No me había hecho antes la pregunta, pero la leí en un interesante artículo de mi amigo Dagoberto Rodríguez en su página de Facebook titulada ‘Caminando con Dagoberto’, gracias a la cual me entero de novedades que ocurren en una ciudad a la que me liga un afecto profundo: Milagro. Y es que el personaje es un milagreño de cepa que asombró a la afición futbolera nacional cuando apareció en la primera categoría de nuestro fútbol. ¿Su nombre?: Hamilton Cuvi Rivera.

Los que vivieron el balompié de los años 80 y 90 no lo podrán olvidar. Los jóvenes aficionados de hoy no lo conocen. En esos tiempos, antes tampoco, el periodismo no fabricaba estrellas; estas nacían en el césped y en rugido de sus grandes jugadas. Dagoberto no desecha adjetivos para elogiar las virtudes de Hamilton y viaja al presente para, imaginariamente, ubicarlo en los grandes de Europa. Y no exagera. “Para 1978 ya Hamilton jugaba al profesionalismo. Su estilo era claro, con mucha rapidez, con velocidad asombrosa y además, goleador. Manejaba la pelota a su antojo, con una cadencia inigualable; iba en el terreno como bailando al ritmo de alguna canción pegajosa. No tenía la imagen del crack, debido a su delgadez, era flaco, muy flaco, pero fuerte y bravo en la cancha, tenía fantasía en los pies y una cintura que la hubiese querido tener un integrante de algún ballet de Rusia. Nunca le corrió a rivales rudos y mal intencionados”.

Aunque hoy el deporte ha desaparecido hubo una época en que Milagro, junto a Guayaquil y Quito, era el mayor productor de grandes futbolistas. El recordado Edmundo Valdez Murillo llevó a Unión Deportiva Valdez al profesionalismo en 1951. Aquel equipo campeón de 1953 y 1954 y subcampeón en 1957 y 1958 tenía jugadores de otros lugares como Alfredo Bonnard, Pancho Rengifo, Fausto Villacís, Juventino Tapia, Antonio Alume, Washington Villacreces, Elías Tumbaco y Santiago Osorio, más el peruano Jorge Otoya. Pero la base estaba conformada por milagreños, entre ellos Honorato Gonzabay, Gastón Navarro, Leonardo Mondragón, Carlos Serrado, Julio Caisaguano, Segundo Viteri, Manuel Andrade, Eugenio Mendoza y otros recordados futbolistas.

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La profunda huella que dejó Hamilton Cuvi la marcó por sus características hoy desaparecidas: era un creador de juego, un director técnico dentro de la cancha, el faro y la guía de sus compañeros; su juego inteligente y exquisito deslumbraba a compañeros y rivales. Un crítico severo como Guillermo Valencia León lo bautizó como el Jorge Bolaños milagreño. Los que saben quién fue Bolaños y lo vieron jugar pueden calibrar la dimensión del elogio. Alguien dirá que Cuvi no ejercía el liderazgo del Pibe de Oro, pero lo aventajaba en un factor decisivo: tenía gol, algo sobresaliente en quien no era un hombre de área sino un volante ofensivo. Jugó 480 partidos y marcó 147 goles. Es el séptimo goleador de la historia de los campeonatos nacionales, superado por Ermen Benítez, Vinicio Ron, Ebelio Ordóñez, Fabián Paz y Miño, Ángel Liciardi y Giovanni Mera, todos delanteros, pero rebasando a otros artilleros como Ariel Graziani o Carlos Alberto Juárez. En 1987, jugando para Filanbanco, Cuvi fue goleador del torneo, empatado con dos centrodelanteros, el uruguayo Valdemar Victorino, de fama mundial, y Ermen Benítez, con 23 dianas, él que era un centrocampista.

Surgió en un Valdez que trataba de resurgir en 1978. En la selección del colegio Velasco Ibarra lo vio el entrenador del plantel, que era otro de los astros históricos del fútbol milagreño y del país: Roger Cajas. En 1982 lo llevaron al Audaz Octubrino y allí estuvo hasta inicios de ese año. Un dirigente de notable olfato futbolístico, Omar Quintana, estaba armando el Nueve de Octubre y no tardó en ficharlo. Allí estuvo hasta 1984 brillando al lado del campeón mundial Jairzinho, Osní de Oliveira, Kléver Ribeiro, Hans Franco, José Marcelo Rodríguez, Carlos Torres Garcés, Miguel Cedeño, Luis Floril y Pedro Mauricio Muñoz. Con ellos jugó la Copa Libertadores de 1984 por haber conseguido el subtítulo de 1983.

El salto a la Tricolor

Filanbanco, que ascendió en 1984, lo llevó a sus filas un año después para darle calidad a un equipo donde estuvieron José Valencia, Marcelo Hurtado, Luis Capurro, Wilson Macías, Álex Cevallos, Israel Rodríguez, Freddy Bravo, David Bravo, Paulo César, Luis Preciado y otras importantes figuras. Los banqueros jugaron la Libertadores en 1988 en el estadio milagreño Los Chirijos, hoy en estado de destrucción por la negligencia de la Liga Cantonal. La Selección lo recuerda como uno de sus grandes integrantes. Jugó la Copa América de 1983. Se recuerda siempre que en ese año, ante Argentina, en el Monumental de River Plate, Ecuador se puso en ventaja 2-1 con goles de Lupo Quiñonez y un penal cobrado con Hans Maldonado. En los adicionales igualaron los argentinos. Fue cuando el árbitro boliviano Ortubé agregó 13 minutos, dio un penal a los locales y pitó el final cuando Jorge Burruchaga empataba a 2. Cuvi fue la gran figura nacional en ese partido.

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La llegada de Dusan Draskovic potenció física y mentalmente a nuestros futbolistas. Cuvi jugó la Copa América de 1987, pero su mejor actuación fue en la de 1989. En el Grupo B estaban Argentina, Uruguay, Chile, Ecuador y Bolivia. El 2 de julio nuestra selección logró una gran victoria ante Uruguay que contaba con Hugo de León, Santiago Ostolaza, Rubén Paz, Rubén Sosa, Antonio Alzamendi y el Pato Aguilera. Ermen Benítez anotó el gol de la victoria a los 88 minutos. El 4 de julio, en el estadio Sierra Dorada nuestra Selección igualó sin goles con Argentina que tenía en sus filas a los mundialistas Clausen, Ruggeri, Brown, Cucciuffo, Batista, Burruchaga y Maradona. Jimmy Izquierdo marró un penal. Empatamos con Bolivia sin anotaciones el 8 de julio y terminamos con 5 puntos, igualados con Uruguay y Chile, pero quedamos fuera de la ronda final por gol diferencia.

Hamilton Cuvi en la Selección.

Gran gambeteador, contando mentiras con el cuerpo como aconseja Jorge Valdano, Hamilton Cuvi reunió condiciones que hoy valen más que un pozo petrolero: brillante estratega, profundo conocedor de los secretos del juego, dueño de una técnica impecable, sutil, paciente, astuto, asociativo, engañador y desacomplejado, tal como el español Santiago Segurola describe las virtudes de los genios.

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Tenía desde tiempo atrás las ganas de escribir de Cuvi, hoy concejal de Milagro.

También espero hacerlo sobre otros grandes como Guido Andrade, Honorato Gonzabay, Humberto Barreno, los integrantes del inolvidable Valdez, Roger Cajas, Fernando Vega, Ciro Santillán, Ciro Pontoni Guerrero, Stalino Sánchez, el goleador Carlos Cuvi, ya no en los límites de una columna sino en un libro sobre las Leyendas del fútbol milagreño. (O)