Hago una firme promesa: no volveré a escribir sobre el tema del Clásico del fútbol nacional. La necedad de querer inventar uno nuevo es tan trillada que no queda duda de que se trata de una maniobra de mercadeo por parte de los dirigentes de un club. Además, los argumentos que se exhiben desde hace doce años no convencen a nadie. Los estadios seguirán llenándose hasta las banderas para vivir las incidencias del único Clásico del país: Barcelona vs. Emelec. Tan irrefutable es esta verdad que hasta la FIFA reconoce que en Ecuador es el enfrentamiento de los clubes del Astillero guayaquileño el único catalogado como tal.

La FIFA se refiere al Clásico del Astillero en Ecuador como “un sentimiento generalizado en aquel país. Ningún duelo ecuatoriano se compara al de estos dos equipos”. Y no ha cambiado su postura pese a que seguramente habrá recibido numerosas misivas desde hace una década con farragosas argumentaciones. Según la revista británica FourFourTwo, el clásico Barcelona-Emelec está en el puesto número 34 de las rivalidades históricas más grandes del mundo.

Se ha hecho una costumbre el que antes de cada encuentro entre Barcelona y Liga de Quito un grupo de periodistas adictos a este club salga a reclamar que a este cotejo se lo declare como ‘Clásico’ del fútbol nacional. Ya me referí a tan obtusa pretensión en este Diario el 10 de abril de 2010: “Una persistente ofensiva mediática, muy parecida a estrategia de mercadeo para posicionar una marca o un producto, trata de convencernos a los ecuatorianos de que el verdadero clásico de nuestro balompié ya no es el de Barcelona-Emelec, sino el de Barcelona y Liga de Quito. El argumento más usado es el de que los clásicos nacen de una rivalidad territorial o regional, ingrediente al que suponen indispensable para despertar el ambiente fervoroso y apasionado del choque futbolero. La afirmación no resiste el menor análisis. El origen de un clásico está casi siempre en una oposición o rivalidad de raíz socioeconómica, aunque también pueden influir factores políticos y hasta religiosos”. Es una cantaleta huérfana de argumentos válidos. “No es un clásico nacional”, dicen, “es un clásico de Guayaquil”.

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El que ambos equipos sean de una ciudad no descalifica a un Clásico. Así se ha aceptado mundialmente.

Barcelona y Emelec son los únicos equipos con hinchada en todas las ciudades, pueblos, recintos y comarcas del Ecuador, por eso es un partido con influencia nacional. No existen otros clubes capaces de llenar los estadios fuera de su ciudad de origen. ¿Pruebas sobre la inalcanzable popularidad de los equipos del Astillero? Los clásicos oficiales jugados en Cuenca (1980) y en Manta (2015). Y ni hablar de los que tuvieron lugar en Nueva York en 1992; en Nueva Jersey en 2012 y en Madrid en 2014. En Nueva York, vendido el aforo del Downing Stadium (20.000 personas), dejó sin ingresar al menos a 5.000 fanáticos. No me lo contaron, estuve ahí.

El fervor por el Clásico del Astillero rebasó los límites territoriales hace muchos años, incluso cuando no son oficiales. Por largas temporadas veraniegas en Nueva York disfrutamos de los que se jugaban entre veteranos canarios y eléctricos en las canchas de Flushing Meadow Park. El gigantesco parque lucía atestado de partidarios de ambos clubes, cada uno acompañado de una numerosa y organizada barra. Por Barcelona jugaban, entre otros, Víctor Mendoza, Walter Cárdenas, Félix Lasso, Abdón y Alfonso Echanique, Mario Tenorio, Mario Cordero, Lupo Quiñónez, mientras que por Emelec alineaban José Marcelo Rodríguez, Máximo Tenorio, Luis Capurro, Cirilo Fernández, Lucio Calonga, Galo Pulido, José Vicente Balseca, Jesús Memín Ortiz, Gonzalo Cárdenas, Humberto Cotto, y algunos más. La euforia alcanzaba su más alto límite cuando el legendario Paco Villar anunciaba las alineaciones y luego salía a la cancha el célebre árbitro Eduardo Rendón.

