Atlético de Madrid 5 - Real Madrid 2. Cuando el espectador neutral sale encantado de un partido es que ha visto espectáculo. Y este fue del grande, de esos que se perennizan en la mente del hincha y se convierten en leyenda urbana, en charla de bar muchos años después. ¡Qué bonito…! Es la belleza de la Liga Española.

Nadie vería un Elche-Osasuna o un Almería-Girona; le sobran partidos híbridos. Pero cuando se cruzan Barcelona-Real Madrid o Atlético-Madrid el resto del mundo se hace un tiempo. Eso se mira. El hincha de fútbol de verdad detiene su andar y se sienta frente al televisor. Es lo que el Boca-River al fútbol argentino. Puede uno ser de Vélez, de Platense o San Lorenzo, pero el Boca-River se mira. Es ley no escrita.

Fue un hermoso duelo en el que el Madrid, sin jugar bien, por esa grandeza histórica que tiene, dio vuelta un mal comienzo y se puso 2-1 adelante con dos preciosos goles, una perfecta y potente definición de Mbappé por derecha y un gol magnífico del turco Arda Guler tras hermosa maniobra de Vinícius.

Pero terminó casi arrollado por un Atlético hambriento, tenaz, extraordinariamente determinado. El cuadro del Cholo metió un grado de intensidad que el Madrid no supo contrarrestar. No pudo, se vio desbordado.

“Meneo”, “Baile”, Repaso”, “Manotazo histórico”, “Manita del Atlético”, “Baño táctico de Simeone a Xabi Alonso”, fueron algunos titulares dedicados al Aleti. No creemos que tanto. Pero el rojiblanco sí jugó a lo Simeone, a meter y meter sin dar respiro, a presionar, anticipar, ahogar y dejarse la sangre en cada lance. Cholismo en su máxima expresión.

Eso. Y con un estadio llenísimo y rugiente de colchoneros fue un combo imposible para los blancos. El estadio Metropolitano del Atlético, designado sede de la final de Champions 2027, presentó un marco colosal y dio un recibimiento de campeón del mundo a los Cholo’s Boys, como si supiera de la emocionante actuación que cumpliría su equipo. Setenta y cinco años que no le marcaba cinco goles a su acérrimo rival. Por cosas como estas la imagen de Simeone está junto al escudo. En estos catorce años les ha devuelto a los hinchas el orgullo, la ilusión, la fe, la alegría de volver ser grandes.

Un centro brillante de Giuliano Simeone desde la derecha y el cabezazo matador de Robin Le Normand abrió el fuego a un inesperado festival de goles. No fue el derbi de los roces, las provocaciones y el cerrojo defensivo como tantas veces; se dio un juego abierto, con ambos pensando en el gol.

Antes de ir al descanso, minuto 48, el gigante noruego Alexander Sørloth, con otro potente cabezazo, puso el 2-2 y dio una inyección de optimismo a su gente. Cuando un equipo mete dos goles de cabeza en un clásico es que está bien de ahí, de arriba. Y le pasa al contrario el mensaje de que lo está arrasando. El gol de cabeza genera sensación de autoridad, de imponencia, de estoy agrandado.

Se fue a vestuarios con un envión anímico importante el Atlético. Y volvió al segundo tiempo hecho un aluvión. Logró el 3-2 con un penal ejecutado con seguridad por Julián Álvarez a los 51 min.

Doce minutos después, Julián metió un tiro libre inolvidable por encima de la barrera, que entró como un misil. El Metropolitano deliró. Lo pateó con tal decisión que parecía estar completamente seguro de convertirlo. Cambió unas palabras con Nico González, que se ofreció a ejecutar, pero lo disuadió: “Dejámelo, voy yo”. Y la clavó.

Gol sensacional. Es el plus del jugador argentino: quiere ganar siempre. Ama la plata, pero más ama la gloria. Y si el rival es muy grande, más quiere. Cinco goles en dos fechas, Julián, la anterior, tres al Rayo Vallecano. Cinco goles que valen seis puntos. El Mundial lo va encontrar en un momento de confianza y madurez fantásticos, un jugador ya definitivamente hecho, listo para decidir partidos de este porte.

