Lucio Villón, de 48 años, remataba la costura de un pantalón negro el pasado jueves. Su cliente bajó de peso y le metió dos pinzas. Le cobró $ 2,50. Así se gana la vida. Él es uno de por lo menos 80 sastres que trabajan en más de 10 locales de costura que se han ubicado en Pedro Moncayo y Sucre, a pocos pasos de los mercados Central y de las Cuatro Manzanas.