A veces para los adultos es difícil poner en palabras lo que sentimos. Para los niños, que recién están aprendiendo a regular sus emociones, suele ser mucho más complicado y abrumador. Ahora, imagine esta situación cuando un pequeño está enfermo, sobre todo de una enfermedad tan compleja como el cáncer, que requiere tratamientos igual de complejos.