Que el terror a su padre se haya convertido en el camino para hacer literatura es una de las anécdotas de la noche. Mario Vargas Llosa narra sus intimidades. Cuenta el miedo que le generaba ese hombre ausente, escaso de afectos, que solo apareció de manera sorpresiva cuando tenía casi 10 años y que hasta entonces creía muerto por una mentira piadosa que buscaba alivianar en algo la vergüenza que sentía su madre en la Arequipa que condenaba a una mujer abandonada.

El Nobel de Literatura habla a un auditorio embelesado con sus historias. Está aquí, en Logroño, en la Comunidad de La Rioja, al norte de España, abriendo las jornadas Futuro en Español, un evento organizado por la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR) y el grupo Vocento, precisamente en la zona que se precia de ser la cuna de los primeros documentos en castellano, un lugar montañoso, de zonas verdes y repleto de viñedos.

Es, entonces, una zona precisa para que Vargas Llosa hable sobre tres temas que han rodeado su vida: literatura, periodismo y política, en un recorrido que es una conversación con su amigo Pedro Cateriano, político peruano que lo acompañó en esa aventura política que se convirtió en una paradoja: perdió unas elecciones -las de la presidencia del Perú frente a Alberto Fujimori- pero siguió consolidando aún más su carrera literaria que lo encumbró al Nobel de Literatura.

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"Viviendo con mi padre descubrí la violencia. Descubrí el miedo (...). Creo que el miedo que me (generaba) ese señor fue algo muy importante. Creo que, digamos, y eso lo he pensado después, mi vocación literaria nace seguramente como una manera de resistir esa autoridad paterna que mi padre imponía con gran violencia pero que yo no me atrevía a resistir, a oponerme, salvo leyendo y escribiendo. Yo sabía que era lo que más podía detestar él. Creo que la literatura fue mi respuesta a ese miedo, a ese terror, pánico que inspiraba mi padre".

Un miedo que se transformó en pasión literaria. El peruano reflexiona ante el auditorio del Círculo Logroñés que ese pánico a ese padre castigador, "ha tenido que ver mucho con el odio a las dictaduras", una constante en su literatura que empieza con títulos como Conversación en la Catedral  y que incluye otros como La Fiesta del Chivo hasta llegar a su más reciente novela, Tiempos recios, sobre el golpe militar de 1954 en Guatemala.

Vargas Llosa no solo evoca momentos dolorosos. También hay otros que sacan risas del auditorio. Uno de ellos es el de su iniciación como lector voraz y que incluía la prohibición de su madre de leer ciertos libros de la casa. Lo que se prohíbe genera más deseo. Y  20 poemas de amor y una canción desesperada, de Pablo Neruda, era un texto de ese territorio prohibido. "Aquí hay pecado", recuerda el Vargas Llosa adulto que decía el Vargas Llosa niño para abalanzarse a leer al poeta chileno.

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El Nobel sigue su viaje a través de sus recuerdos que se pueblan con anécdotas de sus estancias en París, Barcelona, Madrid, Lima. Habla sobre la influencia inicial de Sartre- del que luego se desencantó- a través de la potencia de su filosofía plasmada en la frase "las palabras son actos". Con el francés entendió que la literatura era ese camino para poder hacer realidad las luchas que se tenían que realizar. Que la literatura no solo servía para dar placer, sino que podía transformar.

También cita a otro francés a quien, dice,  le debe la disciplina: Gustave Flaubert. Disciplina para lograr el talento que no tenía, porque había que trabajar más, ordenarse más, para poder conseguir las cotas más altas de ese talento. "Corregir, corregir, rehacer. Eliminar adjetivos, adverbios (...) Hasta parecer invisible la prosa", afirma sobre esa influencia del autor de Madame Bovary, por el que tenía tanta fascinación que aprendió francés para leerlo en su idioma original.

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Vargas Llosa se mueve hacia el periodismo, sobre el que analiza una especie de dualidad en la que por un lado la gran revolución audiovisual entrega algo positivo: la censura es casi imposible, y por el otro que la abundancia de información en esta era digital no necesariamente genera luces. "Demasiada información es sinónimo de confusión", puntualiza.

Y también viaja a la política topando dos temas de referencia: Chile y Barcelona. La erupción social en Chile le sorprende enormemente ya que asegura es un país que, como ningún otro en Latinoamérica ha reducido tanto la pobreza con un crecimiento de la clase media. "¿Cómo se explica que en este país haya esta sublevación popular, con 15 muertos? Es muy difícil de entenderlo a no ser que digamos que, a la vez que había ese progreso en términos económicos en Chile no lo ha habido en un crecimiento liberal básico como es la igualdad".

Sobre la crisis de Barcelona provocada por manifestantes que protestan por la condena a los líderes independentistas, Vargas Llosa dice “no reconocer a esta Barcelona”. “España cometió un gravísimo error cediendo la educación a las autonomías”. (I)