Cuando la FIFA confirmó que el Mundial 2026 lo organizarán Estados Unidos, Canadá y México, incluyendo la novedad de que se ampliaba el cupo a 48 países participantes, como era de esperarse, un mar de críticas en contra y otras tantas a favor coparon el escenario. Entre los reproches sobresalió el de un expresidente de la FIFA, el suizo Joseph Blatter, aquel que gobernó ese organismo en la era más oscura del deporte mundial. Fue consultado por el semanario alemán Die Zert: ¿qué criterio tiene sobre el formato de 48 selecciones para el Mundial del 2026?, le preguntaron.

Blatter calificó el incremento como la “sobrecomercialización del fútbol, porque se sigue intentando exprimir más y más al limón”. Concluyó la entrevista reconociendo que él intentó controlar el negocio del fútbol, pero que la gran influencia comercial y política se lo impidió. Yo agregaría que lo descontroló la estructura mafiosa que se creó alrededor, que desangró al fútbol y destruyó su imagen. Así apareció en la palestra Gianni Infantino, ofreciendo honradez y transparencia. Solo con ese discurso consiguió el trono de la FIFA, ante un desacreditado Blatter.

Luego, el flamante presidente de la FIFA, Infantino, explicó la idea de expandir el balompié al mundo y así dar la oportunidad para que más países asistan a la gran fiesta de la Copa del Mundo, que se celebra cada cuatro años. Infantino ha manifestado que su afán es inclusivo, porque aquello permitirá que el fútbol siga expandiéndose en el planeta. Es posible que este concepto guarde una verdad difícil de cuestionar, pues en efecto fue aceptada y aplaudida en el último congreso de la FIFA, realizado intencionalmente en Ruanda, país africano donde se confirmó que 48 equipos asistirán al Mundial de México, Estados Unidos y Canadá 2026. También se estableció la repartición de los cupos que tendrá cada continente, la cantidad de partidos que se jugarán, los 40 días que durará el torneo. Los cambios no tuvieron contradictores dentro de la asamblea, por razones lógicas.

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Todas las federaciones se frotan las manos y abren sus bolsillos, porque conocen que, mientras más dinero entre a la FIFA, más recursos llegarán a las respectivas tesorerías. Además les ofrecerá más oportunidades para clasificar, como se puede demostrar. África es el continente que recibirá más plazas: serán cuatro fijas, con una más si ganan el repechaje intercontinental. Asia obtiene cuatro lugares adicionales; Europa recibe tres más; Oceanía, un puesto fijo; y Sudamérica gana cupos fijos, y uno más si gana el repechaje.

Como se podrá notar, muy beneficiados salen los países de la Concacaf, esta confederación que tiene tres ya clasificados por ser los organizadores, pero tres naciones más que asistirán al Mundial. Esta generosa oferta generó que Infantino fuese reelegido por aclamación en lo que ellos mismos calificaron como “un congreso histórico”. Esto demuestra que su estrategia política le sirvió para cumplir los objetivos de no tener contendor y dejar satisfechos a todos los asistentes al congreso número 73 de la FIFA.

Muchos nos preguntamos por qué se realizó el congreso en Kigali (Ruanda). Hay dos razones de peso: una, porque África ofreció los 54 votos para la reelección; y dos, porque los qataríes siguen demostrando que han conquistado el mundo del fútbol. No es coincidencia que el emir Tamim bin Hamad al Zani sea muy amigo del presidente de Ruanda, Paul Kagame; que los dueños del PSG –la monarquía qatarí– estén construyendo el aeropuerto de Kigali; o que los qataríes hayan adquirido Ruanda AIR, lo que ratifica que geopolíticamente los petrodólares son el poder atrás del trono del balompié.

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Pero, adicionalmente, la euforia mundialista, que comenzará con las eliminatorias, también le representará a Infantino engordar las arcas con la venta de los derechos audiovisuales. La FIFA estima que sus ingresos aumentarán en un 20 %, y se puede colegir que los dos propósitos que manejó Infantino se están cumpliendo. El político superó las expectativas, porque todos conocemos que él llegó al trono de la FIFA por una coincidencia histórica, sin mucha aceptación por todo lo que significó el FIFAGate. Ofreció honradez y fue conquistando los votos y alianzas necesarias para sostenerse en el puesto; solo así se justifican las reformas, con el fin de ser reelecto por unanimidad y con voto de aplauso a su gestión. Cuentan asistentes al congreso que, cuando informó de los $7.500 millones de ingresos que tuvo la FIFA en el último periodo, todos los presentes calentaron las palmas de sus manos y se pusieron de pie hasta que Infantino, con una señal, les pidió tranquilidad para seguir con su discurso.

La otra carta de Infantino era demostrar a la Asociación Mundial de Ligas de Clubes que no son ellos los que manejan la industria del fútbol. Por eso le aprobaron el formato de 48 selecciones en el Mundial y las fechas en que se realicen las eliminatorias y el certamen para que no se atrevan a estorbar los clubes, así los jugadores internacionales terminen reventados por la cantidad impresionante de partidos que se realizan durante un año.

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Otro argumento que manejó Infantino es la propuesta de que no solo compitan más equipos o que se fomente el fútbol en países no tradicionales, entregando más dinero en su programa Forward. Lo que intenta Infantino, en el fondo, es reemplazar los ingresos mermados con la exclusión de Rusia del Mundial 2022; la no asistencia de equipos tradicionales, como Italia, además de Suecia, Turquía, Australia, y Escocia; y, además, que asista el turista del Viejo Continente, que faltó en Qatar 2022, por haberse jugado en una época contraria a la costumbre de los europeos, que vacacionan en ese tiempo.

Ahora Infantino le ha puesto el ojo a lo que representan los jugosos ingresos de dos mercados usualmente llamados ‘emergentes’, como los de India y China, con millones de aficionados que garantizarían también millones de dólares a las arcas de FIFA. En fin, bajo el criterio de que más naciones pobres participen y sientan la emoción de vivir un Mundial, se ha dejado de lado la selectividad y calidad futbolística, que debería ser el principal objetivo del torneo.

Por la cantidad, todos sabemos que existirán partidos sin importancia, por el nivel competitivo de los participantes. Es indiscutible que el nivel de la competencia se perjudicará. El diario español Marca califica la decisión de la FIFA como un “sinsentido futbolístico”. De Sudamérica irán casi todos los países; de Concacaf, lo mismo. ¿Qué sentido tendrán las fases de clasificación? El nivel de la competencia tendrá un bajón significativo, y la etapa inicial del Mundial desacreditará al fútbol. Pero a Infantino le da lo mismo.

La discusión está planteada. Si a un mundial deben asistir los mejores, la cantidad de 48 equipos le quitará ese espíritu. La competitividad y la calidad de las eliminatorias, si va el 30% de las selecciones de Conmebol, es nivelar todo hacia abajo, dijo el mundialista peruano Oswaldo Cachito Ramírez. Pero para Gianni Infantino es más importante que el fútbol llegue con mucha pasión a países que nunca tuvieron la oportunidad de jugar un mundial. Y claro, sin decirlo, también asegura con los hechos que hoy en el fútbol se privilegia y se honra a Don Dinero, fórmula que le saca una gran sonrisa a la mayoría. (O)

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