Las burlas de sus compañeros por sus problemas de audición lo tenían desmotivado y con tristeza. Pese a que tenía buenas calificaciones en su clase, un día trató de ahorcarse con una hamaca en su domicilio en el norte de Guayaquil, pero su hermana evitó que se concretara esa decisión. A más de eso, la vida de Roberth ingresó a la espiral de la adicción cuando en el baño donde practicaba fútbol le dieron a probar la droga conocida como H. Durante dos años vivió esclavizado a esa sustancia.