Conseguir la clasificación a un Mundial es una tarea llena de vicisitudes de tracto sucesivo. Es un evento cíclico y episódico, en especial en América del Sur, por obvias razones históricas, pero sobre todo competitivas. Los procesos cognitivos, y también la confabulación que provoca lo empírico, han consolidado y también desquiciado a varias selecciones, entre ellas a las más encopetadas.

Por ejemplo, Uruguay debió decirle adiós al inigualable Maestro Óscar Tabárez para retomar el sendero. Colombia despachó temprano a un reconocido técnico europeo, que sucumbió; lo mismo está sufriendo el sucesor Reinaldo Rueda. Si nos referimos a Chile, con cambio de técnico incluido, la afamada bicampeona de América tendrá que esperar un milagro que le haga clasificar. Sobre Paraguay, su rica historia ya es añeja: la última selección destacada fue la de Francia 1998, y de aquello han pasado ya 24 años. Perú, con sus altas y bajas, y de la mano de un estratega reconocido como Ricardo Gareca, mantiene esperanza de conseguir el repechaje. Sobre Brasil y Argentina, deslotados y asiduos inquilinos de los mundiales, juegan al descarte, razón suficiente para entender que en cada eliminatoria de esta parte del mundo quedan siempre disponibles dos cupos directos y el repechaje.

Con tales antecedentes, la conquista prevista de uno de esos dos cupos de la selección ecuatoriana es encomiable, y razones existirán para analizarlas. Para haberlo conseguido prácticamente se lo puede comparar con un ascenso a la meseta deseada por tantos, no sin antes haber obviado obstáculos endógenos y también exógenos. No debemos olvidarnos de la crisis política interna de la Federación Ecuatoriana de Fútbol, derivada por fallido escogimiento de seleccionador nacional (Jordi Cruyff), que no solo provocó sismo interno, superado en última instancia por Francisco Egas, sino también impacto y pérdida de tiempo.

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Para desatar ese nudo gordiano tuvieron que contratar al vuelo a Gustavo Alfaro, que apareció en escena prácticamente a la hora de embarcarse en un avión para dirigir a una selección de la que no conocía ni los apellidos de sus integrantes. Sorprendió a todos que en poco tiempo haya conseguido resultados favorables. Luego, comenzaron a llegar los tropiezos, originados por las controvertidas convocatorias, por planteamientos equivocados, acompañado por una participación para el olvido en la Copa América. Todos estos desaciertos llegaron de la mano con lógicas críticas, la que nos dio la oportunidad de conocer que la intolerancia es parte de la personalidad del estratega.

Al margen de esas improntas del argentino comenzaron a llegar resultados favorables, tanto propios como ajenos, que sirvieron para consolidar una ubicación privilegiada en la tabla de posiciones y, por ende, la estabilidad emocional. Ambas beneficiosas circunstancias se dieron también por la aparente independencia de sus decisiones, lo que tanto se exigía.

'Tenemos esa sensación de saber que prácticamente estamos clasificados al Mundial, pero que todavía no estamos'

Sin el ánimo de disminuir ni soslayar su capacidad como entrenador, porque entendido está que, entre aciertos y desaciertos, la tan anhelada clasificación al Mundial está a la vuelta de la esquina, ello convalidaría que su contratación fue acertada, y el fútbol muchas veces se deja llevar del efecto maquiavélico de que el fin justifica los medios. Desde lo futbolístico, Alfaro hoy es un ganador. Para ello debió pasar por un aprendizaje que le costó sangre, sudor y lágrimas, porque tuvo la entereza de hacer un cambio generacional. Y lo hizo por dos razones: porque no tenía de otra, caso contrario se hundía como capitán con su barco; y porque encontró jóvenes sustitutos, idóneos, preparados por alguien que ya existía en la FEF, antes de su arribo a nuestras tierras.

