La música clásica vibró más que nunca en la sala principal del Teatro Sánchez Aguilar, donde se experimentó más que un momento especial, un concierto histórico. Por primera vez la Orquesta Sinfónica de Guayaquil y la Orquesta Filarmónica Municipal de Guayaquil tocaron juntas y bajo la dirección del maestro Harutyunyan este viernes 21 de abril.

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La última vez que el maestro orquestó a la Sinfónica de Guayaquil fue en el 2016, cuando se despidió de ella con un concierto de rock sinfónico en el mismo escenario que el de ahora. En esta ocasión no llevaba pantalones rotos, ni una guitarra eléctrica en sus manos, sino un frac, o “traje de pingüino”, y su infaltable batuta.

Concierto de Orquesta Sinfónico Guayaquil y Orquesta Filarmónica de Guayaquil. Foto: José Beltrán/ El Universo. Foto: El Universo

Ante una asistencia de más de 900 personas, los más de 100 músicos en escena ofrecieron un espectáculo de dos horas con un repertorio que incluía piezas de R. Wagner y Tchaikovsky. La primera parte estuvo acompañada por el pianista Jorge Luis Prats; sus notas musicales se fusionaban con los sonidos de cada uno de los intrumentos de la orquesta, y encajaban perfectamente con la maravillosa acústica del teatro.

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En el escenario todos eran uno solo. El espectáculo fue un cúmulo de emociones, desde las más nostálgicas hasta las más dramáticas. A ratos la música en vivo podía provocar en el asistente cerrar los ojos e imaginarse pasear sobre campos en plena primavera, en otros momentos podía ser como correr a todo prisa en busca de una salida, y luego como flotar sobre nubes de algodón.

La batuta de Harutyunyan se intercabala entre movimientos extremedamente rápidos, furiosos y completamente suaves, que dejaban ver a un maestro entregado completamente a sus músicos, desde los más jóvenes hasta los de mayor trayectoria.

En medio del espectáculo Prats fue sorprendido por un simpático reconocimiento de la Fundación Garza Roja, una caricatura de él con un chocolate escondido -su favorito-.

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Concierto de Orquesta Sinfónico Guayaquil y Orquesta Filarmónica de Guayaquil. Foto: José Beltrán/ El Universo. Foto: El Universo

Los aplausos inundaron el teatro en más de una ocasión, pero los últimos fueron los más sonoros, largos e intensos. Eran casi las 22:30 y en el público se podía notar sonrisas de satisfacción, mientras que en el escenario se dejó firmado una gran eseñanza de unión, en medio de tiempos conflictivos en el país.

Tal como se había anunciado en un comunicado previo, el ingreso reservado fue hasta las 19:45 y el concierto arrancó cerca de las 20:20. Una gran parte de personas se quedaron haciendo fila en los exteriores del teatro esperando un aviso por parte de la organización, algo que causó malestar en algunos presentes que tenían precaución de no mojarse con la pequeña inundación en las calles, a causa de la marea alta. (I)