En la edición del 20 de febrero pasado EL UNIVERSO denunció otra de las penosas circunstancias por las que pasan nuestros deportistas para poder prepararse y competir. Luisa Valverde, ganadora de un diploma olímpico en Tokio 2020, reveló que debió organizar una rifa para costear los gastos de traslado desde Rumania hacia Egipto y Bulgaria para representar a Ecuador en dos torneos.

Es feriado por carnaval, pero seguramente estará por ser difundida alguna aclaración y corrección del Ministerio del Deporte a la versión de Valverde, con los argumentos consabidos: “ella está en el Plan de Alto Rendimiento”, “cuenta con los recursos necesarios”, “este ministro siempre está cerca de los deportistas”, “trabajamos para ellos”, “el deporte es política de Estado”, “debe responder su federación”. Es probable, además, que abunden las cifras”, anticipaba nuestro Diario.

Otra nota revelaba que “el cupón de la rifa solidaria tiene un valor de $ 3 y los premios van desde una estadía en Airbnb por hasta $ 100, a órdenes de evaluaciones médicas, un maillot firmado por el ciclista Richard Carapaz, entradas para el primer Clásico del Astillero de la temporada 2023 en el estadio de Barcelona hasta órdenes de consumo en restaurantes de comida rápida”.

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Estas vergüenzas no son nuevas. Empiezan desde que se creó el Ministerio del Deporte porque la elección de los ministros recayó en adherentes políticos, aduladores de turno, parientes desocupados y exdeportistas sin ninguna experiencia en administración del deporte. Un fiasco monumental con algunos resultados excelentes que los ministros (y una secretaria) aprovecharon para treparse a la camioneta del éxito sin haber contribuido en nada. Los logros se debieron al sacrificio de los deportistas, sus entrenadores y, tal vez, alguno que otro dirigente.

De allí la queja de Richard Carapaz minutos después de lograr la medalla de oro olímpica: “Nos hemos tenido que buscar un masajista, hemos venido solos”. O la campeona mundial Glenda Morejón, marchando con zapatos rotos. O la monarca olímpica Neisi Dajomes, meses antes de lograr la presea dorada: “Hasta este momento nadie se ha hecho presente. Ni la secretaria del Deporte ni la Federación Ecuatoriana de Levantamiento de Pesas”. Mientras tanto, la entonces secretaria del Deporte afirmaba que ya tenía conseguidos $ 4.000 millones para que Ecuador sea sede de la Copa del Mundo 2030.

Luisa Elizabeth Valverde avanzó hasta los cuartos de final de lucha en la categoría 53 kilogramos de los Juegos Olímpicos de Tokio. Foto: Archivo

Tal como lo advirtió EL UNIVERSO el ministro exciclista emitió un comunicado en el que citaba cifras que asegura se han entregado a la luchadora Luisa Valverde y afirmó que ella había viajado “por cuenta propia”. Volvió Palacios a caerse de la bicicleta. Valverde contestó que su viaje estaba planificado y que debió acudir a una rifa para costearlo y asistir al Ranking Series de Egipto y después al torneo Dan Kolov-Nikola Petrov, en Bulgaria. “En ningún momento a mis manos o mi cuenta bancaria llega la cantidad que entrega el Ministerio del Deporte”, dijo ella. Y es cierto porque los dineros se entregan, tarde y mal, a la Federación Ecuatoriana de cada deporte, y, a veces, nadie sabe en qué se invierten.

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Sebastián Palacios, nombrado ministro del Deporte por Guillermo Lasso, practicó bicicrós y a su retiro –y muy pronto– se dedicó a la política. Es decir, es un político con algún pasado deportivo y fue asambleísta, lo que más que un mérito es todo lo contrario, con las excepciones de rigor. Ello explica su devoción por los discursos rimbombantes y su locuacidad inmoderada.

En los primeros días en la poltrona ministerial, con el pesado y farragoso lenguaje burocrático aprendido en la política, anunció tres ejes de acción: 1) El deporte como herramienta del desarrollo, 2) Ecuador, potencia deportiva, y 3) ¡Un ministerio del Deporte eficiente, reestructurado y despolitizado! No voy a reproducir la palabrería que describe cada uno de ‘los ejes’, pero pecaré con el segundo: “Apoyaremos permanentemente a nuestros deportistas del nivel formativo y alto rendimiento, incluidos los deportistas con discapacidad, dotándoles de todos los recursos necesarios para cumplir sus objetivos. Potenciaremos el Plan de Alto rendimiento y lo administraremos técnicamente; a la par desarrollaremos un programa de detección y acompañamiento de talentos en el nivel formativo”. Muchos deportistas de élite no podrán evitar una mueca de disgusto.

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Todos los desbarajustes que provocan quejas casi unánimes (hay federaciones favoritas) ocurren cuando el deporte es “política de Estado”. Así lo enunció el presidente Guillermo Lasso en marzo de 2022: “Porque creemos en su poder transformador, en su capacidad de cambiar la vida de niños y adolescentes, y en su impacto positivo en comunidades enteras”. Como buen altoparlante Palacios lo acolitó en Twitter: “Gracias, presidente Guillermo Lasso, por su compromiso con el deporte, por creer en su poder transformador y en todo lo que se puede lograr a través de él”. Todo es mentira y sueño porque el mismo 2022 el ministerio recortó las asignaciones presupuestarias del Comité Olímpico, las federaciones ecuatorianas y las federaciones provinciales.

Tan desubicado está Palacios que hace muy poco habló de iniciar el trabajo de organización de la Copa América 2024 cuando la Federación Ecuatoriana de Fútbol ya había renunciado a ser sede por razones de inseguridad. Y aún habla de los Juegos Bolivarianos 2025 en Guayaquil, cuya realización está en veremos por muchas causas. La sede se concedió en circunstancias anormales porque solo pueden pedirla los Comités Olímpicos Nacionales. La solicitud debe contener el aval del Gobierno nacional y el municipio de la ciudad que aspira a albergarlos, lo que no existe hasta hoy. Apenas hay una carta del presidente de la República y la alcaldesa en que expresan su simpatía con la candidatura.

El COE anunció que “no ha obtenido respuesta para que el jefe de Estado otorgue el aval escrito que garantice el presupuesto para los Juegos”, pero el ministro respondió en otra misiva pública que “en diciembre de 2021, a través de una carta aval, el Gobierno manifestó su interés de que Guayaquil sea sede de los Juegos. Para ello, y como muestra del compromiso, se acordó aportar con $ 24 millones”. No es cierto lo que afirma Palacios. Aval es garantía de que los fondos para la organización estarán disponibles para ser entregados al COE. La cifra que cita Palacios, y propuesta por la Federación Deportiva del Guayas, no tiene ningún asidero financiero ni técnico. Guayaquil carece de escenarios reglamentarios.

Habrá que construir al menos el 80 % de ellos. Habrá que contratar un seguro para cerca de 4.000 personas en una ciudad azotada por el crimen y que está ubicada en el puesto 24 entre las urbes más violentas del mundo. Una comisión de expertos internacionales reunida por el COE ha fijado en al menos $ 51 millones el costo de los Bolivarianos en Guayaquil. ¿Tiene el Gobierno ese dinero disponible en medio de carencias cada vez más angustiantes? ¿Pueden los organismos estatales garantizar la seguridad de 4.000 personas?

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Ministro Palacios, nos debe una respuesta franca. Ojalá no se caiga de la bicicleta. (O)