Desde muy pequeño los libros, la historia y la investigación fueron parte importante de la vida de Ezio Francisco Garay Arellano; escapaba de las clases de matemática para refugiarse hasta el mediodía en la biblioteca Carlos A. Rolando. Inspirado además por su padre el historiador y folclorista Guido Garay Vargas-Machuca, condujo sus caminos hacia la investigación.

Ezio Garay Arellano, investigador de antepasados

“En esta biblioteca comencé a conocer los libros de historia, las bibliotecarias me guiaban, Esperanza Cárdenas, Delia Tello, por ejemplo. Un día encontré un libro de genealogía sobre Guayaquil de Pedro Robles, también me encontré con las obras de historia de Camilo Destruge, Abel Romeo Castillo y entonces empecé a especializarme en lo que era genealogía”, cuenta Garay en un diálogo con este Diario.

Garay no solo celebra 51 años en su oficio como historiador y genealogista, sino que aplaude los hallazgos que ha hecho sumergido entre manuscritos, archivos, hemerotecas y libros antiguos. “Yo he contribuido al país con el rescate de la historia social. La genealogía no solo es una ciencia para estudiar los ancestros de una élite o de un grupo determinado de personas, sino de conglomerados sociales en general, (...) con la genealogía al buscar ancestros entramos en el campo histórico del país, de la ciudad, de la población donde se asientan estas personas, sean migrantes o nativas”, indica el profesional.

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“Descubrí en Lima el testamento y otros documentos de Rosita Campusano Cornejo, que fue nuestra heroína en la independencia, (...) en el archivo del arzobispado de Lima encontré la información matrimonial de ella. También en Puebloviejo encontré la partida de bautizo de María Mercedes de Jesús Molina, aunque su familia era de Baba, esta santa nace en Puebloviejo”, cuenta.

Menciona que la genealogía tiene sus propias reglas y metodología, dar con los antepasados de alguien es una misión titánica, sobre todo si se trata de la época en la que aún no existía el Registro Civil. “Cuando nosotros buscamos nuestros antepasados desde 1906 hacia acá, existe el Registro Civil que lo fundó Eloy Alfaro, pero antes de la Revolución Liberal se registraban en todas las iglesias parroquiales”, señala.

Pero a la vez aclara: “Al hacer genealogía no solo vemos partidas de nacimiento, matrimonio o defunciones, también tenemos otros auxiliares para armar la genealogía que son testamentos, compraventa de propiedades, de haciendas, casas, constitución de empresa, de negocio, y con todo esto completamos nuestros datos genealógicos”, explica Garay, quien de este modo también ha ayudado a unir cabos respecto a la historia socioagrícola comercial de la ciudad.

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En su profesión ha desempeñado a breves rasgos el oficio de un periodista cuando ha tenido que consultar a los familiares mayores sobre su ascendencia, aunque no siempre ha tenido una respuesta positiva. “Muchas veces no les gusta conversar esto porque no quieren dar ciertas informaciones familiares porque algunos lo toman como elitismo y a otros simplemente no les gusta que se metan en la vida privada de los antepasados. Entonces uno tiene que dejar todos estos prejuicios y dedicarse a investigar, primero preguntando y luego recurrir a los archivos públicos y a los archivos privados, ya que hay personas que conservan documentación, que tienen una biblioteca o documentos que han heredado de su familia”, indica.

Garay, de 68 años, actualmente es historiador e investigador para la Comisión de la Cultura, del Club de la Unión, con el que colabora hace nueve años.

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Su camino profesional acumula trabajos en el Archivo Histórico del Guayas, donde fue asesor ad honorem. Además cuando cumplió 40 años fue condecorado por Jaime Nebot Saadi durante su administración municipal. Es autor de libros como Fundadores de Guayaquil, y Fichero Genealógico. Es miembro de la Academia Nacional de Historia del Ecuador.

123 años de la segunda biblioteca más antigua de la ciudad

La casa sede del Club de la Unión está ubicada entre las avenidas Malecón y Olmedo, a orillas del río Guayas, donde opera desde el siglo pasado.

La biblioteca a la que actualmente Ezio Garay presta sus servicios es la segunda más antigua de la ciudad. La Biblioteca Raúl Gómez Lince fue fundada en 1869, pero el gran incendio de Guayaquil en 1896 la consumió por completo. Siendo levantada nuevamente en 1898, es decir que su existencia suma cerca de 123 años.

Jorge Arosemena, presidente de la Comisión de Cultura del Club de la Unión, indica que se elaboró una reforma interna para, entre otras cosas, volver a poner en funcionamiento este espacio documental que custodia un fondo de cerca de 70 mil volúmenes. “Estamos terminando de arreglarla en la parte de al frente del club, nos demoraremos dos meses más. Luego de ello vamos a informarles cuando la biblioteca esté lista para irla a visitar ordenadamente con un guía. Mi idea es que en un momento determinado tendremos que llegar hasta los colegios”, dice.

“La biblioteca tiene valiosísimas donaciones de personas de Guayaquil que pensaron que sus libros estarían bien cuidados en el Club. Esta biblioteca es importante para la ciudad por calidad que obras que posee, es importante que esta se conozca y que no esté allí sin que la gente se beneficie de ella”, añade. (I)

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