Ya es un fijo en las pelotas paradas. Es garantía en córneres, penales y libres. Julián es uno de los errores más severos de Pep Guardiola en toda su trayectoria. Tenía cuatro años más de contrato con el Manchester City y lo dejó ir para quedarse con elementos de inferior calidad. No hay excusa posible: imperdonable. Lo mismo le pasó con Cole Palmer.

Otro que se aseguró el Mundial, si Scaloni estaba mirando el partido, es Nico González. El zurdo de La Paternal se jugó todo, una personalidad y un espíritu de lucha arrolladores.

Al que se le volaron los papeles es a Xabi Alonso. Por lo que se vio en el derbi, le va a costar armar un equipo campeón con este plantel. Son todas estrellas que, cuando llega el momento de jugar fútbol ante rivales fuertes, les cuesta demostrarlo. Muy preocupado quedó el madridismo. “Si el Aleti, que venía a los tumbos, nos da esta paliza, ¿qué no espera en Europa…?”, se preguntaban en las redes.

“El Atleti desenmascara al Madrid”, fue la columna central, a cargo de Javier Sillés, del ultramadridista diario AS. “Quedaba la duda de si un calendario amable había permitido el pleno del Real Madrid en el inicio de temporada. Ya no hay sospechas. Era un liderato precario y una sensación irreal. Un extraordinario Atlético puso en la diana todas las debilidades de los de Xabi Alonso, también las del entrenador blanco, e hizo sangre de las mismas”, completó el colega.

Se refería a que los seis triunfos al hilo en la Liga habían sido ante rivales asequibles: Osasuna, Oviedo, Mallorca, Real Sociedad, Espanyol y Levante. Y no siempre con un juego convincente. “Aquí llevamos una semana escuchando coros de gloria al Madrid. Se habían olvidado que en Champions le ganó al Marsella con dos penales, uno de ellos sospechoso, que los bailó la Real Sociedad y que el PSG les metió cuatro”, agrega Diego Torres, redactor de El País de Madrid y brillante observador del juego.

“Humillados”, “Se ha mancillado la camiseta” y “No había visto esto en toda mi vida”. Exclamaciones del subdirector de AS, Tomás Roncero, conocido como fervoroso simpatizante merengue. En él se resumía el sentir de la legión blanca.

“Huijsen y Carreras, un desastre”, dice en otra entrada el diario AS. El ala izquierda de la defensa madridista se estrenó esta temporada. Costaron, entre ambos, 112,50 millones de euros. Se vieron muy mal. Huijsen, que fue promocionado como un crack para hacer época, fue sobrado en los dos goles vía aérea.

No dio garantías por abajo tampoco. Carreras, muy desordenado y demasiado vulnerable. Pero quien queda más señalado es Xabi Alonso, el entrenador vasco. Cada vez que tuvo enfrente adversarios bien plantados (Al Hilal, PSG, Real Sociedad, Olympique de Marsella, ahora el Aleti), su equipo sufrió horrores.

Por eso, el hincha piensa en cuando lleguen el Barcelona, el City, Bayern, Liverpool, Paris Saint-Germain… A Xabi Alonso no se lo ve con seguridad en las conferencias de prensa. Responde con titubeos y sin ingenio. No se diría que es un hábil declarante como eran Carlo Ancelotti o José Mourinho. Zidane tampoco brillaba en las declaraciones, pero salía del momento con sencillez y una sonrisa.

“Al vestuario se le pone en sospecha. Y al entrenador. Ha enfrentado el primer Miura y yo tenía la sensación de que se iba a contestar bien, pero lo ha hecho muy mal. Xabi no ha estado afortunado ni en el once inicial ni en los cambios ni en rueda de prensa”, cuestionó Antonio Romero, relator de la Cadena SER.

Los rivales de Champions seguro han tomado nota de este Madrid falible, de mandíbula frágil. Lo mandaron a la lona y le siguen contando. (O)