La sociedad de la cumbia debutó en 2023 en el teatro, como un musical montado en formato big band por el grupo Puerto Candelaria, y ahora el disco resultante de la obra está nominado al Latin Grammy en la categoría de mejor álbum de cumbia/vallenato.
Su director, Juancho Sargento Valencia, dice que en su vigésimo cuarto año de carrera, Puerto Candelaria quiso consagrarse a algo mucho más complejo que un disco. “Emprendimos esta aventura de hacer una obra musical con un elenco de actores y bailarines, y nosotros, que somos un ensamble relativamente pequeño, de seis integrantes, nos transformamos en una big band de los años 50, con más de 15 músicos en escena”.
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Después de varias temporadas, su propuesta se convirtió en una miniserie emitida por la televisión pública colombiana, que les valió cuatro nominaciones a los premios India Catalina de la industria audiovisual. “Y ahora la grata sorpresa de los Latin Grammy, y eso lo que nos está diciendo es que es un proyecto que hacía falta en el mercado, que resalta la excelencia musical, y que está totalmente contracorriente, pues mientras hablamos de inteligencia artificial, nosotros grabamos en vivo en una sola toma, ninguno podía fallar, y ese es el juego de Puerto Candelaria”, se emociona Valencia, “siempre mostrar que hay otras posibilidades y otras posibilidades para que el público disfrute de la música”.
La sociedad de la cumbia estrenó su primera temporada a mediados de 2023, con cinco funciones, en el transcurso de las cuales se hizo la grabación del disco, producido a través de su casa disquera, Merlín Producciones. “Rescato eso que queda de una grabación en vivo, no solamente los músicos y sus instrumentos, sino la energía de las personas que estuvieron ahí”, dice Catalina Calle, vocalista. En 2024 vino la segunda temporada, que lleva tres funciones. “Este disco lo hicimos pensando y poniéndonos en el lugar de los músicos que componían en los años 50 en Colombia”.
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¿Habrá una tercera temporada? “Sí, es un proyecto de muy alta factura, por la cantidad de personas. Estamos abriendo el camino dentro del estilo de teatro musical, algo que en Colombia no ha estado tan desarrollado; a la gente todavía le cuesta entender que es una obra de teatro y que no debe pararse a bailar porque la historia continúa”, comenta Valencia sonriente.
“Es un proyecto que transforma”, agrega, “hay un trabajo de investigación de cómo era Colombia de los años 50, cómo era el diálogo de la sociedad, cuál era el papel de la mujer, todos estos movimientos culturales, la industria, la política del momento, el deporte. No solo vas a ver una pieza artística, vas a aprender de la vida de tus abuelos y tus padres”.
Calle amplía que que es un discurso amplio, para toda la familia, microhistorias sobre el amor y el humor, acompañadas de baile, con un estudiado vestuario de época, escenografía y coreografía.
El músico, por su parte, cree que este melodrama suyo hace reflexionar al espectador y también da impulso a los que hacen música sin sentirse parte de la industria musical. ¿Cómo es esto? “Somos una cooperativa de amigos que aportamos nuestro talento para una comunidad específica. no somos capaces de producir en serie —que es lo que la industria ofrece—. Somos unos artesanos, hacemos música desde la gestión, desde la independencia”.
Pues la industria de la música, piensa Valencia, puede ofrecer apoyo a las luchas sociales siempre y cuando haya una oportunidad de negocio, lo que genere dinero. “Si en algún momento eso ya no es el foco, entonces esas luchas se dejan atrás, es bastante efímero. Hay filosofías de la industria de las que no participamos y tampoco compartimos”.
Por eso buscan otras plataformas y otras causas. Su producción de 2022 (también nominada a los Latin Grammy como mejor álbum de música latina para niños), se llamó La sinfonía de los bichos raros, y contó con raperos invitados para unirse a la fiesta. “Se hizo un trabajo de una fábula que tiene que ver con divulgación científica y biológica, y con todo lo que viven los niños: ser excluidos por lucir diferente, por pensar diferente, por enamorarse diferente”. Fue totalmente grabado con energía solar. “En nuestros estudios hicimos el cambio, para no solo decir por micrófono ‘vamos a cuidar’”.
“Si vamos a ver la música que se publica en un año en la actualidad, tal vez el 90 % es para personas de entre 15 a 25 años”, opina Valencia. “Pero ese (segmento) no es el 90 % de la población. Nos hemos dado cuenta de que los niños están totalmente desahuciados musicalmente; escuchan sin ningún control cuando deberían estar acompañados de un adulto; siempre nos sorprendemos cuando vemos niños y niñas de 8, 10 años que no entienden lo que están cantando, pero eso no es culpa de ellos ni del artista”, aclara. “Simplemente, no hay oferta. Entonces hemos recibido gran apoyo de los padres que nos dan las gracias por pensar en sus hijos”.
“Estamos comprometidos con causas perdidas”, revela el director, que reconoce que el arte, de todas formas, sobresale y por eso hay nominaciones, y eso amplifica su voz. “Ok, esta gente no mueve los números, nunca va a llenar un estadio de los grandes, no quieren comprarse un avión”, bromea, pintando un retrato rápido del artista independiente. “Quieren ir en bicicleta a los conciertos… pero están haciendo un trabajo desde la excelencia musical”.
De ganar, este no sería el primer Grammy de Puerto Candelaria. Ganaron uno en 2019 a mejor álbum cumbia por Yo me llamo cumbia. Así tratan de probar que se puede construir una sociedad desde la música.
Sacar La sociedad de la cumbia a escenarios fuera de Colombia es, por el momento, un deseo. “Con Puerto Candelaria hemos visitado varias veces Quito (en el Teatro Nacional Sucre)”. El viaje no ha terminado. Este año presentaron su treceava producción, Puerto Candelaria Filarmónico, y esta semana lanzaron el video oficial del sencillo ¿Qué pasa?, al que describen como una “reflexión bailable” y un “viaje introspectivo y tropical”, sudamericano. Unos días antes habían liberado Fiesta Candelaria, en el que invitan al fandango.
Puerto Candelaria es Juancho Valencia en la dirección, el piano, composición y arreglos; Eduardo González en el bajo; Lucas Tobón en el saxofón; Didier Martínez en la percusión; Juan Esteban Rúa en el trombón y Catalina Calle como voz principal. (E)