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En Lima, la confirmación

El partido contra Perú confirmó algunos presupuestos que ya mostraba la Selección en partidos previos. Se notaba que habían prendido ese fuego necesario para cumplir los sueños. Bien decía el filósofo americano Henry Thoreau: “Si avanzamos en la dirección de nuestros sueños encontramos un éxito inesperado en cualquier momento”. Y eso es exactamente lo que han hecho. El balompié requiere otros requisitos para conseguir el éxito, como calidad técnica, obediencia táctica y buena conducta.

La efectividad en el campo de juego es el resultado de haber encontrado jugadores que consolidaron un bloque defensivo, distinguido por su versatilidad y su performance. Lo integran Galíndez, Castillo, Torres, Hincapié, Estupiñán, Gruezo y Moisés Caicedo. Se tiene que agregar el desenfreno exageradamente individualista, pero útil, de Plata, más el aporte multivalente de Franco, la experiencia de Mena y de Enner, y las valiosas, pero relativas, certidumbres de Estrada. Por supuesto, hay que agregar a esta lista alternos que sirvieron, unos más que otros, a la causa. Por lo visto estas virtudes han ido diluyendo las incertidumbres y confirmando que nada fue producto de un hallazgo fortuito.

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Debo confesar que, en este largo peregrinaje que obliga las eliminatorias, me sentí escéptico de que el fin anhelado por todos los ecuatorianos se hiciera realidad. Y lo hice por una razonabilidad que siempre debe ser sustentada en el análisis de un evento futbolístico. El periodismo debe concebir que la verdad absoluta no es patrimonio de quienes ejercen la crítica ni de quienes la reciben. La prensa salvaguarda su posición, porque esta profesión exige una crítica libérrima y sin condiciones, propias de un escenario complejo, pero necesario, por la simple razón que en el contraste de pensamientos se encuentra más próximo lo adecuado. Siendo un escenario repleto de subjetividades, la crítica más severa dará la luz al equilibrio que provoca el éxito. No todos los criticados lo entienden, muchos prefieren empacharse de mensajes que halagan. Esos son los mediocres que no logran más que alimentar su ego, en detrimento de los intereses mayores.

Entre algunas virtudes explicadas hasta el momento, creo que la más importante, la que más usufructo le otorgó a Alfaro, es haber rectificado: entender que en esos momentos pendulares que lo llenaron de dudas encontró críticas rigurosas que provenían del periodismo, que, respaldado por códigos deontológicos, le hizo notar sus errores, sus vacilaciones, aquellas que ponían en riesgo esa profunda esperanza del pueblo ecuatoriano, que creía que el fútbol podía convertirse en ese bálsamo reivindicador de tantas tribulaciones soportadas en estos últimos años por razones conocidas.

Alfaro comprendió a tiempo que existe un equilibrio entre la volubilidad y la obstinación. Y es ahí que afortunadamente mora la rectificación, que de por sí es una virtud propicia y oportuna, la cual permite la transigencia del éxito en el momento de disfrutarlo.

Alfaro: El partido ante Perú es uno de los más importantes de mi carrera

Falta poco para tener la visa exclusiva de estar entre las 32 mejores selecciones del planeta. Alfaro, sobre lo que falta, ha dicho que tan solo una tragedia dejaría a Ecuador sin Mundial. Así lo creo, las estadísticas dicen que solo un fenómeno apocalíptico debería acontecer para no estar en Catar 2022.

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Rectificar es una virtud de sabios. No estoy seguro si esto de sabio se aplique en el fútbol, pero, sea cual sea el perfil, es una virtud útil para conseguir el éxito. Hoy los protagonistas, sean dirigentes, cuerpo técnico, administrativo o deportistas, deben tener presente este concepto esencial: la clasificación no es producto solo del esfuerzo de varios futbolistas de mérito, o de dirigentes exitosos, o de un cuerpo técnico sapiente, es también un logro plural en que concurren desde las raíces étnicas, hasta de apoyo espiritual de una sociedad abocada al objetivo. (O)