El abogado, profesor y escritor quiteño Diego Pérez Ordóñez comparte en Los extravagantes (USFQ Press, 2025) una serie de ensayos sobre vidas fuera de lo común, pero desde una perspectiva distinta a la que nos hemos acostumbrado a verlas.
Por ejemplo, Ian Fleming, a quien asociamos inmediatamente con su personaje “Bond. James Bond”. “Quise retratarlo desde la óptica de un coleccionista de las primeras ediciones de los libros que, en su opinión, cambiaron el mundo: El contrato social de Rousseau o El capital de Marx”.
Pérez ha pintado luces y sombras sobre una colección de “exóticos, extravagantes, extremos y extrañados”, para unirlos bajo un mismo hilo conductor en Los extravagantes. El lector no va a encontrarse con un libro histórico-biográfico, aclara, sino con un grupo de relatos contemporáneos y humanos.
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Allí está la marquesa italiana Luisa Casati (1881-1957), musa y mecenas, una de las mujeres más ricas de su tiempo, cuya peculiaridad es evidente con solo ver sus fotos. “Ella se dedicó a ser una obra de arte viviente”.
O la pasión por viajar, que ha sido el constante desde los antiguos griegos, y que está personificada por la escritora danesa Karen Blixen (1885-1972), que dejó todo en Dinamarca para instalarse en una finca de café en Kenia, sitio que extrañaría el resto de su vida, al verse en la necesidad de regresar a su tierra de origen.
O Alexis de Tocqueville, el magistrado y viajero francés (1805-1859) que se instaló una época en Estados Unidos para retratar el sistema penitenciario y su posible aplicación en Francia (resultó en un libro), pero de paso fue analizando los sistemas político y social. Unas vacaciones productivas.
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“A lo mejor lo que he querido es retratar esas pulsiones humanas a acumular cosas, a convertirse en arte, a viajar, a escuchar música”.
¿Hay ecuatorianos entre esta selección de seres extraordinarios? Por supuesto, el poeta quiteño Alfredo Gangotena, que a su vez trajo a suelo nacional a otro de los elegidos de Pérez: el poeta y pintor Henri Michaux, porque muchas veces los caminos de los extravagantes se encuentran. “Me ha gustado ese lado de Gangotena, esa binacionalidad entre Francia y los Andes”.
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Y también es de su interés el “exilio perpetuo” que vivió en Perú la política quiteña Manuela Sáenz. “No partí necesariamente desde un punto de vista ni de género ni de nacionalidades. Para mí eso es indistinto”, dice Pérez. “Lo que me interesa es el hilo que amarra todas las perlas, que es el exotismo y la diferencia, sin importar de dónde es la gente o qué idioma habla”.
¿Qué impulsa al coleccionista, al viajero, al excéntrico, esa pasión que los hace fuera de lo común? “El coleccionista busca acumular lo que nadie más tiene y que lo distingue. De ahí la cacería de obras de arte, de libros raros; la necesidad de cambiar de aires, de conocer otras religiones, de conocer otras personas, de llevar vidas exageradas o de vestirse de una forma que llame la atención”. En suma, el afán de diferenciarse, de salir de los tiempos, de ser distinto. “Sobre todo en épocas actuales, en que lo digital lo ocupa todo”.
Diferencia y extravagancia no van ligados siempre al reconocimiento; muchos de estos personajes son apreciados por ciertas facetas de su vida, las más impresionantes o escandalosas, pero no se los conoce realmente. Bruce Chatwin era un escritor de viajes, que además era experto en obras de arte. Pero al final de su vida, antes de morir de sida, decidió hacer una novela corta, que Pérez llama “perfecta”, Utz, que es un homenaje a la ciudad de Praga.
Eso es lo que el autor quiteño ha tratado de resaltar, las particularidades de estas personalidades leídas hoy, en una época como la nuestra, que podría percibirse un poco “plana”, por la tentación que tenemos todos de crearnos un personaje en redes sociales para quedar bien digitalmente.
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“Esta es gente que marchó a contracorriente e impuso su propio estilo. “Bob Dylan puede ser el más icónico. La teoría que yo sostengo es que si bien su época dorada, que probablemente es del año 1965 hasta el año 1971, a mí me gusta por igual la época última, la melancólica, orientada al blues, desde los años 80, cuando conoce a Daniel Lanois (productor y músico canadiense), con el cual se encuentra en Nueva Orleans y juntos se dan la mano y cambian la historia de la música”.
Hablando de músicos, también ha querido destacar a David Bowie como coleccionista de arte y lector, en vez de su obvia faceta musical.
Y a George Febres, el guayaquileño nacido como Jorge Xavier Febres-Cordero Icaza, que se volvió uno de los artistas más célebres en el arte moderno y contemporáneo en Nueva Orleans. “Esta es gente que se quiso bajar de la ola y ser distinta”.
Este es un libro de conversaciones, que se presta a la sobremesa y a la amistad. “Es un homenaje a los amigos y a la gente no necesariamente tan cercana, con la que he conversado, intercambiado mails o chats o llamadas durante todo este tiempo, los últimos 30 años. De buscar otras vidas, otros ángulos. No es tanto un libro de un maniático de los libros, que lo soy, como de un maniático de la amistad”. (F)