Las infecciones tardan más en sanar, las heridas cicatrizan lento y los pacientes permanecen hospitalizados días extra por razones que los médicos apenas empiezan a entender.
Un estudio alemán publicado en The Lancet Planetary Health y reseñado por el portal Earth, encontró una conexión inesperada y es que las bandejas de comida que llegan tres veces al día a las camas hospitalarias pueden estar saboteando la recuperación.
¿Cuáles son los problemas con la comida del hospital?
Cuando los investigadores del Instituto Potsdam analizaron los menús de dos hospitales y tres hogares de ancianos durante una semana completa, descubrieron que los granos refinados aportaban más calorías que todas las frutas y verduras combinadas, mientras que ninguna institución alcanzó ni el 20% de alimentos vegetales saludables en sus comidas.
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Los números exponen una paradoja médica. Los centros dedicados a la sanación sirven exactamente lo opuesto a lo que sus pacientes necesitan para recuperarse.
La investigación dirigida por Lisa Pörtner reveló menús sobrecargados de azúcares añadidos, sal y grasas saturadas, justo cuando los cuerpos vulnerables requieren micronutrientes como folato, potasio y vitamina B6 para reparar tejidos y mantener el sistema inmune funcionando.
Los residentes de hogares de ancianos no cumplían ni los objetivos básicos de proteína necesarios para preservar masa muscular, mientras que muchas bandejas terminaban en la basura porque la comida, insípida y monótona, no lograba estimular apetitos ya comprometidos por medicamentos y enfermedad.
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Esta falla nutricional genera un efecto cascada que va mucho más allá de las quejas sobre el sabor. Estancias hospitalarias prolongadas, mayores tasas de complicaciones y costos que se multiplican a través de sistemas de salud, familias y aseguradoras.
Los centros médicos también pierden la oportunidad de educar sobre alimentación saludable cuando los pacientes regresan a casa, lo que perpetúa los hábitos responsables de llevarlos al hospital en primer lugar.
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Experiencias como la de Nueva York, donde hospitales que adoptaron menús basados en plantas redujeron emisiones alimentarias 36% mientras la satisfacción subió a 90%, demuestran que es posible transformar estas instituciones en modelos de lo que predican sobre bienestar y prevención.
(I)
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