Nacida en Chile (por una casualidad), Lila Penagos ha vivido siempre en Ecuador, de madre uruguaya y padre colombiano (y un hijo ecuatoriano). Ahora presenta su primera película, el documental Cuentos para no dormir, en el que toca un aspecto de la relación con su padre, las historias que les contaba por la noche a ella y a su hermana, historias que no las asustaban, sino que las dejaban pensando.

Esa intriga por saber qué había más allá ha continuado a lo largo de la vida, y por eso Lila se llevó a su padre y a su hermana (la fotógrafa del filme, Amy Penagos) en un viaje de vuelta a Colombia, a los lugares de donde él trajo sus relatos, para recordar las versiones originales, la realidad no ficcionalizada ni editada para los niños. Así redescubrieron la vida y las experiencias del papá, desde niño hasta adulto, su pasado en la guerrilla, y sus viajes hasta establecerse en Ecuador y formar una nueva familia.

La profesión original de Lila, aunque cercana a los escenarios y las pantallas, no es ser directora, sino vestuarista. Ha trabajado en vestuario de teatro, televisión, cine, publicidad y, sobre todo, en danza, desde los 17 años de edad. “Es el oficio que ejerzo y del que vivo, y en el medio empecé a hacer producción”, comenta, y reconoce que este último no es un espacio lucrativo, y por eso mantiene su actividad económica principal.

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En 2015 empezó con el proyecto, luego de participar en la Residencia Andina de Taller Documental, realizada en Cahuasquí, provincia de Imbabura, por una colaboración entre el Ministerio de Cultura del Ecuador y el proyecto Docmonde, de la Escuela de Documental de Lussas. Es un género que siempre ha admirado y consumido. “Allí empecé a concretar la idea sobre los cuentos de mi papá, que siempre estaban circulando entre mi hermana y yo”. No sabían si recolectarlos para ponerlos por escrito, pero se embarcaron con el documental, cuyo proceso de escritura fue largo, con trabajo y búsqueda de financiamiento de por medio. Así han pasado los últimos ocho años.

“Fue creciendo, se volvió una necesidad que atravesó los tiempos, se consiguió financiamientos para algunas etapas y creció mi interés por adquirir conocimientos de producción para poder levantar el proyecto”, recuerda Lila.

Fue también una grabación fragmentada. En 2018 el rodaje se trasladó a Colombia y en 2020 se terminó en Ibarra, el lugar donde vive ahora el padre de Lila, con sus hijas más pequeñas, las niñas a las que ahora mantiene despiertas con sus cuentos, como se muestra en el filme. También hay tomas en Quito.

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El documental es una reconstrucción biográfica del padre de la realizadora Lila Penagos, en su vida en Colombia y en Ecuador. Foto: Cortesía

“El ciento por ciento de la película es él, nuestra relación. Es mi mirada de él, pero quien está frente a la cámara es mi papá”. Es el ejercicio biográfico de Carlos Penagos, quien ha vivido la mayor parte de sus 54 años en Ecuador. Hay anécdotas, recuerdos de los sitios donde vivió, descubrimientos y el dolor de las personas que ya no están, pero en el centro del documental hay una historia para niños, El cuento de la leche, que originalmente era sobre la repartición de comida en un barrio de extrema pobreza, con un final feliz.

“A medida que fui creciendo e indagando en eso, supe que era una experiencia que él había vivido durante su militancia en la guerrilla, una recuperación de alimentos, como le llaman en los movimientos. Se tomaron un camión de leche, hubo un enfrentamiento con la policía y murieron casi diez amigos de mi papá”. Por eso, piensa, es un recuerdo tan vivo para él, que entra en el ejercicio de olvidar para recordar de una manera particular.

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Lila no piensa detenerse aquí. Está trabajando en otros dos documentales, una serie de 10 episodios llamada La edad de la pandilla, sobre la amistad entre su hijo y otros adolescentes del barrio La Vicentina, y El amor y otras tragedias, “sobre las historias de amor de mi bisabuela, mi abuela, mi mamá y las mías, cuatro generaciones y su idea del amor”. Se decanta por lo familiar y doméstico, porque le parece universal.

“Creo que la honestidad es el único requisito con este proceso, y a mí me ha servido para contestar la pregunta que tengo sobre mi vínculo con el mundo, con la sociedad y, en este caso, con mi papá. Dudo del cine que tiene un discurso cerrado, sobre todo en el documental —la ficción es otro mundo—; preguntarse qué es lo que quieres de esto lo hace más honesto”.

Cuentos para no dormir (80 minutos) se estrenó en el Festival Internacional de Cine de Quito el pasado jueves, y tendrá una nueva función hoy, domingo 22, a las 18:00, en la sala Alfredo Pareja Diezcanseco (Cinemateca Nacional, avenida 6 de Diciembre y Patria, entrada libre). En noviembre, los productores ofrecerán una semana de funciones en Ochoymedio. (E)