Por Milagros León, especial para EL UNIVERSO
¡Neisi Dajomes es campeona olímpica! Esta ecuatoriana de 23 años ganó la medalla de oro en levantamiento de pesas en la categoría de 76 kg. Su y nuestra alegría es indescriptible.
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Esta victoria, que me hizo llorar mucho, me ha llevado a recordar una tarde en septiembre del 2012, cuando a las tres de la tarde emprendí un viaje de 850 km desde Berlín, donde vivía en ese entonces, a Kosice, una ciudad en el este de Eslovaquia. Me acompañaba mi sobrina Anahí y nuestro objetivo era asistir al Campeonato Mundial Juvenil de Levantamiento de Pesas, en el que, sabíamos, competía una jovencita ecuatoriana: Neisi Dajomes.
Todo empezó un año antes cuando de visita en el Ecuador mi cuñado Álvaro me insistió en que fuera con ellos a Puyo, donde, según él, vivía un grupo de niños que iban a ser el futuro del deporte de pesas del país. Así que con gran curiosidad fuimos.
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En efecto, en esa ciudad del trópico amazónico en un pequeño gimnasio entrenaban Neisi, su hermano y un grupo de niños de varias edades. No esperaba yo encontrarme con un gimnasio de último nivel, pero tampoco la precariedad en que se ejercitaban estos chicos. Dentro de la construcción de bloque y eternit había barras y pesas, bancas y otros equipos antiguos y gastados. Nada de esto molestaba a los jóvenes atletas. Desde el primer momento me llamó la atención la camaradería entre ellos.
Como todo deporte, su especialidad les exige un alto nivel de dedicación pero además, a diferencia de otras disciplinas, un constante esfuerzo físico extremo. Pero estos eran niños que se conocían, que prácticamente vivían juntos, así que de alguna manera todo era para ellos un juego. Me acuerdo cómo me impresionó que uno de los duelos a los que se retaban consistía en quién podía saltar más veces del suelo a dos cajones de madera de más o menos 80 cm que usaban precisamente para entrenar. Una especie de sentadilla del suelo a los cajones. Y lo hacían en medio de risas y gritos. Era una zona de alegría.
Ya en ese día Neisi destacaba entre los demás, era muy buena pero además no le gustaba perder, así que trabajaba fuerte.
Yo fui atleta de joven y recuerdo haber pensado, estando en Puyo, cómo ese espacio de deportes les estaba dando a estos niños, que en la vida tenían tan poco, una posibilidad de ocupar su tiempo sanamente, de aprender a aceptar la derrota y esforzarse más, de recibir la victoria con humildad, pero con más ganas y, sobre todo, a crear sus propias oportunidades en la vida. Cosas que se dicen siempre cuando se habla del deporte, pero que yo las vi y viví en mis años cerca del atletismo.
En Puyo, la piedra angular en el futuro de Neisi fue Walter Llerena, su entrenador, quien incluso se ocupó de que ella tuviera un lugar seguro para vivir y donde pudiera alimentarse adecuadamente. Walter también tiene una increíble historia que contar y fue su casa la que visitamos con Álvaro y mi hermana en esa estadía en Puyo.
Ahora, un año más tarde, Álvaro me había llamado a comentar que Neisi viajaba a Eslovaquia y que la federación no había permitido que la acompañara Walter, venía, en su lugar, un representante administrativo de la federación y, afortunadamente, Mayra, su primera entrenadora y una persona con la que Neisi se sentía totalmente segura y en confianza. Pero ellas necesitaban a Walter. A este nivel, Mayra ya no se sentía totalmente preparada.
Acompañándolas en esa competencia aprendí que la victoria en este deporte depende en gran parte no solo de la fuerza que puede tener el deportista, sino de la estrategia que el entrenador establezca en el entrenamiento pero, sobre todo, durante la competencia. Los atletas tienen solo tres posibilidades de levantar las pesas, entonces es muy importante, por ejemplo, cuándo empezar. No quieren desperdiciar sus intentos con barras con poco peso, es mejor esperar a ver cuánto levantan las rivales. Pero tampoco pueden arriesgar a esperar mucho y después no poder levantar en ningún intento. El entrenador sabe cuándo y cómo estimular a su deportista.
La competencia mundial en Eslovaquia no era la primera de Neisi, ella ya había participado en un par de torneos en Perú y Chile, pero esta era su primera aparición en Europa y para un campeonato mundial. Así que Walter se pagó su pasaje, llegó a Berlín y juntos hicimos el recorrido hasta Eslovaquia.
Neisi tenía 14 años, era una niña tímida, pero puro sonrisas. Caminamos por las calles de Kosice, ella con los ojos bien abiertos, admirando las calles pequeñas, riéndose de la gente, curioseando en las tiendas. Ni ella ni ninguno de los acompañantes dominaban el inglés, pero no parecía un problema.
En la tarde fuimos a la sede de la competencia donde Neisi debía inscribirse y pesarse; otra gran sorpresa para mí: resulta que estos atletas compiten dentro de un rango de peso y, obviamente, lo mejor es estar en la parte superior de la franja, sin embargo, muchas veces están un poco pasados. En estas circunstancias lo que hacen es deshidratarse las horas anteriores a la cita para pesarse y así perder el peso del agua en el cuerpo. Una vez superada la prueba del peso, vuelven a tomar líquidos inmediatamente.
Neisi compitió al día siguiente. Durante el almuerzo le pregunté si estaba nerviosa. “Sí”, me dijo sonriendo. ¿Mucho? “No, poco” (más sonrisas).
Y asimismo, sin mostrar ninguna inquietud, se subió tres veces al escenario, tres veces levantó lo que tenía en la barra y con el tercer intento, a sus 14 añosm se llevó, para Ecuador y para su familia, tres medallas de plata. Su reacción: más sonrisas.
Walter y Mayra la admiraban con cariño y ahí él me dijo esa tarde: “Neisi va a ser campeona olímpica. Esta niña es especial”.
Yo tengo la alegría inmensa de, gracias a Álvaro y mi hermana, haberla podido seguir estos años, de ir viviendo sus pasos y hoy de verla totalmente diferente, dar ese grito de poder en el podio más alto de las competencias mundiales.
¡Gracias, Neisi, por la alegría! Y felicidades, ¡te lo mereces! (I)