Más que describir tal cual como fue en la realidad la masacre del 15 de noviembre de 1922 en las calles de Guayaquil, la novela Las cruces sobre el agua, de Joaquín Gallegos Lara (1909-1947), deja ver cómo él imaginó ese suceso, incluso porque la novela fue publicada en 1946, veinticuatro años después de la tragedia. Gallegos, adolescente de 13 años, fue testigo de la matanza.

Según Jorge Enrique Adoum, afirmar que Las cruces sobre el agua es la novela del 15 de noviembre es reducir su alcance; en realidad, “es, ante todo, la novela de Guayaquil, vista a comienzos del siglo pasado, con la peste bubónica, los tranvías tirados por mulas, las primeras salas de cine, los trabajos, el desempleo, la miseria”. Y desde Aristóteles sabemos que la literatura no cuenta lo que sucedió, sino cómo pudo ocurrir un hecho.

Gallegos fue un escritor que creyó que la literatura era un espacio para la denuncia social; por eso, su novela enseña cómo las personas adquieren conciencia para la transformación revolucionaria. Tal es el caso del personaje Alfredo Baldeón, hijo de panadero, mecánico y más tarde obrero panificador que muere luchando por los ideales proletarios.

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La novela muestra una ciudad de casuchas, de asambleas sindicales en las que se denuncia la explotación de los patronos, en las que se cuestiona la rebaja del jornal, de personas dispuestas a no regalar su sudor, convencidas de que el tiempo de los esclavos había terminado, de desempleados, de chicos que se acuestan sin siquiera comer un verde asado y café puro, de arriendos abusivos. Un personaje que ve cómo se disputan restos de comida en los basurales y exclama: “¡Barajo, que haya esto en Guayaquil, y que la gente duerma tan fresca en el centro!”.

Gallegos hace que sus personajes –dice Adoum– sean “sorprendidos en diversos momentos del 15 de noviembre de 1922 y, cada uno por su cuenta, de una manera o de otra, llega al sitio de la manifestación popular. Gracias a esa técnica cinematográfica la matanza aparece ante el lector como debió haberles parecido a sus testigos, repetirse a cada instante o no terminar jamás”.

El personaje Alfonso Cortés piensa “en los obreros momentáneamente derrotados, en el Ecuador, vuelto a hundir sin reclamo en la noche de la esclavitud y del hambre. El 15 de noviembre y la lucha de Alfredo quedaban grabados como la mordedura del hacha en el tronco del guayacán: los lustros ampliarían su huella en las capas de los nuevos años”. Las cruces sobre el agua es la obra de un rebelde frente a la injusticia. (I)