Rony Torres aprendió a escuchar antes de subirse a un escenario. Sus primeros años estuvieron ligados a la radio, al oído atento, a las voces ajenas. Ahí nació su interés por imitar, por observar cómo habla la gente, cómo repite frases, cómo se apropia de ciertas palabras para ejercer poder. Tiene 36 años y hace nueve presentó a la Palominha, el personaje que lo llevó a giras y a un lugar reconocible dentro de la comedia ecuatoriana. Hoy, sin dejar ese camino, suma otro nombre a su galería: la Residenta.
El personaje apareció en octubre y, sin lugar a dudas, ha generado furor en las redes sociales. Llega con un tono de condescendencia diciendo “vecino”, hablando de reglamentos, grupos de WhatsApp para chismosear. La Residenta no discute, ella ordena, vigila, registra, envía fotos a la administración, llama al motorizado y recuerda, una y otra vez, que todo es en beneficio del vecindario.
“Son vivencias propias de todo el mundo”, dice Torres. “Todos los que vivimos en una urbanización tenemos una residenta al lado, o cada tres casas”, agrega. En su explicación no hay distancia con el público, ya que se puede presentar en una urbanización, ciudadela, barrio. Cambia el nombre, no la dinámica. Siempre hay alguien que se asume guardián de la convivencia.
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La Residenta se cree dueña del espacio porque es ‘fundadora’, porque estuvo ahí desde el inicio, porque siente que el tiempo vivido le da jerarquía. Torres lo cuenta así: “Existe gente así, es una realidad. Entonces es un poquito de sarcasmo. Es humor para la gente que quiere desahogarse de esas personas que a veces tienen razón, pero a veces molestan”.
El personaje no apunta a nadie en específico. Esa es una de sus claves. “El que venga a hacer problema es porque es una residenta de esas que molestan de verdad”, afirma. “El personaje no es nadie, a menos que quieras apropiarte de él”, añade. En ese gesto, la Residenta se vuelve colectiva, no pertenece a una sola vecina, es la suma de muchas.
Su lenguaje es parte del efecto. “Vecino” como muletilla permanente. “Mil disculpas” antes de ordenar sin que se escuche autoritario. “Tenga la bondad” como forma de imponer. Frases que el público ya repite en la calle. “La gente me dice: ‘Sus derechos terminan cuando…’. Y yo completo: ‘Cuando empieza el de los demás’”, cuenta Torres entre risas y con un cariño a quienes disfrutan de su trabajo.
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Aunque el impacto fue rápido, Torres dudó antes de llevarla al escenario. “Me resistí un poco”, admite. Era un personaje nuevo y no sabía cómo iba a reaccionar la gente. El punto de quiebre llegó en un show dentro de una urbanización durante el encendido de un árbol. Se lanzó, funcionó, grabó ese momento y, después de eso, los pedidos se multiplicaron. Hoy alterna funciones de la Palominha y de la Residenta, incluso en una misma semana.
Ese crecimiento trajo decisiones. Con la Residenta en circulación empezaron a llegar propuestas enfocadas únicamente en ese personaje. Empresas, urbanizaciones y eventos querían contratar solo a la vecina que vigila. Torres entiende el interés, pero marca un límite. “Hay gente que quiere contratar solo a la Residenta, pero yo siempre digo que tiene que estar la Palominha también”, sostiene.
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No es un capricho, es una forma de cuidar su recorrido. La Palominha no es un personaje del pasado, es parte de su identidad escénica, el punto desde donde se construyó todo lo demás. “Eso es lo que me ha llevado a giras internacionales”, explica. En escena, Torres no reemplaza personajes: los hace convivir, a pesar de que es difícil.
La misma claridad aplica a las propuestas que han llegado desde la radio. Aunque ahí empezó y el formato le sigue resultando cercano, hoy lo mira con distancia. “Ahorita ya todo es por invitación”, apunta. No descarta volver, pero pone condiciones claras: trabajo remunerado, tiempos definidos, respeto por el oficio. El gusto permanece; la decisión es práctica.
Fuera del escenario, Torres es esposo de Anggie Cisneros, creadora de contenido, y padre de Alejandra. Hace pocos meses nació su hijo, Elian Daniel. El bebé pasó diez días en la unidad de cuidados intensivos por complicaciones al nacer. Hoy está en casa, estable. Diciembre lo encuentra con su familia completa. Europa y Estados Unidos quedaron en pausa. “Este año no pudimos salir por mi bebé”, confiesa el humorista.
La comedia no es lo único que lo define, pero sí atraviesa todo. Desde hace años imita voces, parodia personajes virales, observa cómo habla la gente y lo devuelve al público con precisión. La radio fue su escuela; el escenario, su casa; y las redes, su espacio de prueba.
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Hoy Torres atraviesa un momento de alta demanda. “Ahorita tengo contratos y estoy muy feliz de la acogida”, destaca. Su agenda se reparte entre empresas, ciudadelas y funciones privadas, y más en Navidad, fecha en la que tiene más movimiento. El continuará haciendo lo que mejor sabe: observar y convertir lo cotidiano en comedia. (E)




