Ya pasé el tiempo de los pecados veniales y los ocasionales martirios en busca de salvación bíblica, pero a veces suelo escuchar programas deportivos, especialmente por el respeto que siento hacia los pocos colegas experimentados, preparados y dignos que todavía quedan como aves que han volado por sobre el pantano sin manchar su albo plumaje.

Barcelona SC, víctima del odioso canibalismo criollo

Perdónenme que me ponga en plan de Rubén Darío, el poeta nicaragüense (1867-1916), máximo representante del modernismo literario en lengua española. Esto hay que aclararlo porque los sesudos expertos en sistemas, tácticas y contratácticas van a creer que se trata de algún goleador de la Concacaf o de la última contratación de Xolos de Tijuana.

A los jugadores ya no les gusta el fútbol

Cada programa tiene su escuadrón de granaderos listos para matar a bazucazos la belleza del fútbol, su estética cercana al ballet clásico, la romántica relación con la red contraria, el amor a la divisa, la búsqueda de la victoria con argumentos leales, el respeto al público, la fidelidad hacia el espectáculo, que es lo que lleva a la gente a los estadios.

Publicidad

Periodismo deportivo en Ecuador, hoy: demolición de la memoria

Para ellos, César Luis Menotti y Josep Guardiola son impostores, sujetos detestables que quieren que se juegue bien, que los futbolistas muestren amor por su profesión y por el juego, y que haya ética y nobleza en cada acción. Ejemplos a seguir: José Mourinho, desorbitado en su afán de vencer, que hizo de Pepe, el zaguero portugués, un carnicero, y de Sergio Ramos, un obrero del camal de Madrid. Ese entrenador que respondió al saludo de Tito Vilanova –cuando este era asistente de Guardiola en el FC Barcelona– metiendo un dedo en su ojo sin respetar que este estaba enfermo de cáncer y tenía los días contados.

Reivindicación de la ‘vieja guardia’ en el periodismo

Mourinho es ese que desató una cacería feroz contra Xavi, Messi, Iniesta, Busquets en un partido en el Camp Nou que los madrileños perdieron por 5-0. Ese que cuando se jugó la revancha en el Bernabéu, y los fanáticos reales esperaban cobrar la deuda de la goleada histórica, se encontraron con un Real Madrid tembloroso, echado sobre el arco de Casillas para evitar que se repitiera la goleada. La generación de los sabelotodo lo admira y lo considera un entrenador “equilibrado”. Guardiola y Menotti son “románticos” y “líricos”.

No puedo dejar de referirme a estos temas porque somos pocos los que desde los medios rescatamos la decencia en el fútbol y en el deporte en general, mientras la jauría muestra los dientes para destrozarnos. Lo que ocurre es que nosotros tenemos como armas la vida en el deporte activo, el compromiso, palabra, la lectura, la memoria y la historia. Y ante el poder de esos artefactos de guerra, la generación de los falsos sabelotodo está perdida. Tan perdida que en un programa empezaron a alegar que ellos sí leen (sin aclarar qué cosas leen), que les interesa culturizarse y hasta llegaron a afirmar que les gusta la historia, que no son enemigos de ella. Se ve que les queda algo de pudor por su desinformación y mínima intelectualidad.

Publicidad

Decía que suelo escuchar de vez en cuando un programa radial que dirige un apreciado amigo y colega que respeto. A veces no puedo hacerlo porque estoy nadando y todavía no se ha inventado algún artefacto que permita sintonizar una radio bajo el agua. El viernes pasado pude oír una entrevista de un personaje que no sé exactamente quién es, pero se puede deducir que ocupa un alto cargo (bien remunerado, seguro) en la Liga Pro, la entidad que dirige y organiza el campeonato profesional de fútbol.

No me dejó una buena impresión por su arrogancia de sabio del balompié, su autoasignación de gran experiencia, los autoelogios y los méritos que se dio por su papel en un torneo como el ecuatoriano, que es malo de verdad. Nuestro campeonato está entre los 30 mejores del mundo y es mejor que el de Argentina, Brasil y otros países, dijo. No lo pongo entre comillas porque no es cita textual, pero es lo que sostuvo. Que esté donde está yo no lo dudo, porque en la mayoría de los casos los rankings son mentirosos, o los cálculos se hacen con operaciones matemáticas absurdas.

Publicidad

México fue colocado en el sexto lugar en el ranking FIFA para el Mundial 2006 y se lo consideró como potencia planetaria, al punto que fue cabeza de serie en ese torneo. Y todos sabemos la condición técnica del balompié azteca.

El funcionario de la Liga Pro afirmó también que nunca el fútbol ecuatoriano ha estado tan bien como hoy y que el campeonato nacional concita multitudes. A mi juicio, el balompié ecuatoriano pasa por una severa crisis y un síntoma de ello es precisamente el certamen nacional. A los únicos que les interesan los juegos son a los miembros de las barras aupadas por los propios dirigentes. Ya sabemos lo que son, cómo obran y dónde radica su interés. Detrás de los bombos, cornetas, banderas gigantes, armas de fuego, puñales, bengalas, luciérnagas humeantes hay un gran negocio. Por ello van a los estadios.

No son todos, pero son mayoría. Un gran número de seguidores por pasión sana no van ya a los estadios por la inseguridad en la entrada de los partidos, o a la salida. Todo eso es parte del campeonato que, según dijo el funcionario, es ejemplo en muchos países del mundo. Como yo, miles de amantes del fútbol venimos de una era que no tenía la exagerada mercantilización de ahora. Tampoco había en las graderías las escenas grotescas de hoy. En la cancha todo era entrega, emoción en la defensa de los colores, inspiración, fantasía, gambetas, palomitas, chilenas, goles.

Para nosotros es, entonces, inevitable la comparación. ¿Cabe medir el recuerdo de ese Barcelona de 1971 que venció a Estudiantes en La Plata con del 2023, que se arrastró por el fango para regresar bailado y goleado? ¿Pueden Sosa, Piñatares, Souza, Bauman, Fydriszewski hacer que olvidemos a la Pepona Reinaldi, Saldivia, Everaldo, Moacyr, Tiriza, Pepe Paes, Perico León, Ephanor, Toninho Vieira, Trobbiani, Insúa? Y de los nacionales, ni hablar. Ningún afortunado futbolista millonario de hoy, envanecido por un periodismo adicto, se compara con Luciano Macías, Vicente Lecaro, Clímaco Cañarte, Wacho Muñoz, Sigifredo Chuchuca, Enrique Cantos y una legión de cracks. No es nostalgia sino un parangón de calidad e influencia en el equipo. La magia de la memoria led está negada a los bisoños ‘periodistas’ de hoy, que no vivieron lo que sí vivimos los que somos mayores.

Publicidad

Cuando el director del programa radial cuestionó al funcionario sobre la resolución de autorizar ocho extranjeros en cada club, respondió que esa medida era la más acertada en toda la historia del fútbol. ¿No perjudica eso la aparición de jugadores jóvenes, no les cierra el camino?, preguntó el director. Y el empleado de Liga Pro dijo que argumentar eso era “arcaico”. Me pareció escuchar que acusó al periodista de xenofobia (odio a lo extranjero).

Es positivo porque los jóvenes tengan que luchar para desplazar al extranjero y eso le hace bien a nuestro fútbol, argumentó. Y sacó a relucir estadísticas para demostrar que mientras más foráneos haya –no importa sin son paquetes– mejor para nuestro fútbol. Recordé entonces una sentencia dicha por alguien importante: “Hay tres clases de mentiras: las mentiras, las grandes mentiras y la estadística”. (O)