Una relación saludable de pareja se compone de varios elementos, esencialmente necesita respeto, tolerancia, comprensión, autonomía personal y acuerdos entre dos. Es el consenso de la literatura sobre el tema.

Cuando no se experimentan estas situaciones en conjunto es una señal de alerta máxima. El amor se ha deformado y las personas podrían estar envueltas en un vínculo tóxico, desde la dependencia o la codependencia emocional.

Relaciones sin futuro

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El dependiente emocional ha tenido un déficit afectivo muy fuerte, que puede venir desde la niñez o adolescencia. Ha tenido que hacer muchos esfuerzos por conquistar el amor de los padres. Por alguna razón u otra, estos no pudieron darle el espacio afectivo seguro que necesitaba, y así la persona estuvo mucho tiempo privada de la seguridad que brinda el afecto incondicional.

Entonces, busca ese afecto en lo que la psicóloga clínica Sonnia Navas Gafter llama parejas imposibles: gente con la que no van a poder tener una relación plena.

“Ahí aparece la mujer que siempre está enamorada de un hombre casado. Ella quiere conquistar el amor de alguien que no se lo va a dar, porque lleva ese hábito de lograr algo inalcanzable, que le viene de su historia personal”. La situación se va reproduciendo en su vida de pareja.

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El dependiente desarrolla un deseo permanente de satisfacer a los demás para conseguir aceptación. Se empeña en relaciones que no tienen futuro. Y desde siempre, las relaciones difíciles son las que generan las más altas pasiones: amor, odio, rechazo, todo con intensidad.

“Hay mucha química, que hace que la persona se aleje mil veces del que no lo quiere lo suficiente, y vuelva a caer”. ¿Pero cómo, si la persona cree amar profundamente? No hay afectos profundos involucrados en la dependencia, sino un desequilibrio químico, precisa Navas, “por eso la relación se vuelve adictiva”.

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La persona dependiente emocional está convencida de que tiene que luchar para recibir amor. No puede enamorarse de una forma recíproca y sana, sino que emprende lucha de poder y control.

Rasgos de dependencia

Siempre hay una excusa para lo que hace el otro. El dependiente disculpa cualquier maltrato. Está atravesando un momento de muy baja autoestima. Lo han abandonado, se ha divorciado, lo han despedido del trabajo. Vulnerable, sale a buscar quien lo socorra. Envía una señal de indefensión.

Un riesgo es que es fácil, en esta situación, encontrarse con alguien que termine adueñándose de la persona vulnerable. “Aquí vienen los modelos de sometimiento. Alguien se te impone y lo aceptas. Te abandona y lo buscas más”.

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¿Cómo romper el ciclo? Esto es una conducta adictiva y, en opinión de Navas, debe abordarse como tal. Se empieza por crear objetividad. El dependiente cree cosas que no son reales. Por ejemplo, justifica al otro porque ‘está muy ocupado’, cuando la evidencia dice que hace un mes que no se ven.

En ocasiones, la persona tendría que trabajar con un equipo: psicólogo y psiquiatra, “porque hay estados de ansiedad tan elevados que requieren medicación”.

Como un primer ejercicio, Navas propone unas preguntas básicas. Busque en su memoria, ¿cuántas veces ha tenido que luchar por conseguir la aceptación del otro? ¿Quién es la persona de su familia de origen por la que tuvo que luchar a brazo partido para que lo aceptara?

“Los niños deben ser queridos por sus padres porque sí, porque son hijos. No deben luchar por ese derecho. Tener que hacerlo los desajusta tanto que van por la vida persiguiendo esa meta inalcanzable, y son muy atropellados por quienes perciben esa vulnerabilidad”.

¿Hay recuperación? “Sí”, asegura Navas. “Hay pacientes a los que les ha ido muy bien. Pero como en toda adicción, tienen que caer, tocar fondo”.

El otro: la codependencia

Si por un lado de la moneda están los dependientes emocionales, quienes tienen una necesidad excesiva de ser queridos, en la otra cara están los codependientes emocionales.

Ellos no están desesperados por recibir el afecto, como los primeros. Su complacencia va por satisfacer los deseos del otro.

“Cree que debe hacer feliz al otro, a los demás, para él poder ser feliz”, señala la psicóloga Paquita Brito Clavijo.

Se trata de personas también con baja autoestima, inmaduras e inseguras. Tienen miedo de ser ellos mismos, de triunfar por su cuenta. Por eso se esconden tras este falso altruismo, que lo interpretan en darle gusto a los demás, no a sí mismos, y sin pedir nada a cambio.

Por lo general, la persona codependiente coexiste con el dependiente. “El dependiente tiene la habilidad de hacer del codependiente su víctima”, explica Brito. “Así, el codependiente solo quiere mejorar para hacerle feliz al otro, porque sabe que haciendo esto, no lo va a perder. Le da inseguridad perder la relación de amor”.

Esto se refleja tanto en situaciones familiares como de pareja. En el primer caso, por ejemplo, se refiere a los padres que les expresan a sus hijos que para ellos puedan estar bien, los menores tienen que estar bien. Por eso les complacen en todo y hasta los sobreprotegen.

“La codependencia también supone una adicción a la dependencia de los otros, como de los padres a sus hijos”, dice Brito, quien además es terapeuta.

Puede ocurrir que uno de los progenitores presiona a su hijo mayor a suplir las funciones del padre que acaba de fallecer, aunque no está preparado para eso ni le corresponde. Le encarga tareas que le hacen pensar que la vida de los demás está en sus manos, y le hace sentir culpable cuando sus labores no funcionan.

Justamente, dice Brito, el codependiente se forma a partir de este tipo de trauma familiar y otros. La persona crece creyendo que todo lo hace mal. Para reivindicarse, en su adultez quiere ganarse la buena opinión de los demás y ser considerado bueno.

De ahí que en las parejas puede surgir codependencia emocional. Sucede cuando uno de los dos acepta las críticas sin fundamento del otro y, al mismo tiempo, lo perdona siempre de sus faltas porque se cree con el poder y el control de salvar al otro y su relación.

Víctimas de la situación

La codependencia emocional es muy común en las uniones donde uno de los dos mantiene una adicción o hay infidelidad. El codependiente se cree el eterno salvador de su pareja, el rescatador de la relación. Pero, como no puede conseguirlo, es al mismo tiempo la víctima de la situación.

“Un codependiente emocional es infeliz toda la vida”, agrega Brito. “Cuando uno es feliz es porque tiene el deseo interno de una satisfacción. Pero si esa satisfacción ocurre en función del otro, su deseo está anulado y no le permite ser feliz”.

Por eso, añade la especialista, los codependientes tienen mal genio, frustraciones, a veces estallan, gritan, se desquitan con otros. “Son víctimas de la situación, pero no hacen nada para salir de eso”.

Es complejo reconocer esta patología. El afectado no es consciente de lo que hace y por qué lo hace. “Porque creen que si todo lo aceptan, van a ser catalogados de buenos, tienen mucho miedo al juzgamiento del resto”.

No obstante, el día que decida que algo lo molestó tanto, de su pareja o de su familia, que ya no lo puede soportar más, deberá ir a terapia. Allí el especialista le ayudará a visualizar su enfermedad. “Tienen que aprender la importancia de conocer su valor y su realidad. Saber quiénes son, hasta dónde van sus deseos, y cuáles son sus metas personales”. (D. V., G. Q.)

El dependiente emocional se empeña en conseguir aceptación. No hay afectos profundos involucrados en la dependencia, sino un desequilibrio químico, por eso la relación se vuelve adictiva.Sonnia Navas