Dueño de una personalidad que quienes lo conocieron no olvidan a pesar de los años. Carlos Pérez Perasso fue un hombre que hizo de su devoción por el periodismo un medio para servir con responsabilidad, sentido crítico y equilibrio, valores que caracterizan a EL UNIVERSO, Diario que él dirigió entre 1973 y 2002.
Este lunes 7 de noviembre se cumplen dos décadas de su deceso. Y el legado del periodista y empresario guayaquileño, quien falleció a los 67 años, sigue vigente en El Mayor Diario Nacional tanto en el ámbito laboral como en el humano, con sus hijos Carlos, César y Nicolás. Ellos están frente a la dirección.
Publicidad
El profesionalismo y entrega de Carlos Pérez Perasso trascendieron a nivel continental y lo ubicaron como un referente del periodismo.
Graduado en la Universidad de Syracuse, en el estado de Nueva York, Estados Unidos, en 1957, Carlos Pérez Perasso regresó a Ecuador ese mismo año y fue nombrado asistente de la Dirección de EL UNIVERSO, rol en el que se definió como “el hombre que hacía de todo”.
Publicidad
Falleció Nuestro director Carlos Pérez Perasso
Y es que en esa función cumplía todas las tareas que su padre, Ismael Pérez Castro, le asignaba.
En 1967, a la muerte de su progenitor, pasó a ocupar la Vicedirección y en 1972 fue nombrado codirector. Al año siguiente le correspondió dirigir el montaje y la puesta en funciones de la moderna rotativa Goss Mark-II, de impresión tipográfica, que fue la última adquisición técnica hecha por su papá.
Casi 30 años al frente de la Dirección
Ya en 1973 asumió la Dirección hasta el día de su muerte: el 7 de noviembre del 2002. Desde entonces lideró un proceso de modernización técnica para la conversión del sistema de impresión del diario de tipográfico al del fotopolímero.
“Don Carlos fue el director de las transformaciones en EL UNIVERSO. Con él pasamos de un edificio patrimonial en el centro, en el que los espacios eran ya insuficientes, a un verdadero complejo en el sur de la ciudad con enorme infraestructura”, expresa Robert Zea, exeditor de Estilo.
El edificio ubicado en la avenida Domingo Comín fue inaugurado en 1993 y dos años después, el 1 de diciembre, se imprimió en esas instalaciones el primer ejemplar de EL UNIVERSO en la nueva rotativa Offset.
Con eso más los talleres complementarios de procesamiento de textos por computador y de imágenes mediante fotoelectrónica, el Diario se colocó a la vanguardia de las técnicas de impresión.
Pero la visión de Carlos Pérez Perasso no se ciñó al producto impreso, y en junio de 1996 El Mayor Diario Nacional incursionó en el ciberespacio con la página web www.eluniverso.com, que en la actualidad se ubica entre los medios más consultados del país.
A lo largo de la administración del matutino, don Carlos, como lo llamaban sus conocidos, también impulsó el periodismo desde otros frentes. Por ejemplo, en 1980 promovió y cofundó la Escuela de Periodismo de la Universidad Laica Vicente Rocafuerte, de Guayaquil, que inició sus cursos ese mismo año. En 1985 se convirtió en presidente fundador de la Asociación Ecuatoriana de Editores de Periódicos (Aedep).
Más adelante y durante el resto de su vida estimuló todas las actividades relacionadas con la capacitación permanente de los comunicadores, tanto que en 1996 se inauguró la Fundación EL UNIVERSO al terminar la remodelación del viejo Templo Masónico, en el cual funcionó el Diario desde 1932.
Dicha instancia surgió con el propósito de divulgar conocimientos periodísticos y culturales y compartirlos con periodistas de todos los medios de información del país. Decenas de profesionales pasaron por talleres, conferencias y seminarios impartidos allí. En este contexto, en 1996 se publicaron catorce libros de diversos autores, patrocinados por el Diario.
Casa adentro, Carlos Pérez Perasso también abrió capacitaciones en el periódico y trajo grupos de instructores españoles, norteamericanos y latinoamericanos, para modernizar el contenido del rotativo.
“Fue el primer periodista-empresario que conocí en el oficio. Una dualidad antiguamente poco comprendida por quienes creían que las ideas circulaban solas y no a través de una máquina que las imprima en el tiempo adecuado, lo cual significaba invertir y gestionar el negocio de la comunicación. Y él lo hacía eficientemente”, menciona Gustavo Cortez, exeditor general de EL UNIVERSO y actual columnista del Diario.
