El doctor David Anderson, director del Centro de TDAH y Desórdenes de Conducta en el Instituto de la Mente del Niño en Manhattan, dice que los premios que apuntan a un comportamiento en especial solo son necesarios por unas pocas semanas o meses, y luego hay que pasar a la siguiente meta.

“A medida que se formen hábitos, necesitará dar premios con cada vez menor frecuencia o estará cambiando a nuevas áreas”, explica. Llegará el momento en que podrán guardar el cuadro de recompensas.

¿Es ético dar premios?

A algunos padres les preocupa estar sobornando a sus hijos. Anderson señala que en la vida adulta también nos encontramos con estímulos. Solo que no los destacamos o no nos hemos dado cuenta de lo que son. Usted trabaja extrarrápido para salir temprano. O para pedir un aumento. Va al gimnasio toda la semana y se compra un café con crema el sábado. Es parte de la vida diaria.

Las vidas de sus hijos están llenas de premios, antes de que usted implemente el sistema. van al cine, a la zona de juegos, comen pizza y helado. Así que al premiar, no tiene que añadir más a eso, “sino retomar aquello que ya les está dando”, dice Anderson.