Por: Gustavo Costa von Buchwald, para La Revista
El origen de los títeres es tan remoto como los hombres. El cronista español Bernal Díaz del Castillo, quien acompañó a Hernán Cortez en su expedición a Honduras, lo registró así: “Los indios saben jugar de mano y hacer títeres”. En el Diccionario de la Real Academia Española justifica su origen con la descripción de figurillas. Los cuerpecitos silban y parecen decir “ti-ti”, por eso se llaman títeres.
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Inicios de su arte
Mi tía Ana von Buchwald nació en Guayaquil el 6 de marzo de 1930. Sus padres fueron Federico von Buchwald Mesones y María Esther Pons, ambos ecuatorianos. Desde siempre ha sido muy puntual. Cuando la he visitado, siempre me solicita que le indique la hora para estar preparada con su amabilidad de siempre.
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Cursó la primaria en La Inmaculada y la secundaria en el Colegio Nacional de Señoritas Guayaquil. Después siguió artes plásticas en el Colegio de Bellas Artes Juan José Plaza, donde se graduó en 1958.
Por sus méritos académicos en el colegio Guayaquil la contrataron como profesora para que dictara clases de Dibujo e Historia del Arte. También dio clases en los colegios Liceo Panamericano y Americano.
Sus grandes maestros
En el colegio de Bellas Artes fue compañera de clase de Enrique Tábara, Luis Miranda y Estuardo Maldonado, y tuvo como profesores a Hans Michaelson, Alfredo Palacios, Luis Martínez y más.
Nació una bonita amistad con Hans Michaelson, en especial por ser paisanos alemanes y porque él no tuvo egoísmos en enseñarle lo que sabía. Dice Ana: “Algo que admiraba de Michaelson era su ejemplar disciplina y puntualidad”. Michaelson, por su parte, comprendió el deseo de Ana de aprender. Esa educación en las artes duró seis años.
Con su esposa, Elsa de Michaelson, también entablaron una bonita amistad, que duró por el resto de sus vidas. Alfredo Palacios era el director del centro de educación, pero para él los estudiantes era sus amigos. Ana, a quien también le dicen Anita, considera su temporada en el colegio de Bellas Artes como una de las más agradables de su vida.
¿Cómo nacieron los títeres?
Ana siempre tenía el deseo de hacer teatro infantil, pero había problemas con las clases y los profesores por ser algo muy nuevo en el colegio Guayaquil. Así que comenzó como una materia adicional: Teatro de Títeres. Para las alumnos era algo bueno porque adquirían soltura y personalidad, pero para Ana su gozo era hacer los títeres y decorarlos. Y con el tiempo también aprendió a verlos como parte de su familia, por ello su gusto por vestirlos.
Todos los títeres eran hechos solo por ella, y algunos eran usados para otras obras, pero con diferente ropa. Ana indica: “Yo no sabía cómo hacer un títere, así que pensé en elaborarlos con papel higiénico y agua”. Luego de desaguarlos, los cernía y los mezclaba con harina y hacía la pasta. “Nunca usé almidón”. En su vida fabricó más de 300 títeres. Todos tenían que tener ligeramente abierta la boca para asumir a la distancia que estaban hablando. También eran huecos para evitar el peso en la función.
Ofreció espectáculos en el Teatro Experimental del Centro de Arte, Fundación Niños con Cáncer, Teatro Experimental Centro Comercial Albán Borja, Sociedad Femenina de Cultura, Centro Cívico, Asociación de Titiriteros del Guayas, entre otros.
Los guiones de los cuentos
¿Cómo estructuraba una obra de títeres? Primero escogía unos cuentos y los adaptaba al diálogo, dibujando parte del escrito. Después elaboraba los decorados del teatro adonde se iba a presentar la obra. Existen unas 50 obras de títeres presentadas por Ana von Buchwald. Entre las más importantes tenemos Asamblea de mujeres, Caperucita Roja y el lobo feroz, El baratillo de la sinceridad, El rabo de diablo, La bella durmiente, La liebre y la tortuga, La hilandera de oro-rumplestizehen, Juan Pueblo justiciero, El pícaro burlado, La voz de la conciencia, Mi eterno amigo, Montesco y su señora, El negro calculador, El ángel de los niños, El gigante egoísta y la rana sabia.
Ana nos indica que las obras de ella son para enseñar valores a los alumnos y público en general. Lo que ella considera es que a través de los títeres ha enseñado cómo dar ciertas moralejas de vida y soluciones a problemas diversos mediante el texto que se trataba en la obra.
Una moraleja que tiene mucha actualidad para ella es: “El que mal anda, mal acaba”, que quiere decir que uno debe cuidar sus amistades y los padres deben saber con quién andan sus hijos. Se siente contenta de que estas enseñanzas siguen siendo impartidas por su equipo de titiriteros, quienes continúan con su arte, ahora que a sus 88 años ya no es tan activa como antes.
Concluye diciendo: “Todos venimos a hacer algo en la vida, lo mío fueron los títeres. Son mi aporte, mi forma de llegar a los niños”. Gracias, tía Anita, por ese gran regalo que has entregado con alegría a tantas generaciones de guayaquileños.