Llegó y se instaló de forma violenta. Cuando se reaccionó fue ya tarde para muchos contagiados de COVID-19.

Murieron también en casas y en calles y sus familiares esperaron por días para que retiren sus cuerpos. A otros los buscaron entre los miles de cadáveres apilados en hospitales y en morgues móviles. Mientras a la par, otros miles de ciudadanos clamaban medicinas, oxígeno, comida, dinero... Otros perdían sus empleos y desesperados buscaban el alimento diario para su familia, en medio de medidas restrictivas como la cuarentena obligatoria, estado de excepción, toque de queda...

Eran escenas de llanto, de angustia, de frustración e impotencia que en marzo y abril se repetían en diversos sectores de Guayaquil por la pandemia mundial del coronavirus, que en Ecuador golpeó primero y fuerte a esta ciudad. Pero a pesar de aquello, sus habitantes no se dejaron ganar, dieron batalla, y volvieron a empezar. Y siguen en la lucha.

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Se trata de la peor pandemia que ha golpeado a Guayaquil en estos tiempos, la ciudad que este viernes 9 llega a su bicentenario de independencia. Lo dice su gente y lo confirman sociólogos, historiadores y psicólogos.

"El COVID-19 ha sido una de las más devastadoras, sobre todo en el campo emocional, donde los guayaquileños (sus habitantes) experimentaron angustia, depresión , estrés... A pesar de ello, y sin que el virus se haya ido, los guayaquileños han resurgido con ese temple 'bien franco, muy valiente' (como dice la canción Guayaquileño, madera de guerrero, de Carlos Rubira Infante) del cual se caracteriza a la mayoría de sus ciudadanos, quienes día a día van buscando nuevas formas de avanzar mientras se vive en tiempos de pandemia", sostiene Stalyn Paz Guerra, máster en Psicología, director de la carrera de Psicología de la Universidad Politécnica Salesiana en Guayaquil.

Y si bien nadie estaba preparado para esta pandemia y hubo indisciplina en muchos aspectos, hay cualidades que de manera general le han permitido al guayaquileño levantarse de las tragedias, concuerdan expertos en temas sociales.

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"Es un guerrero permanente sí, tenaz... Guayaquil a lo largo de su despliegue enfrentó primero la viruela, la fiebre amarilla, la peste negra..., en los últimos 50 años, el dengue, la tifoidea, etc, hasta que vino la peor de todas que es esta, el COVID-19, es obvio que no nos cogió preparados, pero es obvio que no nos derrotó... También (sacó a relucir) al líder auténtico que piensa en la vida...; son más de dos siglos de una perseverancia del guayaquileño, una capacidad de resistencia frente a la adversidad, un sobreponerse, un llorar, caerse, levantarse, enjugarse las lágrimas y seguir...", dice Willington Paredes Ramírez, historiador, sociólogo y exdocente universitario.

Destaca la capacidad, para él, instintiva de "perseverar, perseverar y perseverar", uno de los valores del guayaquileño "que defiende la libertad", pese a los cambios psicosociales, lingüistas y culturales que afectan y que han evolucionado con el pasar de los años y épocas.

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"El guayaquileño por naturaleza es un hombre alegre, puede tener tristezas, pero de inmediato lo supera. Y una particularidad muy especial del guayaquileño es ser hospitalario, a todos les agrada recibir al foráneo, al hermano ecuatoriano. Aparte de eso, es un hombre trabajador, no conozco guayaquileño que se muera de hambre", menciona Guillermo Flores, doctor en Sociología y Contralor Institucional de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES).

Paz, Paredes y Flores resaltan esa perseverancia, la solidaridad y el voluntariado que desde siempre ha marcado a los habitantes de Guayaquil, más en tiempos difíciles.

"Ahora a pesar de las serias limitaciones económicas muchos se ayudan unos a otros, en ese sentir solidario de comprender el dolor ajeno. Existe la capacidad de resiliencia, que es la cualidad que nos permite sobreponernos a la adversidad", agrega el psicólogo Paz.

Manuel Capella, psicólogo clínico y social y docente e investigador de la Facultad de Ciencias Psicológicas de la Universidad de Guayaquil, la más grande del país, cita que hay que evitar romantizar y esencializar de manera general al guayaquileño, pues hay diversidad. Y la estructura social, la identidad cultural, entre otras, así como las condiciones para enfrentar sucesos como la pandemia hacen que la resistencia sea diferente, incluso con inequidades y vulneración de derechos, pues, dice, hubo muertes que pudieron ser evitadas.

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"No todas las comunidades son iguales en Guayaquil, hay unas que fueron mucho más golpeadas que otras... No es lo mismo resistir la pandemia para todas las comunidades cuando tienen sus derechos humanos y ciudadanos más o menos garantizados que cuando los tienen vulnerados”, indica.

A pesar de eso, a todos los marca la lucha por levantarse, por no dejarse vencer. Así se llega al bicentenario, de la lucha por la libertad a la lucha por la vida en la pandemia. (I)