Roberto Carlos Lange es un artista estadounidense conocido por su trabajo musical bajo el seudónimo de Helado Negro (@heladonegro). Hijo de padres ecuatorianos, Roberto pasó gran parte de su vida visitando nuestro país, cultivando muchas memorias en Guayaquil principalmente, una ciudad a la que admitió querer y extrañar mucho.

Su amabilidad y timidez lo vuelven un personaje un tanto difícil de descifrar, pero su arte lo ayuda a expresar lo que no todos pueden comprender con pocas palabras.

En el marco de la promoción de su nuevo EP, titulado The last sound on Earth, en una conversación exclusiva con La Revista de EL UNIVERSO, Lange habló sobre temas como su acercamiento natural con la música, distintas etapas en su sonido, su reciente gira por Latinoamérica, que abarcó Brasil, Chile, Argentina y México, y lo difícil que considera que es para los artistas independientes financiar conciertos de este lado del continente.

¿Cómo te sientes en vísperas de estos nuevos lanzamientos?

R: Estoy muy bien. Hoy desperté bien, y todos los días he estado arreglando cosas y detalles para la gira por Latinoamérica. Estoy muy emocionado.

Sé que tienes raíces ecuatorianas… En 2019 publicaste This is how you smile y mencionabas que eso había influenciado mucho el concepto de ese álbum.

R: Sí, en esa época pensaba mucho en esos años en los que mi relación con la música que escuchaba por mis padres estaba muy presente. Cuando estaba dormido, había fiestas y podía escucharla; cuando despertaba, podía escucharla. Que termine dedicándome a esto fue un poco obvio, de cierta manera (entre risas). La música estaba en mi sangre, siempre presente.

Mi papá se acercaba más al folclor del Ecuador, por supuesto a Julio Jaramillo y cosas similares; pero, al vivir en Miami, había mucha música bailable de Cuba, de Puerto Rico, aunque algo muy importante es que, en mi juventud, en las radios sonaba mucha música electrónica.

¿Cómo pasaste de ser alguien que escuchaba la música de su papá y de la radio a querer dedicarte a ser músico?

R: Creo que cuando tenía 30 años… Había sacado el primer álbum de Helado Negro (Awe owe, 2009). Estaba haciendo mucha música, trabajando en sonido y en animaciones. No es que antes no lo haya tomado en serio, pero en ese momento vivía en New York y un sello independiente empezó a ayudarme gestionando shows y conciertos en vivo. Eso me cambió la perspectiva; entender qué es lo que puedo hacer y cómo puedo hacerlo. Entender eso hizo que me decida por continuar.

Ese álbum causó revuelo en algunas ciudades del país. No sé si estés al tanto, pero tienes una comunidad de fieles seguidores en Guayaquil.

R: Yo amo Guayaquil. Hasta los 18 años pasé yendo a Salinas y a Guayaquil siempre. Me crie en Salinas, más que nada. Hace muchos años que no visito Guayaquil. Ya me hace falta regresar.

El año pasado te fue muy bien con tu álbum Phasor. La revista Rolling Stone lo incluyó en la lista de los 50 mejores álbumes del año. ¿Por qué crees que este disco tuvo buena recepción con el público y la crítica?

R: La verdad, no tengo respuesta para eso. Solo hago lo que hago y de repente eso pega (entre risas).

Durante un tiempo estuviste más cercano a la música tradicional, no tanto a la electrónica, que es la que te ha brindado una identidad clara. ¿Esto fue natural o planificado?

R: Siempre compongo de la misma manera; luego decido cómo eso va a sonar. Creo que posteriormente a This is how you smile, en Far in, hice música más como para una banda, más acústica, con arreglos de cuerdas. Este nuevo EP que salió es lo más distante a todo lo que he sacado antes, mucho más electrónico y experimental.

The last sound on Earth tiene un sonido muy enigmático. ¿Cómo llegaste a eso?

R: Todos los días estoy escribiendo y trabajando nuevas ideas; de repente las guardo y, luego de un año, diez meses o mucho tiempo, las vuelvo a escuchar y eso me inspira a hacer algo. Así empezó Protector (uno de los sencillos del EP), una canción más loca y rápida en la batería, a la que luego decidí bajarle la velocidad en la programación de beats y aumenté sintetizadores. Empecé a cantar encima de eso y sentí que lo había logrado.

Pese a que se está terminando el año, tú acabas de pasar por una gira en Latinoamérica. ¿Es muy diferente el público latino?

R: Totalmente. Cada vez que voy allá, la considero como un regalo. Trato de armar shows con un repertorio variado, porque siempre quiero darle lo mejor al público, más que nada porque cada vez se me hace más difícil regresar y tener giras. Voy cada tres o cuatro años, así que trato de aprovechar esas ocasiones.

¿Por qué consideras que es más difícil regresar?

R: Ir a tocar a Sudamérica es difícil; cada vez se vuelve más costoso para mí como artista independiente. En Estados Unidos puedo viajar y hacer conciertos donde sea, cuando sea, pero allá se complican las cosas. Han cambiado bastante.

¿Te gustaría pronto venir a Ecuador a tocar?

R: Por supuesto. La última vez fui a tocar en Quito en 2022, pero ahora tengo muchas ganas de ir a Guayaquil, así que espero que eso sea pronto.

He escuchado que mencionaste a Polibio Mayorga como un referente de la música ecuatoriana. ¿Sigues escuchando música nacional?

R: Sí, todo el tiempo. Algo más contemporáneo podría ser Sexores, que me parece una gran banda y me gusta bastante. También, de los años setenta y ochenta, me gusta Ñanda Mandachi. No dejo de escuchar música ecuatoriana. Es parte fundamental de mis referencias.