Quienes fueron y los que somos parte de EL UNIVERSO esperábamos con ansias y emoción el aniversario número 100 de la que sigue siendo nuestra casa, la más importante y prestigiosa en el periodismo nacional. Como dijo nuestro excompañero y siempre amigo Luigi Pescarolo Orellana, uno llega a querer y amar a este bastión de la libertad de expresión que sembró en nosotros el orgullo de pertenecer a sus filas como soldados de la verdad, la independencia crítica y la ética informativa. En el Diario nos formamos en nuestra profesión y su sala de redacción fue nuestra escuela, colegio y universidad.

Imposible dejar de recordar a quienes fueron nuestros maestros en el aula del antiguo edificio de la calle Escobedo. Desde la dirección Ismael Pérez Castro entre 1944 y 1967, quien empezó su aprendizaje como periodista deportivo; Francisco y Sucre Pérez Castro, que dejaron un gran recuerdo; y con mayor cercanía Carlos Pérez Perasso, nuestro consejero y amigo para solucionar cualquier problema. Él se formó desde muy joven viviendo intensamente los secretos de la conducción de un medio de comunicación de tanta trascendencia en la vida del país.

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Lo recuerdo llegando a la sede de Escobedo en motocicleta y con su respectivo casco. No era director aún, pero era para todo el personal la tabla de salvación. De alto espíritu humano y muy solidario, resolvía nuestros problemas, incluso los que no tenían nada que ver con nuestro trabajo. ¿Una matrícula para un hijo de un empleado? Don Carlos -como lo llamábamos- tenía la solución. La financiación de un matrimonio o el advenimiento de un retoño, “habla con don Carlos”, era el consejo de los más experimentados. “Haz un vale por lo que necesites”, era su respuesta. A veces ordenaba que no se descuente el vale. “Es el regalo del periódico”, decía. Una actitud generosa que han heredado Carlos y César Pérez Barriga quienes, con su hermano Nicolás, son quienes tienen el timón de la nave. La influencia de Diario EL UNIVERSO ha radicado siempre en su rectitud y su seriedad informativa. El doctor Sucre Pérez Castro solía advertir la obligación de seguir esta línea. A los recién llegados los citaba en su oficina, situada en la misma área donde funcionaba la sección de Deportes. “¿Conoce usted la regla de tres?”, era su advertencia inicial. “Se la explico. La primera falta se castiga con un llamado de atención. La segunda con una multa. La tercera con un hasta luego”. Esa rigidez ética ha sido, sigue y seguirá siendo el gran capital moral del Diario y una lección de vida para quienes laboramos allí o quienes, como en mi caso, tenemos hoy columnas regulares.

Mi primer vínculo nació en julio de 1964. Gracias al querido e inolvidable Jaime Piña Rodríguez, quien era ya, pese a su juventud, el jefe de Deportes. En ese momento conocí a un personaje del que guardo un grato recuerdo: Francisco Pérez Febres-Cordero. Inteligente y conocedor de las intimidades del manejo de un diario, conducía las páginas deportivas. Afectuoso y sencillo, era un admirador del Barcelona, pero vigilaba severamente que los periodistas obremos con neutralidad. Fue don Francisco quien accedió con entusiasmo al pedido que le hicimos Alberto Vallarino, Andrés Vasconcellos y yo para crear el Torneo de Natación para Novatos, que nació en 1964 y que fue el semillero que produjo grandes figuras como Jorge Delgado, Mariuxi Febres-Cordero, Tamara, Lola, Lorgia y Eduardo Orejuela, Marcela Lizarzaburu y otros campeones internacionales. Él me propuso iniciar una columna de natación que acordamos llamar Braceando, que firmamos como Neptuno con mi hermano Andrés, quien viajó becado a Estados Unidos y quedé solo con la columna que apareció desde aquel 1964 hasta 1992.

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Compartí la redacción deportiva con periodistas que hoy son parte de la historia: Víctor Caballito Zevallos Mata, una leyenda del básquet y el atletismo; Jaime Rodríguez, quien era la alegría del Diario por su incomparable humor; Ricardo Chacón García, Alberto Sánchez Varas, Luigi Pescarolo, Leonardo Montoya Almendáriz, Walter Espinel Jaramillo, Washington Rivadeneira (River) y Mario Valdez Zevallos. A la hora del estímulo, del consejo y de la observación crítica EL UNIVERSO tenía auténticos maestros: Carlos Romo Cruz, Ricardo Pólit Carrillo, Eduardo Avilés Casanova, Jaime Véliz Litardo, Jaime Díaz Marmolejo y Luis Hungría Guerrero.

Mi aprendizaje del periodismo se lo debo a EL UNIVERSO, a lecturas de prestigiosos analistas de la comunicación y a la opinión y consejo de mi hijo Ricardo, hoy editor de Deportes. Tras 57 años de ejercicio del periodismo en mi país y en EE. UU. tengo reglas básicas que no dejo de poner en práctica. Pienso que el periodismo consiste en ver la realidad y reportarla, por una parte, y por otra cuestionar a quien tiene el poder. No podemos desviarnos de esa realidad que es parte de la historia. Contarla divide a los auténticos periodistas del resto, de los que se dedican a ello por moda o por capricho. El tesoro de nuestra profesión es la credibilidad: si dices algo y no te creen, de nada sirve tu trabajo periodístico.

Coincido íntegramente con Jorge Ramos, el periodista de raíces hispanas más influyente en Estados Unidos: “Nuestra labor no es lograr la objetividad, sino ser justos y acercarnos a la verdad. No es correcto al hacer una nota dar el punto de vista del dictador y de la víctima como iguales. Eso ya no se vale. En tiempos normales, democráticos, podía ser suficiente. Ya no. Ahora hay ocasiones en las que debemos tomar partido. Y eso les puede romper la cabeza a los maestros del oficio, pero no se vale cuando se trata de racismo, discriminación, mentiras y corrupción”. Como Ramos he estado de pie, erguido frente al poder. Al otro lado del poder. Lo peor para un periodista es convertirse en vocero de quien manda. EL UNIVERSO no lo toleró jamás. Y pagó la osadía de ser digno con persecuciones, amenazas, prisión de sus directores y sus periodistas y juicios iniciados por un dictador que con un reclamo millonario por supuesta afectación a “su honor” pretendió quedarse con el Diario.

El periodismo del deporte no está exento de riesgos. También algunos personajillos con ínfulas de tiranos nos tentaron primero, y luego nos amenazaron. Su círculo áulico de radio y televisión se unió a las amenazas. Esos eran los primeros en las listas de viajes todo pagado. Me uno con entusiasmo y gratitud al primer centenario de mi academia de formación periodística: el querido Diario EL UNIVERSO. (O)