Cuadrillas de obreros municipales laboraron durante varias semanas en el último semestre del año pasado para la remodelación del parque Central de la parroquia Chongón.

La obra, que tuvo un costo de 485.253,44 dólares, será entregada a la comunidad en los próximos días por parte del cabildo porteño.

En este espacio público existe un monumento que data de hace varios siglos y que es protagonista de una famosa leyenda en esta parroquia. Se trata de la escultura de un mono que yace sobre un pedestal.

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Pero una figura de san Jerónimo, ubicada en la iglesia a pocos metros del parque, también forma parte importante de esta historia, que ha sido transmitida de generación en generación por los parroquianos.

En el libro Leyendas, tradiciones y páginas de la historia de Guayaquil, publicado por el cronista Gabriel Pino Roca en 1930, se narra esta leyenda. En la publicación, el historiador cuenta que en 1594 el español Juan Enrique de Guzmán arribó a Chongón, donde ya vivían nativos.

Según Pino, ellos rendían tributo a un simio y describe que la figura estaba en posición de saltar y “groseramente tallado en piedra gris dura”. Cinco años después, los padres dominicos celebraron la primera misa oficiada para san Jerónimo, cuya imagen había sido tallada en Quito.

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La capilla de los dominicos había sido instalada frente a la escultura del mono.

La particularidad de esta figura era de que los nativos besaban la cola del mono. Según pobladores, este acto lo hacían para buscar suerte y pedir favores en actividades de pesca. Cabe destacar que esta práctica se mantiene entre los parroquianos más antiguos.

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A los religiosos no les hacía gracia que los comuneros, al salir de misa luego de haber celebrado a san Jerónimo, se postraran ante el mono, dando la espalda a la iglesia.

Según Pino, fray Baltazar de la Cava dispuso retirar la figura del simio y abandonarla entre la maleza. Un día después, la escultura de san Jerónimo desapareció y los nativos no acudieron a misa. Luego de una incansable búsqueda hallaron las dos figuras juntas entre los montes.

Tiempo después, y al mantenerse la práctica de besar la cola al mono, el religioso ordenó sepultar la escultura del mono en un pozo. Pero nuevamente, la figura de san Jerónimo desapareció y fue hallada, junto con la del simio, en el fondo del pozo.

Ante esto, según la publicación de Pino, los nativos y religiosos decidieron que las figuras convivan a pocos metros. Así, el simio se mantuvo en la plaza y san Jerónimo, en el templo. (I)

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