El que ambos equipos sean de una ciudad no descalifica a un Clásico. Así se ha aceptado mundialmente. Peñarol y Nacional son de Montevideo; Boca Juniors y River Plate son de Buenos Aires; Alianza Lima y Universitario están afincados en Lima; Olimpia y Cerro Porteño son de Asunción, y Colo Colo y Universidad de Chile son clubes de la capital Santiago. Nadie, hasta hoy, discute que los choques entre esas escuadras constituyen el clásico futbolero de cada país.

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En este tiempo de exagerada mercantilización, solo en Ecuador, los negocios exigen crear una rivalidad y se llega al extremo de intentar la fantasía de un clásico nuevo que desplace al de antigua data. Los elogiables éxitos internacionales de Liga de Quito obtenidos en 2008, 2009 y 2010 posiblemente ocasionaron la exigencia de sus patrocinadores de forzar una respuesta de ese tipo porque pese a las Copas conseguidas los azucenas no alcanzaron el estatus de ídolo del país. Apurados por un tema de billetes en abril del 2008 se intentó crear una rivalidad. Eduardo Maruri, entonces presidente de Barcelona, aceptó la propuesta de una empresa para inventar lo que se dio en llamar ‘El duelo de la pasión’ con la disputa de un trofeo entre su club y Liga. Se escogió al ídolo nacional por su rentable popularidad y por puro cálculo financiero. “Vamos a hacer todo lo posible para que Barcelona recupere esa gloria tradicional y creo que el rival a vencer se llama Liga de Quito”, anunció Maruri. En ese momento nació todo. No se atrevieron entonces a llamarlo ‘Clásico nacional’ porque llovieron las protestas contra Maruri, un experimentado publicista que se dejó engatusar.

‘Muy tarde para inventos’

Un año después, ante la reacción popular, debió aclarar en EL UNIVERSO que “el único clásico del Ecuador es Barcelona-Emelec” y agregó que el enfrentamiento con Liga se lo denominó ‘Duelo de la pasión’ por un tema publicitario de una marca que quería promocionar una copa. Cuando se cumplen 78 años del primer encuentro de los equipos del Astillero y 73 de la acertada denominación que nuestro Diario le dio al partido; cuando se han jugado más de 200 clásicos oficiales, resulta muy tarde para tratar de crear uno nuevo. Han existido rivalidades que fueron cambiando de protagonistas con el tiempo, pero siempre con Barcelona como actor principal, mas nunca llenaron los requisitos históricos, sociopolíticos y emocionales para que nazca en el alma popular el fervor de un clásico.

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Los negocios exigen crear una rivalidad y se llega al extremo de intentar la fantasía de un clásico nuevo que desplace al de antigua data.

EL UNIVERSO cuestionó el martes pasado al presidente azul Nassib Neme sobre los intentos de inventar un nuevo clásico. Esto contestó: “Pueden decir lo que quieran, pero la respuesta del público en los estadios y los ratings de la transmisión de los partidos por televisión de cada uno de los equipos, son datos estadísticos comprobables y objetivos. El resto son sueños exóticos de quienes dan esa versión”.

Tal vez la mejor respuesta a la maniobra sea esta cita del portal mexicano MTY360: “Los clásicos encierran historia, tradición, cultura, rivalidad, intensidad y son, quizás, los partidos más importantes de cada liga de fútbol en el mundo. Qué triste es ser hincha de un equipo que no tenga un clásico; algunos equipos, al saber de la importancia de estos duelos, buscan crearlos. Pero los clásicos no se crean por decreto, los clásicos se alimentan, se van formando en torno a circunstancias de la vida y la sociedad, ya sea por la supremacía de determinada ciudad o país, o por la historia y la competencia de ser mejor que tu odiado rival” deportivo. (O)