Ni la Copa América, ni el Mundial, ni la Libertadores o la Champions, ninguna competencia futbolística alcanza el grado de tensión de la Eliminatoria, el único torneo que no determina un campeón (Bielsa ganó una clasificatoria con 43 puntos, casi una grosería, pero nadie se lo reconocerá). No otorga títulos, pero pone en vilo al continente, lo tensa como una cuerda al límite. Es un cofre que se abre y reparte alegría o decepción, no tiene grises. El Mundial ya es más una fiesta, la Eliminatoria es drama, el miedo de quedarse afuera. Quien no va al Mundial se siente el último de la clase. Luego, allá, aunque se pierda, queda la satisfacción de haber estado.