Hace pocos días el importante diario español AS luego de observar el rendimiento de las diferentes selecciones en las dos primeras fechas que compiten en la Copa América sacó sus conclusiones sobre el nivel de varias de ellas e incluyó a Ecuador. Como era de esperarse, al anfitrión lo etiquetó como el candidato más firme para ganar el título. Sobre Argentina dijo que debía mejorar si aspira a ser el vencedor. A Chile lo calificó como un equipo complicado, porque sabe defenderse y contragolpear peligrosamente. De Colombia dijo que el triunfo sobre la Tri representó una victoria clave, sin alardes. Y sobre nuestra selección, el periódico hizo una reflexión diversa, mas, muy cercana a la verdad. El comentario desnudó el lamentable rendimiento que el elenco ecuatoriano ha mostrado en sus últimas actuaciones: “Notable paso atrás en los últimos meses del equipo de Gustavo Alfaro, del que se esperaba mucho más en su encuentro ante Colombia. Muy lejos de generar el peligro que mostró no hace tanto en los partidos de la eliminatoria a Catar 2022. El talento que acumula la Tri debe dar un paso adelante”.

Este análisis de AS, en su contexto, revela un marco general que sin mucho esfuerzo se avizora por parte de quienes convivimos en el día a día con nuestro campeonato y el rendimiento de nuestros jugadores en el exterior. Quienes conocemos las tristes historias de convocatorias amarradas, los mejores momentos de la Selección, pero también las deplorables eliminaciones, sabemos que en Copa América siempre hemos estado más cerca de lastimeros fracasos que de exitosos sucesos. Quienes estamos inteligenciados de todos esos elementos sí tenemos la obligación de no quedarnos solo en el contexto del diario español, sino de analizar profundamente los motivos. No nos perdonaría la afición ecuatoriana que nos dediquemos a dar diagnósticos sin analizar los motivos y dar una prescripción que pudiera ser la adecuada, un estilo periodístico que no siempre agrada a dirigentes y seleccionadores.

¿Qué le sucedió a Alfaro para que haya extraviado el norte del equipo, para que en tan poco tiempo se hayan agotado los aplausos y surgido las críticas? Pienso que, en palabras entendibles, se ha dado un clavado de panzazo, porque con sus éxitos iniciales, producto de la lógica en sus actuaciones, él mismo se encargó ahora de hacer todo lo contrario a lo que nos había acostumbrado prematuramente. Lo que llama la atención es que siendo Alfaro un estratega con recorrido sea muy raro que todo aquello haya sucedido tan rápidamente. Existe todavía un velo de intriga sobre dónde debía tener más certezas que desatinos, como son: una buena convocatoria, una adecuada alineación y una acertada disposición táctica. Para pena de todos, en estos tres últimos partidos ni siquiera las modificaciones realizadas, que intentaban corregir, fueron determinantes, porque todas fueron enmiendas tardías. Ha llamado la atención también la utilización de jugadores sin ritmo, sin titularidad en sus clubes, un tema del que nadie se ha atrevido a dar una explicación creíble.

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Lo que ha sorprendido en las últimas intervenciones de ruedas de prensa es que, al estilo de cura en púlpito, Alfaro insiste en que está tras los pasos necesarios para encontrar la piedra filosofal que otros le han hecho extraviar. Se refirió, tratando de mitigar errores, a temas extrafutbolísticos que hasta la fecha no han tenido explicación. Los argumentos solo trataron, sin conseguirlo, de explicar y hasta justificar el porqué de la derrota con Perú en Quito (1-2). El DT debe conocer que esa vieja costumbre de meter la culpa a motivos sin identificarlos lo hace socio de un silencio cómplice. Algo parecido sucedió en la caída ante Colombia (0-1), donde su explicación pasó más por hacernos creer que debimos triunfar, cuando sabemos en la práctica que Colombia nos ganó el partido jugando mal.

Sin embargo, la pregunta clave al momento es: ¿es factible que Gustavo Alfaro pueda enderezar el rumbo? Sinceramente, creo que, siempre y cuando el técnico argentino se haga eco de sus propias convicciones, él debe entender que en tiempos de crisis en ella misma debería encontrar la solución. Tiene que aterrizar a la realidad, siendo autocrítico, lógico, coherente, firme y autónomo. Alfaro debe comprometerse nuevamente con todo ese pueblo que él mismo ilusionó. Para conseguirlo debe ser lo suficientemente reaccionario y modificar su plan de trabajo, bajo su exclusiva responsabilidad. Que tenga presente que, en el fútbol, en el momento del triunfo, la camioneta estará llena de héroes y en el fracaso se quedará solo sin que nadie lo ayude a bajarse.

Una pregunta que tomó cuerpo en la sociedad futbolera ecuatoriana luego de las tres derrotas al hilo fue: ¿quién lo asesora al señor Alfaro? Y tiene peso ese cuestionamiento al momento de analizar las alineaciones que dan la impresión de no ser de su absoluta responsabilidad, por lo desacertadas. Solo un golpe de timón le servirá al técnico para demostrarnos que, tanto en el triunfo como en la derrota, todo es de su absoluta autoría y responsabilidad.

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Estoy convencido de que lo realizado por Alfaro en las primeras fechas de las eliminatorias no fue ningún golpe del azar ni coincidencia en Pascuales. Esos triunfos ante Uruguay (4-2), Bolivia, (3-2) y la paliza a la linajuda Colombia (6-1) fueron producto de sus conocimientos. Por aquello todavía confío en que pueda recuperar la identidad y la originalidad que el fútbol de nuestra selección hace pocos meses mostró al mundo.

Ojalá que la Copa América no se vuelva a convertir en un laboratorio, alegando que lo principal es la clasificación al Mundial, como lo repetía una y mil veces el guarachero de Medellín. Convertir este certamen en un experimento es un despropósito, porque, aunque la Conmebol haya hecho grandes esfuerzos para desacreditarla, sigue siendo, por su historia, una copa importante y deseada por la mayoría de los países, incluso por aquellos que ya han registrado su nombre como campeones. Con estos antecedentes que rodean nuestras actuaciones desde 1949 hasta la fecha en el torneo, aun la siguiente pregunta pudiera tener validez: ¿es la Copa América un torneo ‘maldito’ para Ecuador? Si nos detenemos a revisar los números que constatan el rotundo fracaso parecería que una maldición siempre ha estado al acecho, pero quienes creemos en el fútbol y su intrínseca naturaleza sabemos que el origen de los fracasos no son las maldiciones, sino las malas decisiones y tratándose de la Copa América esas razones han abundado.

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¿Será Brasil 2021 lo mismo de siempre para nuestra selección? Una corrección oportuna libera pesares futuros. Alfaro debe tenerlo claro y demostrarlo. Él es el líder del proyecto. Que su poder dependa menos de las palabras y más de la calidad de su gobernanza, sin permitir que nada ni nadie la distraiga. Que todos los del entorno, incluyendo a los jugadores, comprendan que el éxito de los resultados está íntimamente ligado a la preparación externa e interna, en la cancha y en las oficinas. Que recuerde el seleccionador esa frase que pronunció cuando recién se encargó de la Tricolor: “Esto es cuestión de creer y puedo decirle a la gente que se quede tranquila, porque todos en la selección estamos predispuestos y comprometidos”.

Así es, señor Gustavo Alfaro, nosotros también esperamos que sea así, porque, al fin y al cabo, está en juego una ilusión popular. (O)