Sentado en un bordillo observando a las personas caminar y a los árboles que estaban frente a él. Así se encontraba Jorge Martín durante el anochecer del jueves 1 de febrero.

Cada pocos segundos su cara se volteaba para ver el parque Centenario, mientras sus manos apretaban las rejas apostadas en la plaza por la calle Vélez.

Cuando regresa su mirada, mueve la cabeza de un lado a otro como en señal de negación, luego recoge su maleta, donde siempre lleva sus implementos de trabajo, para dirigirse a su hogar.

Publicidad

Todos los días, de 07:30 a 19:00, tres candados rodean al parque que rinde homenaje a los próceres de la independencia del 9 de Octubre, donde se alza la antorcha de la libertad.

Al igual que Martín, otros ciudadanos cambiaron su rutina y ahora caminan por los alrededores de uno de los sitios emblemáticos de Guayaquil. Prefieren no ingresar porque solo uno de los portones de este parque emblemático de Guayaquil permanece abierto, el de la calle Lorenzo de Garaycoa.

“Es incómodo darse la vuelta, si uno entra por Lorenzo de Garaycoa tiene que darse la vuelta para salir, mejor evito y no entro, prefiero verlo desde afuera”, dice el técnico en electrodomésticos, quien reprocha el cierre de tres de la cuatro puertas del Centenario.

Publicidad

Ciudadanos caminando por la calle Vélez, espacio lateral al parque.

El lugar, que evoca la gesta libertaria, ocupa el cuadrante de las calles Lorenzo de Garaycoa, Vélez, Pedro Moncayo y Víctor Manuel Rendón. Cerró algunas de sus puertas desde junio del 2017 por mantenimiento. Ahora el motivo es la inseguridad y otras irregularidades.

Publicidad

Girando a la derecha, en la calle Pedro Moncayo, los primeros negocios tienen concurrencia de clientes como el de Laura Romero. Ella vende encebollados.

Mientras conversa despacha cuatro platos típicos y cuenta que cerrado o abierto el parque, nada ha cambiado sobre la delincuencia. “A veces se ve oscuro porque se roban los focos, en el quiosco donde laboro también los sacan”, asegura la comerciante de 62 años, quien señala que la única solución es ubicar más policías y controlar el ingreso de las personas.

Ella, que lleva tres años en el negocio y que cierra aproximadamente a las 22:00, cuenta que ha visto a jóvenes consumiendo droga durante la noche. Siente que el parque ya no es el mismo de antes.

Unos siete metros más adelante, en el siguiente quiosco, la realidad es totalmente diferente. Leonidas Mosquera y Luis Mora están sentados en unos bancos y ante la pregunta de cómo les va en las ventas, ellos prefieren reírse. “Antes la gente que salía por el portón de Pedro Moncayo venía directo y pasaba por aquí comprando para coger la metrovía y taxi-rutas”, sostiene Mora, un joven de 25 años, que cada cierto tiempo se para y observa si se acerca algún cliente.

Publicidad

Negocios apostados a lo largo de Pedro Moncayo. A la derecha el negocio de Leonidas Mosquera.

A la par Mosquera señala con su dedo hacia la vitrina mostrando que aún tiene productos. Debido a la pocas ventas, los comerciantes prefieren cerrar a las 20:00 y no a las 22:30 como lo hacían antes. “Es que ya no se vende, las ventas no llegan ni a un sueldo básico”, dice Mosquera y a la vez le pide al alcalde de la ciudad, Jaime Nebot, que reabra los otros tres portones.

Está previsto que para este mes se abra otra de las puertas y en un futuro todas, según lo confirmó la semana pasada Nebot; sin embargo recalcó que él actuará en el momento correspondiente sin ser presionado.

Video de Carlos Barros

Son las 19:05 y la única puerta habilitada de la plaza cierra. Posteriormente, una marea de personas circula por la calle Vélez y por Víctor Manuel Rendón, unos hacia la metrovía y otros a los locales de comida rápida ubicados por el lado del edificio El Forum.

En ese grupo, un tanto apurada y mirando la hora, viene Vicky Paine por Pedro Moncayo. Se da unos minutos para expresar su malestar por el cierre. “Yo quisiera que lo abran. Debería haber un control para que las personas puedan disfrutar, yo venía siempre al parque, pero ahora no”, lamenta.

Portón cerrado de la calle Pedro Moncayo. 

Transeúntes y dueños de negocios coinciden que más personal de seguridad es la solución para que niños, jóvenes y adultos puedan admirar el Centenario, sitio inaugurado en 1920.

Ese jueves una fuerte lluvia obliga a los ciudadanos a refugiarse. Los alrededores del parque quedan casi desolados, solo se observan a cuatro policías metropolitanos encargados de la seguridad de la plaza.

Uno de ellos se acerca y habla sobre el cierre. Comenta que con todos los accesos disponibles no se podía controlar la delincuencia, a las personas en estado de embriaguez y demás anomalías.

Metropolitano sentado dentro del parque haciendo guardia. 

Afirma que ellos no están autorizados para detener, sino la Policía Nacional, la cual, asegura, "no daba la ayuda necesaria".

Ante la interrogante de qué sucede con el UPC (Unidad de Policía Comunitaria), ubicado en el interior del parque, al momento de registrarse inconvenientes como los antes mencionados, dice que ahora sí interviene.

Otro metropolitano asegura que con el cierre se controla a los indigentes que antes acudían a dormir en el Centenario, consumo de droga, robos a turistas y venta informal.

Los ciudadanos consultados esperan ver el parque de antes, el de libre acceso como ellos lo califican. De hecho, aguardan que cuando los cuatro portones sean reabiertos se den cambios, como incluir eventos culturales. Como lo dice Jorge Martín: "le hace falta algo". (I)