Me van a contradecir los ‘sabios’ tácticos que medran en micrófonos y pantallas como gallinazos del buen gusto y de la estética. “Nada como el fútbol de hoy —dicen a diario—, si nunca se corrió tanto; lo verifican los medidores electrónicos que se colocan como sostenes para calibrar si un jugador se entregó entero o a retazos”. ¡Y a mí qué me importa cuánto corrió si hoy la ‘tribu tacticista’ ignora cómo y para qué corrió!
La Cortina de Hierro, un recuerdo celestial
Puede haber cabalgado 30 kilómetros, pero no sirve si en la cancha tuvo 100 veces la pelota y 99 la entregó mal, si nunca fue auxilio de un compañero, si jamás se mostró para desahogar el acoso rival. Pero eso —correr y correr— es lo que miran hoy los ojos neblinosos de los partidarios del “hay que ganar como sea”, aunque eso signifique enlodar al fútbol con triquiñuelas, hamponerías, puntapiés, fingir lesiones, quema de tiempo y, si la mano viene bien, arreglar un resultado (en el 2020 hubo dos equipos que en un partido clave decidieron no atacarse porque el 0-0 les convenía para sus respectivas clasificaciones. Así perjudicaron a un tercero).
¡Tenían un cañón en el botín zurdo!
El 28 de agosto pasado, Mario Canessa publicó un editorial alarmante sobre lo que ocurre en Emelec, amenazado por el descenso, e invitó a sus directivos a un examen de conciencia que identifique los errores con propósito de enmienda. Barcelona puede argumentar que le va bien: está cuarto, apenas ha ganado un partido y ha empatado tres, ha marcado tres goles y le han anotado dos. Guayaquil City, equipo sin tradición, hace lo que puede con un plantel sin figuras y está lejos de aspirar a posiciones estelares.
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Una foto de antaño para disipar la niebla
El problema de los equipos del Astillero está en la mediocridad de sus planteles, plagados de futbolistas que en otras épocas estarían jugando en las ligas de novatos. No es exageración. Hubo un tiempo en que a Barcelona y Emelec llegaban astros de la primera división de Uruguay, Argentina o Brasil. Me van a calificar otra vez de nostálgico, como si eso fuera un insulto. La nostalgia es un sentimiento espiritual que nos llega al recordar felices momentos de nuestra vida, especialmente aquellos que se asocian a nuestra niñez. Es lo que en psicología se llama proceso de socialización primaria, que hace inolvidables los sentimientos de la infancia.
El gran Valenciano ha soplado 95 velas
No es pecado mencionar que vimos en el fútbol a grandes jugadores de fama universal en los tiempos del viejo estadio Capwell o en el Modelo, como Alfredo Di Stéfano, Adolfo Pedernera, Zizinho, Julinho, Garrincha, Ferenc Puskas, Eusebio, Lev Yashin, Paco Gento, Ladislao Kubala, Rivelino y Pelé, nombres que vienen cuando exprimo la memoria y debo elegir entre más de cien.
Frantz Reichel y su papel en la historia deportiva de Ecuador
A Barcelona llegaron en los años 60 Tiriza, Helinho, Helio Cruz, Nivaldo, que jugaban en equipos de primera en Brasil. Emelec fichó a Eustaquio Claro, preseleccionado de Uruguay al Mundial 1962; Henry Magri, exvolante de River Plate; Lucio Calonga, titular en Huracán de Buenos Aires; Ramón Maggereger, mundialista con Paraguay en 1958, y podría seguir con muchos más. Fue la época memorable de Los Cinco Reyes Magos y La Cortina de Hierro. La del Marqués Paternoster y el maestro Gradym. Everest contrató en 1964 a Moacyr Pinto, campeón mundial con Brasil en 1958, ídolo de Flamengo y con pasos por River Plate y Peñarol. Hoy se glorifica y se modela el barro para convertir en ídolo a un jugador desconocido en Argentina.
