Valió la pena cada minuto. Cristian Castro apareció en escena cerca de las 22:00, acompañado por trece músicos que marcaron el inicio de una noche donde el desorden, la nostalgia y la emoción se mezclaron sin libreto.
Su público, ese fiel que lo sigue desde los noventa, reconoció de inmediato los acordes de las primeras canciones y lo recibió de pie, con una ovación. Él, vestido de saco blanco y su melena al aire, llegó dispuesto a entregarse sin filtros. Desde el primer momento jugó con el público, riendo, improvisando, comentando y preguntando con picardía: Ayer estábamos con oxígeno en Quito y hoy aquí el calor es intenso, ¿Acá son más calientes?, lanzó entre risas en la explanada El Dorado, en la avenida León Febres-Cordero, en el sector de La Aurora.
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Castro pertenece a esa generación de artistas que no teme romper la cuarta pared. Apenas habían pasado unos minutos del show cuando miró hacia la primera localidad y cuestionó a la organización: ¿Por qué están tan lejos? Debemos estar más juntitos", dijo, pidiendo que retiraran parte de la reja que lo separaba de sus fanáticos. La cercanía se convirtió en protagonista, mientras los errores logísticos quedaban en evidencia.
Las filas para acceder a las localidades eran interminables, varios de los asistentes no tenían mesas separadas (en la primera localidad) y muchos otros rebasaron la seguridad para llegar a ubicaciones más cercanas al escenario. El desorden contrastaba con la energía del cantante, que supo transformar la tensión en espectáculo.
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El momento más viral de la noche, que empezó con la intervención musical de la agrupación ecuatoriana La Chicha Power, ocurrió cuando una fan levantó una pancarta pidiéndole matrimonio. Cristian la invitó subir al escenario, y ante miles de personas, ella se arrodilló con un anillo en la mano. Él la abrazó con ternura y humor, provocando una ovación que hizo vibrar a la explanada.
“Soy fanática de él desde que tenía 12 años. Voy a todos los conciertos que él ha dado en Ecuador. Ya había planificado venir a pedirle matrimonio. Le traje el anillo, no sabía la medida pero le quedó perfecto. Vine con mi mamá, mi sobrina y mi mejor amiga. Lo planifiqué desde que supe que venía a Ecuador, compramos las entradas y armamos el cartel con la propuesta”, contó Lorgia Coello, de 45 años y la ahora ‘prometida’ del cantante mexicano.
“Fue una emoción tremenda, no lo puede ni creer, aún me siento en las nubes, esta es la segunda ocasión que pueda estar así de cerca. Alguna vez fue a las fiestas de Quevedo y cuando estaba embarazada de mi hijo, lo vi. Le dije que lo amaba. Él es un hombre muy humilde”, agregó la quevedeña.
El carisma de Castro convirtió la noche en un espectáculo memorable. Su repertorio incluyó varios de sus éxitos como No podrás, Azul, Vuélveme a querer, momento en el que miles de voces se unieron en un coro que dejó claro que la música superó cualquier caos logístico. El mexicano cerró la noche histriónico, apasionado y cercano, dejando a sus seguidores guayaquileños con recuerdos imborrables de una velada tan azul como intensa, que tuvo en su parte final a Tranzas, para despedir a los presentes. (E)