Alexis Serrano Carmona ha sido todo lo que un periodista puede ser en un periódico: empezó a los 20 años como pasante y luego fue reportero, editor de sección, jefe de información y editor general de diario La Hora. Hoy, a los 35 años, luego de escribir y editar todo tipo de coberturas, sabe “el teje y maneje” de la redacción. “Ha sido una carrera un poco acelerada”, dice en un tono más reflexivo que celebratorio. Sin embargo, de ese abanico de experiencias, eligió a la crónica, un género que requiere de talento para la escritura, paciencia para encontrar el foco de las historias y mucho rigor para la investigación de los hechos.

También ha escrito para las revistas Mundo Diners y Soho. A inicios de la pandemia, renunció a La Hora y ahora colabora, como freelance, en los sitios Scopio, La Barra Espaciadora y Ecuador en vivo. En la Feria del Libro de este año, en Quito, presentará su libro de crónicas Horror en el sexto C.

¿En qué consiste tu libro Horror en el sexto C?
Es una recopilación de crónicas y perfiles, con un bonus track de tres entrevistas cortas. 18 textos en total, que abarcan 10 de los años de mi carrera y que incluyen historias en tonos grises, pero también otras de colores pastel que quizá le devuelvan al lector la fe en la humanidad. Son historias reales, enmarcadas en el periodismo narrativo.

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¿Por qué este género?, ¿por qué la crónica y no un reportaje de investigación periodística o un ensayo más noticioso?
Svetlana Alexiévich, la bielorrusa ganadora del Nobel de Literatura en 2015 por su obra periodística, la autodefine como una historia del alma. A ella le interesa el ser humano, su esencia, y yo comparto eso. Todos los tipos de periodismo son necesarios, pero a mí me interesa la crónica por la aproximación que permite al ser humano. Entender es un verbo que los periodistas no solemos conjugar mucho. Y la crónica busca entender: se toma el tiempo necesario para estar y volver las veces que sean necesarias para comprender una historia. Es un ejercicio de paciencia. Ese es el periodismo que más me interesa. Además, cada una de estas crónicas tiene un alto grado de investigación. Implicó escuchar muchas historias, leer libros, documentos y expedientes judiciales. Mirar mucho, muchas veces. La crónica no es solamente mirar un par de cosas y ya.

¿Un ejercicio de paciencia en un mundo donde nadie tiene tiempo para nada?
Si te refieres a la persona sobre quien se escribe, si tú le demuestras genuinamente que estás dispuesto a escuchar, siempre hay un momento en que se cae la máscara y la historia real se materializa frente al cronista. Además, no es cuestión de llegar y poner una grabadora durante 15 minutos, pedirle a la gente que diga pronto lo que el periodista necesita escuchar e irse. Para la crónica hace falta acompañar a las personas a desayunar, a almorzar, a hacer compras, a clases... Cada texto requiere semanas, meses de reporteo. Ahora mismo estoy trabajando en un perfil desde hace casi un año. Por otro lado, si te refieres al tiempo del periodista: quien está realmente interesado en contar, siempre halla el tiempo de hacerlo. No podrá ser una historia por semana, quizá ni siquiera por mes, pero siempre se halla el tiempo.

Eso desarma un lugar común en el periodismo: que no hay tiempo y que, peor en la pandemia, todo debe ser inmediato y puramente noticioso
Esperaría que por lo menos pusieran en duda ese lugar común. Sin duda, las salas de redacción cada vez quieren periodistas que hagan más cosas por menos paga. Esto, sin duda, merma el tiempo. Pero esto se trata también de gente que cree. Para escribir una crónica es necesario creer con todas tus fuerzas que esa historia merece ser contada. Entonces, es también una decisión personal. Estas crónicas las escribí mientras trabaja en un diario que me demandaba mucho tiempo. Tuve que reportear en mis fines de semana libres, en feriados, en el poco tiempo que me quedaba. Muchas veces, mi esposa me acompañó; incluso, cuando nacieron mis hijos. Esto es algo a lo que nadie te puede obligar, pero que si lo haces tiene muchas recompensas. Que alguien me confíe su historia para contarla es un privilegio.

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¿Trabajas en tus días libres? Te van a matar los periodistas que trabajan con horario

Nunca estaré de acuerdo con la precarización laboral, pero sí creo que la decisión personal del periodista de contar una historia debe pesar mucho y ser definitiva. Uno no siente que lo hace por obligación o que estás regalando tu tiempo, lo haces porque crees que vale la pena y lo disfrutas; entonces, no se vuelve un peso.

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¿Crees que en Ecuador, con una fuerte tradición informativa y una débil apuesta por géneros narrativos, de mayor riesgo interpretativo, hay realmente espacio para la crónica?
Por esa misma razón creo que allí hay un futuro grande. En La Hora, en diario tabloide, llegamos a publicar textos de cuatro páginas, algo que en el país es decir bastante. Medios como La Barra Espaciadora, GK y Plan V están abriendo cada vez más espacio a la crónica. Y, además, la tendencia en la región y el mundo es volcar también la crónica hacia el libro. En Chile, México, Colombia, Argentina, hay editoriales que dedican colecciones completas a la literatura de no ficción; es decir, a la crónica. Es decir, el futuro está ahí.

¿El futuro es contar historias?
No tengo dudas. Ahora que todo el mundo tiene la información a la mano en internet, los lectores se quedarán con los medios que publiquen historias, que publiquen textos inolvidables, que les den material para sentarse a leer con una taza de café o con un vaso de cerveza. Un colega viajó a Estados Unidos y vino asombrado porque en los grandes diarios ya están usando robots para escribir noticias, sin necesidad del periodista. Si los periodistas no queremos ser reemplazados por robots, pues tenemos que dejar de escribir como robots.

Es decir, escribir bien. O mejor. Sin embargo, aún hay quien cree que hacer una crónica es “solo adornar” un relato; otros aprovechan su habilidad para escribir relativamente bien para camuflar odios y afectos, así como hay quienes quieren hacer crónica de todo
En eso estoy completamente de acuerdo. Por una parte, la forma también es el fondo. En una crónica es indispensable la ambición de escribir bien, pero lo fundamental es tener algo que decir, una historia que contar. Hacer una crónica no puede ser un acto de facilismo, sino todo lo contrario. Debe tener contraste, verificación, profundidad, investigación... También coincido en que una crónica tampoco es un velo para camuflar opiniones, pasiones u odios hacia nadie. El proceso para una buena crónica incluye tres etapas: un profundo reporteo, una selección de material y una escritura que busque encantar con su prosa.

¿Y eso se consigue en Horror en el sexto C?
Eso lo tendrá que juzgarlo el lector. Lo que sí te puedo decir es que ninguna de esas crónicas se ha resuelto en 15 minutos, ni siquiera las tres entrevistas cortas que están incluidas. (I)

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