Es el mayor naufragio de un transatlántico futbolístico. En tan solo nueve meses y medio el Chelsea protagonizó un hundimiento deportivo tan insólito como vertiginoso, que lo aleja de toda posibilidad de éxito en un futuro cercano. El capitán de este barco no iba de Inglaterra hacia Estados Unidos, sino en sentido inverso. No recordamos un derrumbe semejante en al menos sesenta años de fútbol. Las pérdidas económicas son astronómicas, pero tratándose de gente bien encaramada en la lista Forbes, mil millones más o mil menos es una anécdota. Para el hincha, no. Un club que fue protagonista estelar en las últimas dos décadas cayó por el precipicio de las derrotas.