Arrodillada al pie de la bóveda de Flor María Rodríguez, su madre fallecida hace cuatro años, Sara Sánchez rezaba fervorosa con los ojos cerrados. De vez en cuando se le escapaba uno que otro sollozo que motivaba pausas en medio de las oraciones, entonces, abría los ojos y fijaba la mirada en la lápida, donde se leían las fechas de nacimiento y muerte de su progenitora, que gozó de vida terrenal durante 92 años.
A esa escena la acompañaba de fondo, con volumen muy bajo, la frase “Oscura soledad estoy viviendo/ la misma soledad de tu sepulcro...”, que corresponde a un fragmento del tema musical Amor eterno, interpretado por la cantante fallecida Rocío Dúrcal.
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La melodía salía de los parlantes que se ubicaron en un altar instalado al pie de la cruz alta de la puerta número uno del Cementerio Patrimonial, por el lado de la calle Julián Coronel.
Esa y otras canciones matizaron el ambiente en esa parte del camposanto poco antes de las 11:00 de este miércoles 2 de noviembre, hora en que se celebró una misa campal para conmemorar el Día de los Difuntos, fecha que se recuerda en el territorio nacional.
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De 52 años de edad y docente de profesión, Sara Sánchez aprovechó la suspensión de las clases presenciales en Guayaquil, Durán y Samborondón (Zona 8) y en Esmeraldas para visitar la tumba de su mamá y la de otros familiares.
No obstante, confesó haber salido con miedo de su casa, en la ciudadela Guangala, por los ataques violentos que se han registrado en la urbe porteña entre la madrugada del martes 1 y miércoles 2.
Atentados armados y con explosivos en sedes policiales, en un centro de salud de Bastión Popular, en una Unidad de Vigilancia Comunitaria (UVC) de Los Esteros se contaron entre los más recientes hechos de dos jornadas violentas que surgieron en el contexto del traslado de un grupo de reos de la Penitenciaría del Litoral hacia otros centros carcelarios del país, como El Rodeo, en Manabí.
Cinco policías asesinados, daños materiales y 36 aprehendidos son parte de los resultados de la violencia criminal y de acciones gubernamentales como la declaratoria de estado de excepción en Guayas y Esmeraldas, con un toque de queda que rige de 21:00 a 05:00.
“Situaciones terribles, parece que se le escapa al Gobierno de las manos poder manejar esta situación. Cómo no va a dar incertidumbre, miedo, porque ni por más valientes que seamos estamos, prácticamente, amenazados por personas que son de lo peor y con tanto poder que ellos tienen”, mencionó la mujer que preveía regresar del cementerio a cumplir con trabajo virtual.
Como ella, pocas personas visitaron el Cementerio Patrimonial durante la mañana de este 2 de noviembre, un día en el que si bien no fue feriado el trajín resultó atípico por el temor sembrado por grupos delictivos a los que se atribuyen los ataques perpetrados. Pocos vendedores de flores se ubicaron en cada uno de los accesos de este camposanto y las calles no tuvieron restricciones.
Sí se observó presencia de uniformados en varios sectores. “Va a ser diferente este año en esta fecha, porque la gente del miedo no quiere salir a ponerse en riesgo por gusto”, comentó Raúl Bravo, quien llegó a visitar la tumba de su esposa fallecida hace catorce años.
El feriado propio de la época se inicia este jueves 3, por la Independencia de Cuenca, sigue el viernes 4 con el traslado del Día de los Difuntos y se une al fin de semana.
Gloria Reyes y su hermana Lupe entraron alrededor de las 09:30 por la puerta número tres del Cementerio Patrimonial para visitar a cinco parientes fallecidos. Eran de las pocas personas que a esa hora se veían en ese tramo del camposanto.
Gloria, doctora de profesión, contó que acudió al dispensario médico donde labora, en el suburbio de la ciudad, pero debió regresarse porque la atención al público se suspendió para salvaguardar tanto la seguridad del personal como de los pacientes. Por eso pudo visitar a sus seres queridos.
En otros cementerios del Puerto Principal también se registraron pocas visitas, así como escasa presencia de vendedores de flores y arreglos propios de la fecha.
Carlos Maiza, quien vende arreglos frente a Jardines de Esperanza, mencionó que estos hechos violentos han dificultado incluso la llegada de la materia prima con la que trabajan y la que recibieron les llegó a un costo más alto del usual. Una caja de flores que usualmente compra en $ 2 esta vez le costó $ 5.
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“El personal de floreros que trae para acá los diferentes productos tiene miedo por el problema que estamos pasando. Entonces, traen pocas flores, pero traen más caras”, refirió el comerciante.
En Jardines de Esperanza algunas familias visitaron a sus seres queridos. Reunidos en grupos rezaban, cantaban y recordaban anécdotas que sus parientes tuvieron en vida.
Manuel Mera, por ejemplo, destacó la capacidad que su hijo José, quien falleció a los 33 años de edad, tenía para dominar la tecnología. (I)