Luego de gritar ¡Venga a La Aurora, La Puntilla. Suba, venga! para que los pasajeros aborden los buses que van a Daule y Samborondón, en la avenida Benjamín Rosales, Giancarlos Santos se dirigió a un quiosco cerca de donde él se para a vocear y se echó abundante agua en la cabeza y en el rostro.