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Ni hablar de los 70, cuando Barcelona labró su bicampeonato con Luis Alayón, Jorge Phoyú, Édison Saldivia, Gerson, Nelsinho, Pepe Paes, Pedro Álvarez, Perico León, Jorge Bolaños, Alberto Spencer, Vicente Lecaro, Luciano Macías, Walter Cárdenas, Miguel Coronel, Wacho Muñoz, Juan Madruñero, Alfonso Quijano y el cura Juan Manuel Basurko. Transfermarkt, muy serio portal, valora a este plantel en más de $ 15 millones. ¡Lo que costaría hoy esta constelación! (al 2023, esa cantidad de 1970 equivale a $ 118′492.243).
Emelec no se quedó atrás. Tuvo en sus filas a Ramón Souza Duarte, José María Píriz, José Romanelli, el chileno Rubén Marcos, Alberto Cabaleiro, Ángel Liciardi, Héctor Gauna, Jaime Delgado Mena, Carlos Maridueña, Félix Lasso, Roger Cajas, Jesús Ortiz, Gonzalo Castañeda, entre otros. Sería inacabable coleccionar nombres que están en una historia de lujo futbolero, fervor y pasión: José Omar Pepona Reinaldi, quien llegó procedente de River Plate en 1976; regresó a su país para brillar en Talleres y formar parte de la selección de Argentina a la que lo convocó en 1979 César Luis Menotti.
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Víctor Ephanor, una estrella auténtica surgida en Botafogo, transferido a Flamengo y militante luego del Junior de Colombia, con el que fue goleador del torneo de ese país en 1974 y segundo artillero en 1975. Vino a Barcelona en 1977 para hacerlo bicampeón de 1980 y 1981; Severino Vasconcelos, figura del Palmeiras y de Inter de Porto Alegre, quien se unió al Colo Colo en 1979; Toninho Vieira, eximio mediocampista venido del Santos de Brasil para jugar cinco temporadas y ganar un doble campeonato.
Carlos Miori, alero izquierdo, campeón y goleador máximo en 1979, dejó 73 goles en las redes contrarias con Emelec; Rubén Beninca, fichado por Emelec en 1988, procedente de Nacional de Uruguay, y autor del ‘Monumentalazo’, que es orgullo eléctrico; Mario Saralegui, fichado en 1990, había sido campeón de América y el mundo con Peñarol y River; el exseleccionado argentino Rubén Insúa, titular del Independiente de Avellaneda de Ricardo Bochini cuando en 1991 lo trajo a Barcelona.
Marcelo Trobbiani, campeón mundial en 1986 con Argentina, surgido en Boca, con pasos por Elche y Zaragoza de España, Estudiantes de La Plata, Millonarios y nuestro Barcelona, al que vino en 1989 y desde su posición de volante creativo lo llevó a la final de la Copa Libertadores 1990, manipulada en favor de Olimpia con la autoría del árbitro argentino Juan Carlos Loustau.
He lanzado un puñado de nombres que me vienen al recuerdo para probar que lo que vemos hoy en el torneo de la Liga Pro es un fútbol de pobretes, mendicante, necesitado. No hay figuras. Emelec y Barcelona son caricaturas de equipos en comparación con otros tiempos. No hace mucho que Emelec era dueño del podio de vencedores: campeón en 2013, 2014, 2015 y 2017; subcampeón en 2010, 2011, 2012, 2016, 2018 y 2021. Nueve veces en el podio en diez años.
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Barcelona tuvo menos brillo, pero fue campeón en 2012, 2016 y 2020 y subcampeón en 2014 y 2022. Estaba en las manos equivocadas que privilegiaron el negocio, los derroches y la entrega a la política. Así lo dice una auditoría que EL UNIVERSO hizo pública y que provocó asombro, indignación e impunidad hasta hoy.
El otrora victorioso fútbol guayaquileño está herido de muerte. En los estadios se ven partidos lamentables. Es lo que hay, es el fútbol que se practica, el que la modernidad táctica nos legó. Desde las cabinas radiales y las pantallas de televisión nos seguirán pidiendo que enterremos los recuerdos y aceptemos que lo de antes no valía. Que lo bueno es lo que vemos hoy. Yo seguiré negándome a aceptarlo, aunque sepa que hay gente a la que no le importa el fútbol sino el dinero y que con él se puede ganar de buena o mala forma, sin nunca terminar preso. (O)