Él refiere que desde la prensa, don Carlos apoyaba cuanta medida se debía empujar para bien del país, así como criticaba fuertemente las situaciones que podían afectar a la sociedad. Aquello reflejaba su espíritu patriótico.
“Por la tarde bajaba a la Redacción y se sentaba en la mesita de jefatura a leer con mirada crítica algunos de los contenidos, sobre todo los políticos, con el afán de que tengan equilibrio y dimensiones adecuadas. Lo hacía sigilosamente, sin hacer ruido. Pero su presencia era tan fuerte que sin escucharlo o verlo, todos los periodistas sabíamos que ahí estaba, al mando de la nave”, dice Cortez.
De una calidad humana inolvidable
Riguroso, humano, mesurado y sin alardes de grandeza, así recuerdan a Carlos Pérez Perasso muchos profesionales que colaboraron con él, como María Elena Arellano.
“Era un director muy cercano al personal, él estaba siempre pendiente de todos, sabía inclusive las necesidades de cada persona. Muy cercano en cuanto a estar pendiente del bienestar de su personal, de los compañeros. Si alguien estaba enfermo, si alguien necesitaba una ayuda económica, él hacía una labor silenciosa en ese sentido, porque no era de hacer alarde de eso”, describe la periodista que fue parte del Diario entre 1987 y 1998.
Ella fue testigo de cuando don Carlos trajo de Estados Unidos un medicamento que necesitaba Gustavo Solís, uno de los periodistas de la época ya fallecido, para tratarse la meningitis que lo afectaba, pues en ese tiempo dicho fármaco no se conseguía en el país.
“Yo soy consciente de la atención que le puso don Carlos Pérez al caso, estuvo en todo momento presto a ayudarlo. Eso no lo hace cualquiera. A mí eso se me quedó grabado, me pareció un gesto muy noble de su parte, muy grande”, destaca Arellano.
De esa generosidad hay varios testimonios que quienes lo conocieron tienen presente, al igual que no olvidan la costumbre que él tenía de dar una palmada en el hombro a sus trabajadores, a manera de saludo que más allá de una formalidad denotaba afectividad para muchos.
“Su bondad era ilimitada. Su leal guardaespaldas, José Ordóñez, me relató que como vivía lejos para acudir hasta la casa de don Carlos le fue a solicitar un préstamo para comprar una moto; sin embargo, don Carlos lo llevó a una de las bodegas y le dio las llaves de una camioneta Datsun, de las pequeñas que circulaban por la ciudad, y se la regaló por su esmero y dedicación”, cuenta Darwin Herrera, quien se desempeñó como editor nocturno en el Diario.
Germán Arteta Vargas, otro excolaborador de EL UNIVERSO, dice que Carlos Pérez Perasso trabajó y enseñó a hacerlo, pero que en medio de la presión y premura que suele haber en el ejercicio periodístico, siempre se dio tiempo para estar pendiente de la gente que lo rodeaba.
“Me agradó su cordialidad y la manera de recibir a la gente que buscaba exponerle alguna inquietud: mirando a través de sus bifocales, advertía la presencia de alguien y hacía la señal con las manos para que el interesado avanzara hasta su escritorio. Casi nunca encontré cerradas las puertas de su oficina”, rememora él.
Actividades y distinciones
Carlos Pérez Perasso fue miembro de la Junta de Beneficencia de Guayaquil. Entre 1988 y 1990 fue comodoro del Yacht Club de Guayaquil, también se desempeñó como miembro de la Junta Consultiva del Ministerio de Relaciones Exteriores.
Desempeñó el rol de presidente del Consejo Scout Nacional, miembro de la Cruz Roja y de la Junta Cívica.
Entre los reconocimientos que recibió constan su nombramiento como Caballero, Gran Cruz de la Orden al Mérito Civil de España, recibida de manos del rey Juan Carlos I.
También, la medalla Al Mérito Profesional en el grado de Gran Oficial, otorgada por la Presidencia de la República del Ecuador, en la presidencia del arquitecto Sixto Durán-Ballén. Medalla al Mérito Cultural, entregada por el Congreso Nacional del Ecuador en 1999.
Igualmente, entre sus reconocimientos se cuentan la Barra de Plata de la Orden Honorato Vázquez de la República del Ecuador y la medalla Al Mérito Cívico otorgada por la Asociación de Radio y Televisión del Ecuador (AER), en el 2001.
Recibió, además, la máxima distinción al periodismo continental, que es el Premio María Moors Cabot, y que lo había obtenido en 1953 su padre, Ismael Pérez Castro. (I)